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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

martes, 25 de marzo de 2014

REGRESO A CASA

Me gusta mucho este poema de mi querida amiga Graciela Guzmán.
 
 
Me he propuesto reconquistarte
después de media vida de abandono.
Regreso a buscar convenios
con tu sonrisa, tu pasión, tu caricia;
incluso con tu ira, tus gritos…
                                                tus golpes.
 
Necesito que me permitas
                                                / otra vez /
moldearte cada noche.
Tocar tu desnudez
e irla cubriendo
con nuevos ropajes,
y que no te importe
si son delicados o ásperos.
Nunca pretenderé hacerte daño,
y si acaso te lastimo,
seguro el llanto será el mío.
 
Dame una nueva oportunidad
para demostrarte cuánto te amo;
para hacerte saber
                                / sentir /
que jamás has habitado
por completo fuera de mí.
Regrésame los días de amaneceres
de combates compartidos
                                          siempre ganados;
déjame presumir nuestra reconciliación.
 
Sé que has estado aguardándome,
que me has extrañado
                                     como yo a ti.
Pero veme,
                   he retornado.
Extiéndeme tus brazos
                                      -poema-,
                                                     abrázame,
y confía en que nunca
                                    nada
nos volverá a separar.
Iremos juntos hasta el final. 
 
Graciela Guzmán

sábado, 15 de marzo de 2014

LOS RUIDOS DEL CUERPO

SONIDOS DEL CUERPO.PNG
Una mañana de verano, mi hija y yo, caminábamos por el museo de Antropología e Historia de la ciudad de México. Decidimos hacer un descanso y nos sentamos en un lugar donde había varias bancas. Sin razón aparente, Carolina comenzó a reírse. Le pregunté el porqué: “Mamá, ¿te fijas que entre más viejas son las personas más ruido hacen al sentarse?”. Nos pusimos a observar a los que posaban las posaderas. Vimos niños y jóvenes que se sentaban sin poner mayor atención a ese acto. En cambio, las personas mayores parecían muy concentradas y desde antes de sentarse lanzaban un extraño y prolongado quejido; una mezcla de malestar y descanso. Seguramente crujían las rodillas, las caderas… pero no alcanzábamos a oírlo.
            Es cierto, la vejez trae consigo un sinfín de sonoridades involuntarias. Se podría decir que la ancianidad es directamente proporcional a los ruidos que produce el cuerpo de manera inconsciente. No hace mucho tiempo tuve que acudir al oftalmólogo porque descubrí cierto rechinar en mis párpados. Un ruido nuevo que no me conocía. El médico dijo que era por falta de lubricación y que necesitaba aplicarme lágrimas artificiales que venían en forma de colirio. Me sentí decepcionada. ¿Cómo era posible que tuviera que comprar lágrimas? Yo, que durante toda la vida las había fabricado a borbotones. Aunque debo reconocer que eso de llorar ya no me entusiasma demasiado. Rara vez lo hago y prefiero más el silencio que la sonoridad.
            Muchos de los ruidos que nuestro cuerpo hace son importantes para hacer diagnósticos. Por ejemplo, los ruidos que produce el aparato respiratorio: desde el ronquido hasta los estertores, desde el suspiro hasta la tos. Podemos ir al estornudo del alérgico y peor aún, al del gripiento. El murmullo respiratorio pasea entre las crepitaciones pulmonares y el “cof cof” cavernoso del bacilo de Koch… Así, el médico, con estetoscopio en oreja, puede decir: tuberculosis, asma, enfisema, neumonía, bronquitis o derrame...
            El sistema circulatorio es el primero en producir ruidos antes del nacimiento. Desde el veintiún día de la concepción se oyen los latidos cardiacos y en el ultrasonido se ve como un aleteo de mariposa; llega a tener 150 latidos por minuto. Aunque en el adulto disminuye entre 70 y 90. Así, existen el primero, segundo, tercero y cuarto ruidos cardiacos que hablan de válvulas que se cierran y válvulas que se abren para dejar pasar al torrente sanguíneo. Y sí que es un torrente, hasta que se detiene y deja mudo al cuerpo. Cuando los ruidos no están bien aparece la anormalidad con nombres de soplos, frotes, retumbos, chasquidos, ruidos desdoblados y plops si de tumor intracardiaco se trata. Escuchamos la sístole y la diástole.
Quizá los ruidos más desagradable son los del aparato digestivo. Principalmente los sonidos provenientes de los gases digestivos. Ya sea expulsado por arriba o por abajo se habla de las más desagradables porquerías del cuerpo. Y al ser precisamente lo sucio, lo cochino, es alimento de la risa familiar, o, de la risa pagada de los cuentachistes con públicos escatológicos. El bruxismo o rechinar de dientes; el borborigmo o las tripas que gruñen, porque tienen hambre, diarrea, colitis o simplemente porque están vivan. Hasta que se paralizan porque algunos se van muriendo por partes. Lo mejor será morir completo y de una sola vez. 
Tuve un maestro que aseguraba que el sonido de la micción era suficiente para saber la edad, el sexo y las enfermedades de las personas. Decía que con solo oír el “chis”, analizando su fuerza, continuidad y el goteo terminal, se podría saber si era hombre o mujer, joven o viejo, multípara, diabético u hombre con hipertrofia prostática. Tal vez sea sólo una exageración, tal vez.
            La vida está dada por decibeles. El silencio existe para que el sonido se manifieste en la música, en el canto, en el baile, en el aplauso. Somos seres sonoros cuando reímos, gritamos, comemos, besamos y hacemos el amor o el sexo. Pero lo más importante es el sonido del lenguaje hablado que nos diferencia de los otros animales.