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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

viernes, 25 de febrero de 2011

UN RATÓN EN LA COCINA


Recibes una llamada telefónica a las 6:30 de la mañana. Ves en el identificador el número que te despertó y te alarmas. Es tu solitaria tía que, ordinariamente, se comunica en horarios de oficina. Piensas que si te habla en ese momento es porque alguna mala noticia tiene que comunicar. Contestas y escuchas un grito angustiado: ¡Hay un ratón en mi cocina¡ ¡Qué alguien me ayude! ¿Qué voy a hacer? Reconoces algo de crueldad en ti cuando te das cuenta que te parece divertido ser testigo cuando alguien padece esa fobia ¿Por qué un ser tan diminuto produce tanto horror? Desde luego, si fueran muchos ratones (o ratas) como en aquella espantosa película de tu niñez (Ben la rata asesina) estarías también aterrada, pero, ¿un solo ratoncillo? Preguntas: ¿De qué color es? ¿De qué tamaño? Qué importa el color, era gris y casi del tamaño de mi mano extendida. Te contesta la tía. Piensas que si fuera cierta la talla descrita entonces hubiera dicho rata, no ratón. Le explicas: “en realidad, el color es importante porque generalmente las ratas de campo o alcantarilla son negras y más grandes. Los ratones grises son los más comunes en las casas y si se tratara de un roedor blanco no habría duda de que un niño vecino estaría sufriendo por la huída de su mascota”. Le dices que dentro de un rato (al ratón) le hablarás al señor que te auxilia con los desperfectos de la casa. Ahora será, además, mata ratones.
Al colgar el teléfono te quedas pensando en las posibilidades del problema: ¿El ratón estará instalado en la casa con toda su parentela? ¿Tendrá un mullido lecho en la harina que guarda la tía en la alacena? ¿Vendría en la caja de jugos que le compraste en el supermercado? o ¿Vino del lote baldío de un lado de la casa? De cualquier manera el señor exterminador sabrá hacer lo suyo. Te quedas tranquila. Mientras, recuerdas cuál ha sido tu relación con esos roedores. Tu primer ratón: uno correteado por un gato. Después, casi todo virtual: el ratón vaquero con sus dos pistolas y su traje de cowboy, de Cri-Cri. Luego, Jerry, él que siempre abusa del gato Tom. Speedy González el ratón más veloz de todo México él de "¡Ándale! ¡Ándale! ¡Arriba! ¡Arriba!". Elegante y vanidoso, el Mickey Mouse de Disney. Has ido a tantos lugares con el mouse de la computadora; un ratón que entra a todos lados. Y cuántas ratas viste mientras leías La peste de Albert Camus: ¿Había oído hablar de aquellas ratas que salían a morir en gran número al aire libre? El director, había oído hablar de ellas y en sus mismas oficinas habían encontrado una cincuentena. Se preguntaba, en fin, si la cosa era seria. Rieux no podía juzgar, pero creía que el servicio de desratización debía intervenir.(…) Su criada acababa de informarle que habían recogido varios cientos de ratas muertas en la gran fábrica donde trabajaba su marido.
O en aquel cuento de los hermanos Grimm, “El flautista de Hamelín”: …comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.(…) y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad. Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogado.
Recuerdas que los roedores trasmiten muchas enfermedades: Peste, leptospirosis, teniasis, toxoplasma… así que no debes olvidar lavar latas y botellas antes de abrirlas, porque en las bodegas donde se almacena la comida siempre hay ratas. También las hay, por las calles; roban las casas, los coches y la tranquilidad, de ésa te han saqueado toneladas. Porque antes de ser madre sí qué tenías tranquilidad ¿Y ahora, qué vas a heredar? Pero lo bueno será que dentro de pocas horas para tu tía terminará el susto y para el ratoncillo será el fin de cualquier sensación. Te llamabas. Adiós. Ni modo, para qué espantaste a la tía.

miércoles, 16 de febrero de 2011

domingo, 6 de febrero de 2011

LEER, POR EJEMPLO



“Un puñado de personajes literarios han marcado mi vida de manera más durable que buena parte de los seres de carne y hueso que he conocido”. Así se expresa Mario Vargas Llosa en La orgía perpetua, un ensayo sobre la novela Madame Bovary de Gustave Flaubert. Y es que, aunque no tengamos conciencia de cuánto influyen sobre nuestra vida cotidiana y sobre las decisiones que tomamos, lo cierto es que todo libro va moldeando nuestro criterio. La imaginación del escritor se integra al recuerdo de los ojos solitarios del lector. La lectura es la forma más económica de adquirir experiencia y conocimientos; leer enriquece la vida.
Por lo anterior he disfrutado mucho el libro Escribir, por ejemplo (FCE,2008) de Carlos Monsiváis que reúne diez ensayos sobre la obra de Ramón López Velarde, Julio Torri, Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, José Revueltas, Juan Rulfo, Augusto Monterroso, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Carlos Fuentes. Me resultó un tanto decepcionante darme cuenta que conocía parte de la literatura de ocho de los diez autores analizados en el libro de Monsiváis y que desconociera por completo la obra de Julio Torri y de José Revueltas. Desde luego la decepción me la he provocado yo misma. Pues Julio Torri (1889-1970) nació en Saltillo en 1889, estudió en el Ateneo Fuente, la misma preparatoria en la que yo estuve. Igualmente José Revueltas, (1914-1976) al que no me había aproximado a su obra pesar de ser originario de Canatlán, Durango, (del mismo estado donde nací). Y es que, aunque estos dos autores forman parte ya del universo literario nacional, el azar no me acercó a ellos hasta el día de hoy. Por lo que siento haberme perdido la visión de dos extraordinarios pensadores. Por eso creo que tengo pendiente la tarea de conocerlos.
Especialmente llamó mi atención el ensayo de Monsiváis sobre José revueltas. Revueltas quien fue parte de una familia de artistas, donde se incluyen a sus hermanos Silvestre Revueltas (compositor), Fermín Revueltas (pintor) y Rosaura Revueltas (actriz). Él, desde muy joven hizo honor a su apellido; estuvo preso varias veces debido a su activismo político, por sus revueltas. Aún siendo menor de edad fue enviado a la cárcel de máxima seguridad que en ese entonces era las Islas Marías. En 1968 fue apresado y llevado a la cárcel de Lecumberri donde escribió su más famosa novela El Apando. En escribir, por ejemplo Carlos Monsiváis hace mención a este suceso por lo reproduce una escueta carta, que además resulta, al final, ser muy sorpresiva. El mensaje estaba dirigido al jefe de policía Luis Cueto Ramírez de la ciudad de México y dice lo siguiente:
Estimado Señor:
Dicen los periódicos que se me acusa de ser el responsable intelectual de movimiento estudiantil. Al margen de la realidad de estas afirmaciones, lo cierto es que soy un perseguido y que seguramente mi vida corre grave peligro; en rigor, soy un condenado a muerte por el sistema que usted representa. Según la costumbre internacional, los condenados a muerte tienen derecho una última petición, cuyo cumplimiento es cuestión de honor para quienes lo van a justiciar. A sabiendas de la existencia de esta tradición entre nosotros, y en la creencia de que será honrada, puntualmente, le informo de mi último deseo, con toda la cortesía de la que soy capaz. Estimado señor: Le solicito a usted que vaya y chingue definitivamente a su madre.
Le agradezco de antemano la respuesta afirmativa a mi petición.
Atentamente
José Revueltas.
José Revueltas quien murió a los 62 años por enfermedad, escribía a propósito de la matanza de Tlatelolco: “Amargo el encuentro del mal, de su gente, de su espacio. Evidentemente uno nació para otra cosa, fuera de tiempo y sin sentido. Uno hubiese querido amar, sollozar, bailar, en otro tiempo y otro planeta (aunque se hubiese tratado de este mismo). Pero todo te está prohibido, el cielo, la tierra. No quieren que seamos habitantes: Somos sospechosos de ser intrusos en el planeta…”