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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Lidia Acevedo en la piel del otro.

La piel del otro, ganadora del Premio Nacional de Novela Breve “Cecilia Ramírez Piña” (2005), escrita por Lidia Acevedo (Tlahualilo, Dgo.), es una novela en donde la vida de los personajes se ve afectada por un eje central: el General Blanchette. Jean Claude Blanchette, encargado de la seguridad del Estado de Durango, es un hombre que trafica armas y autos de lujo. Y como todo buen mafioso, Blanchette, además de formar parte del gobierno, tiene un ayudante incondicional: Silvano Gracia, al que él llama Desgracia. Gracia es fiel a pesar del odio que le inspira su jefe, por lo que despierto sueña con matarlo. En La piel del otro somos testigos de asesinatos, secuestros, torturas, desaparecidos, muertes fingidas y cambios de identidad; en ella, los malos también sufren, pues encontramos a un General adolorido por la traición del que él hizo a imagen y semejanza suya. Porque la igualdad entre dos personas puede llegar a ser de tal modo que “los pensamientos de uno suelen generarse en el cerebro del otro”, nos dice la autora. Una característica sobresaliente de esta novela es que, aunque no se menciona la droga, se percibe entre líneas (por algunos diálogos y por la trama en sí misma), y se puede deducir que el narcotráfico es parte del engranaje de la historia. Igualmente las acciones de los personajes masculinos siempre caminan fuera de la ley. Una historia donde la amistad entre dos mujeres (Leonora y Angelina) es parte fundamental; las amigas se preguntan: “de cuánto tiempo estaremos hechas, cuánto espacio habrá aún para más balas”, mientras que ignoran que aman al mismo hombre.
A través de las páginas de La piel del otro, es posible visualizar las calles de la ciudad de Durango, la Catedral, el cerro de Los Remedios, la Plaza de Armas, los atardeceres y los amaneceres llenos de rocío. La ambientación narrativa es efectiva, y al mismo tiempo retrata la ciudad y algunos pueblos del Estado de Durango.
Lidia Acevedo escogió a un narrador omnisciente para contarnos una historia actual que nos lleva hacia los personajes y sus diálogos con un lenguaje congruente con la condición de maleantes o de mujeres reflexivas, leales a sí mismas y a lo que aman. Eligió una historia que transcurre en tiempo lineal, aunque tiene ciertos tiempos circulares que se presentan a través de la evocación, porque como allí asegura: “El tiempo es sólo una mañana sin principio ni fin que no va a ningún lado, ni adelante ni atrás, sino en recorridos circulares que con frecuencia se tocan…”.
La concepción de La piel del otro de Lidia Acevedo resultó ser original, ya que muy pocas veces los temas de criminales son abordados por mujeres escritoras. Asimismo la penetración en la psicología de los personajes es reflejado como un factor imprescindible para la comprensión de las conductas de los protagonistas. La estructura de la novela es compleja, de tal forma que el lector deberá de estar muy atento para comprender cómo funciona la maquinaria que mueve la narración..
Lidia Acevedo es ensayista, narradora y poeta. Es licenciada en Educación con especialidad en Psicología. Catedrática de la UIE-Plantel Laguna y de la Universidad La Salle-Campus Gómez Palacio; es autora de más de una decena de libros de narrativa, poesía y ensayo. Ha ocupado diversos cargos en la cultura a niveles regional y estatal. Obtuvo en Argentina el Premio Internacional de Poesía Nuevo Ser, en el 2004; Premio Estatal de Novela “Antonio Estrada”, y el de Poesía “Olga Arias” en el 2000. Así como Premio Nacional del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) en Diseño de Software, entre otros tantos reconocimientos.
“La vida es un hueco que hay que llenar, ¿sabes? Naces hueco, con tu hueco cerebro, tu hueca conciencia, tu hueca alma y lo tienes que llenar, aunque sea de basura casi siempre”, nos dice algún personaje de esta novela. Pero siempre tendremos la posibilidad de llenar los huecos con buena literatura como la que crea la lagunera Lidia Acevedo. lopgan@yahoo.com
Acevedo, Lidia. La piel del otro
Fundación Guadalupe y Pereyra A.C
Y H. Ayuntamiento de Durango, Dgo.
México 2007

sábado, 10 de noviembre de 2012

COMO CHAC MOOL


Siendo las tres de la mañana, estando presentes el insomnio y tú, en un hospital, por fin, dedujiste por qué las batas de los enfermos tienen las cintas amarrables por la espalda. Desde la primera vez que viste ese grotesco espectáculo, te vino el pensamiento de lo ridículo que era ver a los pacientes deambulando con las posaderas en exhibición. Qué tontería, sobre todo, cuando eras tú la que te convertías en uno de esos que, ante el dolor, pierden el pudor y dejas que los aires se cuelen por el trasero. Nadie, nunca, supo responderte la duda, ¿por qué la abertura de las batas es hacía atrás? Pero resolviste la cuestión concluyendo que, por comodidad del paciente y de quienes lo cuidan es necesario una bata floja y fácil de abrir, por eso, es preferible mostrar lo de atrás que lo de adelante. Aunque no me convence del todo

Observas todo en un cuarto de hospital. Han pasado varias horas de que saliste del baño de casa, cuando un resbalón te hizo ver volar tus pies. No te quedó ninguna duda de que la ley de gravedad y Newton siempre tendrán la razón. Azotaste. Entonces se te instaló la creencia que te habías roto la espalda y con el golpe en la nuca pensaste que hasta allí habías llegado: oscuridad, deseos de vomitar, sudor frío y un efímero síncope.

Después de un rato de pasear en silla de ruedas, te pusieron como muñeca de trapo en una camilla (bueno, no debemos hacer caso de lo de muñeca sólo en lo de trapo). Cómo sea. Una joven médica cuestiona tu historia clínica. Pregunta sobre si tienes antecedentes. Quieres jugar y decirle: “¿Antecedentes penales? No, nunca he estado en la cárcel. Bueno, tal vez sí y no me he dado cuenta”. Finalmente logras regresar el interrogatorio. Antecedentes de hipertensión, diabetes… Luego, que si fumas, que si tomas alcohol u otras drogas. Sólo tomas una droga: alcohol tinto de vez en cuando, en reuniones con amigos. De lo demás, nada: ¡Ah sí!, alérgica a las sulfas y miedo de quedar borderline o peor.

Llega contigo el neurólogo, y él, con paciencia, busca reflejos en tus brazos, piernas y encuentra bien las fuerza muscular. Explora el fondo de tus ojos. Diagnostica casi salud, aunque es obligado se acompañe de reposo absoluto durante tres días y postura de Chac Mool. Válgame Dios, tú allí como la escultura tolteca semifowler o semisentada y con las rodillas flexionadas. Ah, te sientes protagonista del cuento “Chac Mool” de Carlos Fuentes, ése donde se pregunta qué hubiera sido de los mexicanos si en lugar de una conquista cristiana hubiera sido una budista; en vez de un Dios muerto crucificado, uno muerto por indigestión.

Y ya que se debe descartar fracturas o hemorragias; háganse la resonancia y la tomografía. Se hacen. Y en ese túnel con tantos ruidos y fríos te mantienen por cuarenta minutos. Ellos van a conocerte. Le tman fotos a tus huesos y tejidos. Lástima, la anatomía no miente sobre tu edad. El diagnostico es casi normal.

Así pues, convertida en modelo Chac Mool quedas en el cuarto de hospital. No quieres que nadie te acompañe por la noche. La hospitalización es, para ti, como un retiro espiritual. Es bueno estar sola. La soledad escogida es un privilegio. Ves en una pizarra tu nombre completo e igual en un brazalete. Mientras, tus venas toman agua dulce de un frasco colgado de un tripie. Sí, eres tú, bajo los efectos de un fuerte dolor de cabeza y de espalda y del analgésico que lucha contra ellos. Te sientes como si hubieras tomado diez tazas de café. El sueño es imposible, casi 24 horas insomne. La noche siguiente caes en un sueño inducido, te ves como en el cuento de Carlos Fuentes: “Pierde mucho mi Chac Mool en la oscuridad del sótano; allí, es un simple bulto agónico, y su mueca parece reprocharme que le niegue la luz”. Pierdes mucho en la oscuridad de la habitación numerada. Eres un bulto, una piedra.

Pasan los días y comienzas a revivir. Nada es maldecible. Es necesario conocer la inmovilidad, para apreciar el movimiento.