Políticos y religiosos han propuesto remedios
para la Covid-19. Mencionaré algunos: la Secretaria de Gobernación, Olga
Sánchez Cordero usa unas gotas hechas con “nanopartículas” de cítricos; el
padre Solalinde habla de la alcalinización de la sangre a base de tés; el
gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, dice que la pobreza es un escudo contra
el coronavirus. El presidente López Obrador usa imágenes religiosas como protección
y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, consideró la posibilidad de
aplicarse luz ultravioleta o desinfectantes dentro del organismo. Actualmente, también
está de moda el consumo de gotas de dióxido de cloro o MMS (Miracle Mineral
Solution). Son innumerables los intentos por curar la Covid-19. Sin embargo, la
desesperación provoca más vulnerabilidad porque, distraídos por la desinformación,
no se aplican las verdaderas medidas preventivas, que son las que definen la
pandemia. Hablaré de estos y otros remedios.
Es
entendible que se crea que unas gotas con altos contenidos de vitamina C eviten
que el coronavirus entre al cuerpo, ya que siempre se ha dicho que la vitamina
C o ácido ascórbico, ayuda a prevenir la gripa, aunque no hay estudios
fehacientes que lo demuestren. Además, la Covid-19 no se puede considerar
gripa. Es ingenuo pensar que los cítricos podrían detener un virus tan contagioso
y letal.
En cuanto al tema del pH (potencial de
hidrógeno) que habla de alcalinizar la sangre. Esta información tiene años
circulando; promete terminar con el cáncer y con otras enfermedades
degenerativas y ahora también, dicen, cura el coronavirus. El pH de la sangre
es ligeramente alcalino de 7.35 a 7.45, estos parámetros sólo se modifican en
condiciones patológicas (imposible enumerarlas aquí). La razón por la que se
cree que es bueno alcalinizar la sangre, (algo que afortunadamente no sucede ni
con tés ni alimentos) es porque se sabe que las células cancerosas se
reproducen más en medios ácidos, pero esa acidez no es de la sangre sino de la
propia célula y cambiar el pH de la célula es más complejo que tomar un té. Hay
mucha información distorsionada al respecto. Desde luego, la buena alimentación
ayuda a que no nos enfermemos o que la gravedad disminuya. (No existe un pH de
menos 1 o de 17, la graduación del pH va de 0 a 14, el 7 sería el límite entre
acidez y alcalinidad, o sea el valor neutro).
Respecto
a la pobreza como medio de protección contra la Covid-19, el tema tiene muchas
aristas. Los primeros en enfermarse fueron personas que tienen la posibilidad
de viajar, pero sería excesivo llamarlos ricos por ese solo hecho. Asimismo, hay
un estudio que demuestra que en los indigentes la letalidad del coronavirus es
menor y la teoría es que, al estar expuestos a tanta suciedad, tienen mejor
inmunidad. En contraparte la revista Forbes ha revelado que un 71 % de
las muertes por Covid-19 en México, son personas de muy baja escolaridad y
desempleadas, por lo tanto, son pobres. Concluimos que, aunque la enfermedad es
muy democrática, si tienes comorbilidades y un servicio médico deficiente es más
probable que haya complicaciones y dificultades para resolverlas, excepto si duermes
en la banca de un parque. Además, el coronavirus ha llegado a todos los países,
sin importar el tipo de economía que tengan.
Sobre
la luz ultravioleta: ésta es muy importante, no sólo la artificial que se usa para
desinfectar espacios y superficies sino la natural, la del sol que nos hace sintetizar
vitamina D. Hay mucha información que demuestra que la mayoría de las personas que
murieron por Sars-CoV2 tenían deficiencia de vitamina D, por ello se recomienda
exponerse al sol diariamente (de 10 a 15 minutos) o tomar la vitamina en cápsulas,
ya que muchas personas no la sintetizan, aunque se asoleen. Es cierto que no
evitará el contagio, pero si hay más posibilidades de que sea menos grave. Al
igual que la vitamina C no hay riesgo en consumirla si es a dosis prescritas
por el médico.
En
cuanto a las gotas de dióxido de cloro conocidas como “milagrosas”, es
peligroso consumirlas porque cuando se combinan con un ácido se transforman en lejía,
por eso quienes las toman deben tener cuidado de no ingerir alimentos ácidas o
vitamina C. Las autoridades sanitarias están alertando sobre su consumo. Hay
personas sin escrúpulos que la venden, diciendo que es la panacea y que cura
todo. Por fortuna este tipo de productos duran poco en el mercado, pero pueden
causar daños irreversibles en los consumidores. Aunque la lejía es muy buena
para lavar platos y ropa, es igual que cualquier desinfectante: no se bebe.
Hablemos
de la fe religiosa contra la pandemia: No encontré ningún estudio que dijera si
los ateos se enferman más que los creyentes, o viceversa. Yo tengo fe en que
los científicos encontraran la solución.
Al ser una enfermedad nueva, la Covid-19,
los médicos también se han equivocado, no sabían cómo tratarla, pero la
experiencia de los países que la padecieron primero ha servido muchísimo. Actualmente
se han establecido medidas generales: Si es leve solo paracetamol y líquidos,
si se complica con neumonía, lo primordial es el uso de oxígeno, antibióticos,
antinflamatorio y antipiréticos. En los primeros pacientes europeos se descubrió
que se moría por una tormenta de citoquinas; una sobrerreacción del cuerpo
hacía el virus, donde se liberan sustancias que dañan a todos los órganos. De
allí surgieron el uso de inmunomoduladores (algunos de ellos anticuerpos monoclonales) o antinflamatorios
como Tocilizumab, Lenzilumab, Cobicistat, Sarilumab, Aviptadil,
Siltuximab, Bevacizumab Fingolimod, Gimsilumab, Ruxolitinib y esteroides como
la dexametasona. Posteriormente, en las autopsias descubrieron las micro y
macrotrombosis, entonces agregaron al tratamiento
los anticoagulantes como heparina y otros. Se han usado antivirales como Remdesivir,
Favipiravir lopinavir, Ritonavir, Umifenovir; antiparasitarios como Ivermectina e Hidroxicloroqina/Cloroquina
y antibióticos como Azitromicina. (estos tres últimos fármacos no
demostraron un beneficio real) De los que se han obtenido resultados, un poco más
alentadores son el Remdesivir y la dexametasona. También utilizan el plasma de
personas que ya padecieron la enfermedad (plasmaféresis). Aún no se demuestra
que el virus se destruya por alguna de estas medidas, pero si se disminuyen los
daños y la mortalidad. La distancia social, el cubrebocas y el lavado constante
de manos son nuestras mejores armas. Lástima que aún no lo entendamos.