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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

jueves, 9 de febrero de 2023

ZAPOTECA: UNA REALIDAD NO ORDINARIA*

En El Siglo de Torreón 

Nadie es capaz de detener el tiempo ni la marcha de su propia soledad. Y cuando la soledad se vuelve absoluta se llama depresión, porque quien la padece tampoco se tiene a sí mismo. Vicente Marcial nació en Juchitán, Oaxaca, es sociólogo y lingüista de zapoteco. Él, alguna vez sufrió la enfermedad de la soledad absoluta y decidió curarse con una forma en la que, hasta entonces, no creía. Fue con su madre, doña Marcelina Cerqueda Jiménez, una curandera juchiteca a la que habían acudido personalidades como Graciela Iturbide, Elisa Ramírez, Lilia Down y Susana Harp, entre otras. Dña. Marcelina llevó a Vicente con varios curanderos para que lo sanaran. Vicente, despojado de vanidad, se entregó a los rituales que le aconsejaron los viejos sabios zapotecos o binni rusianda. Entonces, se sintió “gravemente curado” reencontrándose consigo mismo. Conversé con él de su madre y sobre la influencia de la lengua zapoteca, misma que le permitió concebir el mundo desde una visión distinta.

 Supe de doña Marcelina por su nieta Donají, quien me contó historias sobre las hazañas mágicas de su abuela paterna, decía que curaba con rituales hechos de palabras y plantas. Como aquel, en el que un amanecer de año nuevo, toda la familia se reunió frente al mar y doña Marcelina les hizo, a cada uno, una “limpia” invocando sus deidades protectoras. Extrañamente, al llegar a uno de ellos, se desató un viento furioso que hizo que la arena los golpeara; en ese momento todos sintieron que un escalofrío los recorría. Parecía que un espíritu maligno había huido. Eso duró unos instantes y después la calma regresó. Así, se alejaron ligeros de la playa. “Cuando pase la pandemia iré a Juchitán a conocerla”, yo me lo había prometido. Pero doña Marcelina, activa hasta sus últimos días, murió a los 95 años, hace cinco meses, sin haber padecido ninguna enfermedad crónica aparente. Después de su fallecimiento quise conocerla un poco a través de su hijo Vicente Marcial. Les presento la entrevista:

   --¿Cómo se autonombraba y desde qué edad tu mamá se dedicó a hacer sanaciones?

Se autodenominaba curandera, ni bruja ni chamana ni hechicera. Era una persona que sanaba a otros. Concebía su curación tanto de las dolencias físicas como las del alma. La gente que acudía con ella, realmente se sentía liberada de los problemas que cargaba. Comenzó con este oficio alrededor de los 50 años, pues tuvo una revelación. Aunque mi mamá era comerciante de maíz, almohadas, hamacas, artesanías y después de oro. Poco a poco hizo mejores inversiones y pudo darnos profesión a sus siete hijos. Decía que las personas no requerían del financiamiento del gobierno. “cuando la gente tiene voluntad simplemente lo hace”.

-- Lilia y tú tienen un hijo médico, ¿siempre creíste en la forma de curar de tu madre?

Nosotros, indígenas urbanos que fuimos a la universidad, éramos muy escépticos, porque no encontrábamos en estos procesos de curación un método científicamente comprobado. Yo consideraba que la mejor forma de curar era la medicina moderna, sin embargo, después comprendí que el tratamiento de muchas enfermedades no es exclusivo de la medicina alópata.

-- ¿Qué te hizo cambiar de idea?

Yo era director de la Casa de Cultura de Juchitán y habíamos terminado la restauración después de la primera realizada por Francisco Toledo, pero mis compañeros de trabajo se inconformaron por razones laborales e iniciaron una huelga. Me sentí traicionado. Estaba muy estresado y caí en depresión. Fui a contarle a mi madre y ella me llevó con varios curanderos y uno de ellos me hizo una “limpia”. Aunque lo importante de este proceso es que comprendí que la depresión era una soledad que va carcomiendo el estado de ánimo. Hay que ser consistentes en ponerse a disposición del curandero. Esa vez, me pidieron que llevará albahaca, huevos fertilizados, loción de azahar, cebolla morada, chiles verdes y limones. Los pasaron por todo mi cuerpo mientras emitían oraciones e invocaciones espirituales a seres protectores: Sta. Teresa de Jesús, Santa María Estrella del mar y al dios Sol y a Jesucristo, (existe un sincretismo entre la religión cristiana y la religión zapoteca). Dependiendo del tipo de enfermedad es la hora y el lugar en donde debe realizarse, algunos son frente al mar y al amanecer. Durante siete días me hicieron el tratamiento de sanación, de tal manera que me sentí apapachado, acompañado. Pero determinaron que debía seguir de manera individual. Me hicieron la encomienda de conseguir siete flores blancas distintas, durante siete días. Por la noche debía poner a serenar los pétalos de un tipo de flor blanca en una cubeta con agua y después bañarme con esa agua y dejar en el cuerpo los pétalos adheridos. La idea era que en cada uno de los siete días vayas esparciendo distintos aromas por tus caminos. Esto me hizo reflexionar con un pensamiento precientífico: yo pude recuperar la atención hacía mí mismo y por lo tanto recuperé mi autovalía. Esto me animó y pude enfrentar los desafíos que vinieron.

En otra ocasión que volví a enfermar, mi mamá y otro curandero concluyeron que en la medida en que yo no hablaba de mis problemas estos me enfermaban: me hicieron cortar unas hojas aromáticas (cordoncillo) que debía llevar al amanecer con trece arboles jóvenes a los que yo pudiera abrazar con un solo brazo y allí contarles todos mis problemas. Así logré mi catarsis confiándole a los árboles, llorando o gritando. Vi vacas pastando y a los árboles reproduciéndose, enfrentando tantos desafíos y sin embargo vivían y se multiplicaban, siendo prácticamente autosuficientes. Yo también podría hacerlo.

Mi madre me decía que se trataba de sacar a las personas de la oscuridad y abrirles el entendimiento para que lograran desplegar el conocimiento que en la cultura zapoteca se nombra guendabiaani, se trata de una denominación del espíritu. Entonces el conocimiento es el espíritu de luz. Cuando se alcanzan mayores niveles de conocimiento, significa que se tiene un espíritu de luz. Por eso el sol es un personaje importantísimo en la cultura zapoteca. Sin embargo, así como se invoca al sol también se invoca a la noche como el complemento del día. La luz y la sombra que tiene que ver con otros procesos profundos de nuestra personalidad dual: la realidad en la vigilia y los sueños. Por eso se invoca a las deidades pidiéndoles protección en el día y en la noche. Mi madre decía una frase bellísima: “Que la madre santísima te cubra con su manto divino tachonado de estrellas”, representando así, la protección en la luz y en la oscuridad

--¿Qué piensas de las personas que desechan este tipo de rituales de sanación?

Yo creo que lo consideran producto de la ignorancia, negando que muchos tratamientos actuales tienen su origen en la medicina ancestral. Existe una pugna de concepciones culturales en la que las personas prefieren lo moderno rechazando lo antiguo. Generalmente estás sanaciones están estigmatizadas porque tenemos un modelo de curación socialmente aceptado que es la medicina alópata.  

--¿Cuál es el concepto de enfermedad en la cultura Zapoteca?

En los conceptos mismos de la medicina occidental hay una contradicción constante entre la medicina alópata y la medicina tradicional. Sin embargo, independientemente de que exista una contradicción al interior mismo de la propia cultura, también chocan con otras formas de curación, en este caso de las culturas mexicanas y particularmente en el caso de mi gente, de mi pueblo zapoteca, pues en la medicina zapoteca existen conceptos totalmente distintos, incluso de la misma realidad y de la explicación de nosotros como seres vivos. Por ejemplo, la cultura que llegó a México es antropocentrista, pues el ser humano en el centro de toda la atención tanto filosófica como científica. En cambio, para la cultura zapoteca todos los seres vivos y las cosas son igual de valiosos.

En la medicina zapoteca se busca que el cuerpo tenga la temperatura ambiental, las enfermedades tienen que ver con el calor y con el frío: La fiebre y la inflamación son fuego y hay que atacarlos con su contrario, con frescura. Los reumas son fríos y hay que curarlas con calor. Se debe de atemperar el cuerpo, buscando que esté en armonía con el medio ambiente, allí entran otras medidas: comidas, bebidas, baños, fomentos… Mi madre tenía remedios muy eficientes para la sinusitis con semillas de mamey y maíz tostado que antes se diluían en leche materna, pero ahora es en agua hervida. Curaba la diarrea con hojas de guayabo… Usaba diferentes hierbas dependiendo de la enfermedad.

También existen las enfermedades del alma y aquí hay una situación muy particular qué tiene que ver con el guenda que es nuestro otro yo. Es decir, un ser humano se representa a sí mismo y a otro ser vivo que puede ser un animal del bosque, por ejemplo, si tú eres muy nocturna entonces probablemente tengas el espíritu de una lechuza o si eres muy nerviosa y te mueves mucho es posible que tengas el espíritu de un venado. Tu espíritu es el reflejo de ese animal. Para curar los males del alma se requieren también procesos distintos ya no físicos sino psíquicos, anímicos.

 --¿Cómo fue tu formación como lingüista de zapoteco?

Yo soy sociólogo de profesión, pero he trabajado con lingüistas desde hace más de 40 años. He aprendido de lingüistas zapotecas y especialistas en zapoteco como Juan José Rendón en 1985 y Velma Picket en 1997. He hecho trabajos lingüísticos sobre todo de descripción gramatical. Todas las lenguas del mundo tienen una estructura propia de construcción y una estructura lógica de construcción. Hay alrededor de siete mil lenguas en el mundo, aunque son reconocidas oficialmente solo el 10 %, todas tienen un sonido básico y conforman en sí mismas un soporte, un alfabeto, tienen una gramática que funciona prácticamente como un artefacto de relojería, con toda precisión. El zapoteco cuenta con un alfabeto, porque, así como yo, existieron paisanos que se preocuparon por la lengua desde fines del siglo antepasado y de manera más consistente desde 1935. Fue una fortuna poder convivir con Velma, quien hizo su doctorado en lingüística zapoteca, y aprendió el zapoteco de Juchitán e hizo su tesis doctoral en inglés. Yo trabajé alfabetizando a mis paisanos zapotecas porque sólo aprendían el español y se estaba olvidando el zapoteco.

--¿Qué te gusta del zapoteco que no encuentras en el español?

Estoy convencido de lo que dice don Miguel León Portilla que cada lengua es una ventana para asomarme de manera distinta al mundo. Con lo que expresamos por medio de las palabras, asimilamos la vida. Cada lengua representa una forma de pensar. Una de las cosas que me llama muchísimo la atención son los problemas de género que enfrenta la sociedad moderna y ese problema de expresión del género en la gramática en todas las lenguas se aloja principalmente en el sistema pronominal. En el zapoteco el problema de género no existe porque la tercera persona no es solamente él y ella (ellos y ellas; masculino y femenino) como en todas las lenguas del mundo, sino que la tercera persona es laabe (el/la ser humano) laame (la/el animal) laani (el/la cosa). En el zapoteco lo importante es la diferenciación entre estos tres tipos de semejantes y en este caso los seres humanos independientemente de que sean hombres, mujeres, muxes, lesbianas y otros seres vivos. No hay género femenino o masculino, sino que expresa cada tipo de individuo.

--Sé que en la cultura zapoteca los muxes (homosexuales vestidos de mujer) son aceptados, ¿sucede lo mismo con las lesbianas?

Los muxes son aceptados y sucede igual con las lesbianas. Pero las lesbianas son más discretas que los muxes, los muxes son más ostentosos, les gusta lucirse y en el caso de las lesbianas creo que guardan más su intimidad.

--¿En qué consiste el tiempo sagrado para los zapotecas?

Para los cultos que hacía mi mamá y en general para la cultura zapoteca, se les tiene alto valor a los amaneceres, se denomina siadó’ para los zapotecas el primer día del calendario significa una deidad que representa al lagarto sagrado. No sabemos exactamente cuándo empieza, pero sí tiene un calendario que se compone de 20 nombres de días acompañados por 13 numerales, entonces esa combinación de 20 por 13 te da 260 días que son nombres irrepetibles durante los 260 días y el inicio del calendario zapoteca es xila o xiladó’ que significa el amanecer que es un momento sagrado, igual que el mediodía, el atardecer y la medianoche. En la concepción zapoteca desde el amanecer hasta el mediodía acompañan al sol los hombres guerreros y a partir del mediodía hasta el atardecer lo acompañan las mujeres sobre todo las mujeres que han parido y las mujeres que mueren en el parto. Prácticamente la primera esfera del tiempo corresponde a las mujeres.

* El libro de Carlos Castaneda Viaje a Ixtlán, habla de la “realidad no ordinaria”; se refiere a la posibilidad de encontrarse con espíritus de otras realidades a través del peyote y los hongos psilocibios como los usaba el brujo yaqui don Juan Matus. Sin duda, cada cultura tiene su “realidad no ordinaria”.