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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

JÉSSICA A LA KITSCH



El 1º de noviembre de 2011 dentro del 2º. Festival del Libro y la Lectura del Teatro Isauro Martínez, fue presentada la novela de Rosa Gámez Reyes-Retana: Jéssica a la kitsch. En la mesa estuvimos la escritora Lidia Acevedo, la autora y yo.
Jéssica a la kitsch es una obra concebida desde un narrador omnisciente que nos habla con un lenguaje sencillo, pero que en ocasiones se vuelve un poco técnico con el uso de palabras que comúnmente vienen de los médicos o sicológicos. Esto nos confirma la profesión de sicóloga de la autora. Jéssica a la kitsch es una historia contada en tiempo lineal, con una sola regresión temporal a través del recuerdo del personaje principal, pero siempre relatada en tercera persona. Se desarrolla en un ambiente de pueblo por lo que hay allí encontramos retratos de caminos pedregosos, de pozos de agua para la agricultura y en general, hallaremos la recreación de la vida de personas que están en pequeñas comunidades pero que se desenvuelven con holgura económica y que tienen cierto estatus social. Es una novela corta que mantiene la tensión en la trama principal. Infunde curiosidad al lector, por lo que se lee en una sentada.
El título del libro resultó ser un gran acierto porque muestra la mirada de la autora sobre la historia y de cómo fue concebida. Ello lo corrobora el prologuista de la novela, Jaime Torres Mendoza quien escribió: “Abordar un texto literario desde una de las estéticas de artificio, como lo es el kitsch, es una audacia que representa un riesgo; el más significativo, caer en el lugar común y quedarse atrapada allí”. Sin embargo. Asegura que la autora: “corre el riesgo de transitar por el melodrama, casi telenovelero, aun a sabiendas de que el precipicio está a la vista”. Pero aclara que “Era necesario plantearla así para encontrar en la obviedad exagerada la verdad del drama que viven los personajes con la auténtica conmoción que deja la tragedia”.
¿Por qué Jéssica se nos presenta a la kitsch? porque la protagonista pretende la felicidad y la belleza a través de la posesión y porque es kitsch viviendo en una época pasada; ella borda con esmero su vestido de novia y sufre al pensar que su futuro esposo se dará cuenta de que ha entregado su virginidad a otro. La joven es, en apariencia una mujer inocente, se dedica a las cosas que cree que son propias de su sexo, pero la narración nos muestra cómo la naturaleza sexual se impone aun en la más casta de las criaturas. “Jéssica sentía que desfallecía cada vez que su cuerpo experimentaba los ardores envolventes de la sexualidad…” apunta la autora. De manera que El manual de Carreño, aquél de las buenas maneras, citado en la novela, no alcanza para detener los impulsos del cuerpo.
Esta novela describe a la mujer que está desapareciendo de nuestra sociedad. Ya no existirá más una Jéssica que con ilusión borde un traje de China poblana hecho de chaquira, lentejuela y canutillo que estrenará un día de fiesta nacional. En la portada del libro ésta el dibujo de una mujer que no sabemos si intenta cubrirse el rostro o está mostrando sus uñas pintadas. Sin embargo, al leer el libro sabremos que ella guarda un secreto y que todo lo que siente, lo siente es un secreto. Primero hay que cubrir las apariencias y cumplir también con las obligaciones de esposa: “Roberto la abrazó, busco su cuerpo con vehemente pasión, la poseyó, pero ella, realmente no disfrutó de su apasionamiento y se dejó llevar como una autómata, desposeída de toda sensibilidad de toda simpatía entre ella y él, y respondió como un ser que cumple con una obligación, para no herir a su pareja, pero nada más”. Allí está la esposa que se conforma y el hombre de la casa hace planes sin tomar en cuenta a su mujer. Pero, el destino, en un momento inesperado, frustra cualquier plan.
Felicito a la escritora Rosa Gámez Reyes-Retana por esta nueva publicación, y le manifiesto mi admiración por su entusiasmo incansable.
Jéssica a la kitsch, Consejo Editorial del Estado de Coahuila, 2010. Rosa Gámez Reyes-Retana.

sábado, 10 de diciembre de 2011

CARTA A UN LECTOR




Estimado Sr. Raúl Calzada Pedroza:
A veces recibo mensajes de los lectores, pero nunca uno como el suyo. La carta que me envió es especial porque las opiniones de quienes me leen siempre llegan a la computadora, en cambio la suya llegó en papel y tinta. Usted se tomó el tiempo y el trabajo de escribir a máquina una carta para llevarla a las oficinas de El Siglo de Torreón. (Tal vez uso una máquina de marca Lettera, Olivetty, Brother, o quizá una Remington). Me dio mucho gusto recibir sus palabras de esa manera. Me dice que es usted jubilado del Servicio Postal Mexicano; que trabajó de cartero durante treinta y dos años, ello me hizo pensar que usted sabe muy bien que recibir cartas es, generalmente, una cuestión de alegría. Imagino que más de una vez le tocó ver una sonrisa al entregar un sobre. Imagino que esos treinta y dos años pedaleó una bicicleta que cargaba cerca de los manubrios una gruesa valija de cuero, repleta de papeles con destinatario y remitente. Seguramente muchas veces entregó un sobre con sellos y estampillas a una señora que traía en sus manos una escoba porque recién había regado y limpiado la calle, o algunas veces vio salir corriendo a una mujer o a un niño en respuesta al sonido del silbato que, inconfundible, anunciaba noticias de familiares en la lejanía. Con seguridad, también, tuvo que alejar a patadas a uno que otro perro. He reflexionado sobre lo difícil, pero también divertido, que debió ser dedicarse a este oficio. Supongo que fue difícil por el peligro de ser atropellado y el sol de nuestra tierra, o por las veces que sintió la lluvia (de tierra o agua). Sin embargo, andar en bici trae cierta sensación de libertad y además pienso que de vez en cuando --y sin querer— podía leer en alguna tarjeta postal un “Te extraño” o “Un siempre tuyo” y observó en el sobre un beso pintado con lápiz labial rojo, muy rojo. Pero, todo aquello ya se fue. Los carteros de hoy ya no representan romance porque ahora casi sólo traen las cuentas por pagar y publicidad.
Su carta fue en respuesta a mi artículo de "El baile de los viejitos". Usted me cuenta que tiene setenta y cuatro años de edad y que baila todos los ritmos que toquen; eso es muy bueno para mantener la salud. He observado a los bailadores de la Plaza de Armas y nada más de verlos contagian su alegría. Le platico que hace unas semanas por causas ajenas (que no contrarias) a mi voluntad fui a un baile de jóvenes, digamos, entre 18 y 24 años de edad y pude darme cuenta que ellos tienen muy limitada su música, tanto, que me asombraba que la repetición incansable de dos notas provocara los más extraordinarios y variados movimientos. En el baile de los de la tercera edad es diferente, tocan todos los ritmos y bailan hombres con mujeres, aunque ocasionalmente se acompañan dos señoras. Los de la primera edad, en cambio, rara vez bailan en pareja, ellos lo hacen todos contra todos. Claro, bailar de dos en dos tiene su encanto, pero la juventud de hoy es más libre. Especialmente las mujeres ya no tienen que sufrir la humillación de depender de que alguno “las saque” a bailar, asimismo, los hombres no se exponen al rechazo, al menos en el baile. Lo malo de los de la primera edad es que bailan y toman alcohol al mismo tiempo, y además cantan canciones indescifrables para mí; es increíble su malabarismo y capacidad que tienen de poner atención a tantas cosas a la vez. Tal parece que necesitan saturar todos los sentidos. Los de la tercera edad, en cambio, toman su ritmo sobrios y relajados, unos sonrientes, otros con verdadera solemnidad.
Como le decía, me dio alegría recibir su carta y ya que no traía dirección a donde contestar, pues decidí hacerlo por este medio. Hace algunos domingos me di la vuelta a su baile y me dio mucho gusto ver que estaba muy concurrido y de que ese día (noche) no estaban cobrando. Creo que ya no lo hacen.
Bueno, señor Calzada, me despido en espera de que siga disfrutando esto de sacudirse los años con música.
Gracias por decir lo que me dice. Reciba un afectuoso saludo.
Angélica