El siguiente texto es un fragmento de un ensayo que el maestro Jaime Muñoz, me invitó a escribir con el
motivo del centenario del natalicio del escritor durangueño José Revueltas:
1914, fue el año en que comenzó la Primera Guerra Mundial y el mismo que
dio a luz a grandes escritores. En
México fueron cuatro: Octavio Paz, poeta y ensayista (Cd. de México,
1914-1980. Premio Nobel de Literatura, 1990); Efraín Huerta, poeta (Silao,
Gto. 1914 - Cd. de México, 1982); María del Carmen Millán, narradora
(Teziutlán, Puebla, 1914 - Cd. de México, 1982.
Millán, fue la primera mujer que se integró, como miembro de número, a la
Academia Mexicana de la Lengua) y, José Revueltas (Durango, 1914- Cd. de
México, 1976).
José Revueltas, llevaba en
el apellido y en su cumpleaños (20 de noviembre) la rebeldía como destino; fue
cubierto por el polvo resultado del estallido de la Revolución Mexicana y de la
Primera Guerra Mundial. Provenía de una familia de artistas. Recordemos a sus
hermanos: Silvestre, músico; Fermín, pintor estridentista y Rosaura, actriz,
bailarina y escritora. Pareciera que los Revueltas hubieran sido moldeados por
una sensibilidad creadora.
La
vida y obra de José Revueltas, está muy bien sintetizada en el libro de ensayos
de Carlos Monsiváis: Escribir, por ejemplo. Allí, el autor le dedica un
capítulo titulado: “José Revueltas: Crónica de una vida militante”. Leyendo esa
crónica no quedan dudas sobre los rasgos más sobresalientes de la personalidad
de este duranguense. Por ejemplo, que fue un comunista e idealista
inquebrantable, aunque le decepcionaron Stalin y otros del Partido Comunista
Mexicano, por lo que fue expulsado de éste. También, deja clao que siempre fue
perseguido por el Gobierno y que fue la causa de que, en cuatro ocasiones, su
domicilio particular haya sido la cárcel: La primera, a los 16 años, vivió durante seis meses en la Correccional de
Menores del DF, acusado de rebelión, sedición y motín; dos veces estuvo en las
Islas Marías: una estancia de cuatro meses en 1932 y otra de diez meses, de
mayo del 1934 a febrero de 1935. Y la última aprehensión, cuando fue acusado de
ser el ideólogo del movimiento estudiantil del 68, esta vez permaneció dos años
y medio en, irónicamente, el llamado “Palacio de Lecumberri”, una de las
cárceles más brutales de México, ahora convertida en Archivo General de la
Nación. (Aunque popularmente la falsedad de la palabra “palacio” se cubrió
agregándole el adjetivo negro: “El Palacio Negro de Lecumberri”.) Es, en éste
último encarcelamiento cuando escribió El Apando, novela que fue llevada
al cine, en 1975, por Felipe Cazals.
El hecho de que José Revueltas haya sido un novelista, ensayista, cuentista, pensador, periodista,
dramaturgo, comunista,
perseguido y preso, es el común denominador en sus biografías y libros. Pero
también tenía buen sentido del humor, para ilustrarlo podemos citar la carta
(presentada en Escribir, por ejemplo de Carlos Monsiváis) que el
duranguense le envía al jefe de policía Luis Cueto Ramírez, después de ser
liberado de la cárcel. La cito:
"Muy
Señor Mío:
Sé que se me busca acusándome de subversión. Como están las cosas, mi vida, en
peligro, no vale nada y bien puedo considerarme un sentenciado a muerte. En tal
condición, y como reza la costumbre, tengo derecho a un último favor, que no se
le niega a nadie y ahora lo ejerzo. Señor jefe de la policía: este condenado a
muerte le pide, en uso de las prerrogativas de su inminente desaparición, y con
la certeza de que su deseo será complacido, que vaya usted y muy
respetuosamente chingue a su madre.
Atentamente: José Revueltas"
Es en esa “mentada de madre” al final de la
carta, es donde Revueltas hace un juego humorístico e inevitablemente se piensa
en la risa como parte de la ironía de una vida llena de calamidades.