Hace algún tiempo visité Chiapas; tierra de jade, ámbar, café, chocolate y magia; tierra fértil y, paradójicamente, tierra de mucha pobreza. Una de las cosas que más me sorprendió fue que, en San Juan Chamula, casi todo mundo llevaba una Coca-Cola consigo. Había hombres que, además, cargaban una botella de plástico llena de pox, un aguardiente hecho de maíz. Al entrar a la iglesia del lugar vi que la ceremonia religiosa incluía un ritual en el que se sacrificaban a una gallina, pero antes, con el cuerpo de ésta hacían una especie de limpia a la Coca-Cola que después se tomarían. Hay lugares en donde este refresco tiene tintes místicos, eso no ayuda a fomentar una nutrición adecuada. En México, tenemos un grave problema de salud pública provocado por una dieta con exceso de azúcares y en general, de carbohidratos y grasas.
La
frase del médico suizo, Paracelso: “Todas
las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. La dosis
diferencia un veneno de un remedio”, aplica para cualquier alimento: “El
veneno está en la dosis”. El subsecretario de salud Dr. Hugo López Gatell, ha
dicho que la Coca-Cola es “veneno embotellado”. “La chispa de la vida” que nació
como jarabe para la tos, es muy adictiva porque contiene cafeína y grandes
concentraciones de azúcar. Esta bebida estadounidense está tan arraigada en los
mexicanos que no sólo se usa para acompañar las comidas sino para la debilidad
porque dicen que les “bajó el azúcar o la presión” e igual se utiliza para
cocinar. Otros usos son aflojar tornillos, quitar el sarro de los baños,
eliminar óxido, etc. Es verdad, puede llegar a ser un veneno, pero al momento
de ingerirlo no hace sentir mal al envenenado, al contrario, actúa como
estimulante. Es una sustancia de la que no se percibe el daño a las primeras
dosis (excepto cuando descontrola a un diabético) sino hasta que se va
acumulando en el cuerpo al consumirse a grandes dosis y por tiempo prolongado.
No
solo la Coca-Cola y los refrescos embotellados, son los que tienen colapsado el
Sistema de Salud Mexicano: la obesidad, hipertensión y diabetes están haciendo
que la pandemia de Covid-19 sea más letal, también porque consumimos grandes
cantidades de comida industrializada, fabricada con conservadores, grasas trans
(que elevan el colesterol) y altos contenidos de sal y azúcar; comida que se
vende en todos lados, es barata y satisface al comensal, su sabor es agradable
y es real “no puedes comer solo una”. De allí, que seamos el tercer país con
más muertes en el mundo por Covid-19.
Existe una polémica que asegura que las
hamburguesas son perjudiciales para la salud comparada con los tacos. Se dice
que debemos consumir más la comida nacional porque es más sano. Pero nuestra
comida es saludable siempre y cuando se consuma en las porciones adecuadas. La
comida rápida y la llamada comida chatarra tampoco son insanas por sí mismas
sino por el proceso industrial con el que están fabricadas; si estos alimentos se
cocinan en casa se desecha la parte insana, pero si se ingiere más de lo
necesario resultará perjudicial también. Lo mismo pasa con los tacos que si se
comen demasiados dañan al organismo. Se reafirma así: “el veneno está en la
dosis”.
Los hábitos alimenticios y de actividad
física han cambiado en todo el mundo. La tecnología ha hecho que seamos más
sedentarios y las necesidades económicas provocan que las personas coman de
manera desordenadas y sin horarios fijos. Con frecuencia se come en el lugar de
trabajo, de allí que las personas no consuman nutrientes de forma balanceada;
se alimentan apresuradamente, no sólo porque el tiempo es limitado, sino que, en
algunos casos es por ansiedad o estrés. El comer rápido es un factor que
favorece la obesidad, al igual que los malos hábitos de sueño y, por supuesto,
la falta de ejercicio. Si a ello le agregamos un deficiente sistema de salud y
la irresponsabilidad de muchos ciudadanos que no usan cubrebocas y no mantienen
la distancia social en la pandemia de Covid-19, el panorama resulta muy desalentador.
Es un discurso infantilizado echarles
la culpa a las administraciones anteriores de nuestras enfermedades; por
supuesto sí tienen culpa, al igual que el actual gobierno, pero los ciudadanos
debemos ser más responsables con nuestro cuerpo. La función del gobierno está
en mejorar los hospitales, hacer programas y campañas efectivas de educación
nutricional y fomento a la salud, que incluye el etiquetado de los productos;
muy importante para que el consumidor tenga consciencia de lo que ingiere. Asimismo,
debe legislar sobre la publicidad y los lugares en dónde se vende comida
industrializada. Todos sabemos lo difícil que es llevar una vida de hábitos
saludables, pero los programas gubernamentales de medicina preventiva ayudarían
bastante.