Según Carmen Galindo
en su ensayo “Nicolás Guillén: vanguardia y compromiso social” las palabras
“sóngoro cosongo” son parte de las
“invenciones lingüísticas que los formalistas rusos llaman lengua
transracional” o lo que el mexicano Alfonso Reyes nombró como jitanjáforas;
expresiones cuyo valor único es la sonoridad. Sin embargo, estas palabras se
han vuelto, de alguna manera, emblemáticas para reconocer la condición de
desventaja del negro o del mulato: “¡Eh, compañeros, aquí estamos!/ Bajo el
sol/ nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos de los vencidos,/ y en
la noche, mientras los astros ardan en la punta de nuestras llamas,/ nuestra
risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.” Pero igualmente está presente el
orgullo de pertenecer a esta nueva raza arrojada por la conquista española y la
trata de esclavos africanos: “Y las dos razas que en la Isla salen a flor de
agua, distantes en lo que se ve, se tienden un garfio submarino, como esos
puentes hondos que unen en secreto dos continentes. Por lo pronto, el espíritu de
Cuba es mestizo. Y del espíritu hacia la piel nos vendrá el color definitivo.
Algún día se dirá: «color cubano».”
Este poemario
comienza con un prólogo que, según explica el autor, debe llamarse epílogo,
pues lo escribió después del libro. Hace resaltar la aversión que tienen
algunos hacía su obra y ello lo satisface: “No ignoro, desde luego, que estos
versos les repugnan a muchas personas, porque ellos tratan asuntos de los
negros del pueblo. No me importa. O mejor dicho: me alegra”. Describe, de
manera muy sensorial, la fortaleza
física y la musicalidad que son dos características inherentes a la condición
del mestizo cubano; establece la facilidad de estar en contacto con elementos
naturales o sobrenaturales; no existe materia en el universo que no contenga
vida, así se humanizan las cosas: “y sus casas nos miran con los ojos pávidos
de las ventanas.”
Vemos al cubano en el
fuego del sol quemándole la espalda, camina agachado sobre la tierra, ésa que
les da y les quita la vida. Mientras que ellos le arrancan la caña de azúcar. El mestizo también
conoce el agua, Guillén asegura: “Sabemos
dónde nacen las aguas,/y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo los
cielos rojos.
La música está
presente en todo el poemario; hay son, zumba, rumba y conga, acompañados por el
canto negro. El canto redondo del “congo solongo del Songo”. De los quince
poemas dee Sóngoro cosongo sólo el
último (Pregón) no menciona directamente a la música. En Sóngoro Cosongo
observamos retratos que cuentan anécdotas. Allí, el cubano que trabaja, canta,
baila y también al que la muerte le llega en un puñal, como en “El velorio de
papá Montero”: “¿Qué vas a hacer con la
noche,/si ya vio podrás tomártela, /ni
qué vena te dará/la sangre que te hace falta,/si se te fue por el caño/ negro
de la puñalada?”
Actualmente, lucir bronceado
se pone de moda. Las blancas se rizan el pelo, se hacen trenzas, se pagan una
bemba de colágeno y unas nalgas iguales a las que tanto han discriminado. La
envidia del blanco hacia el negro se manifiesta desde hace tiempo y Guillén así
lo percibía: “Y ahora que Europa se
desnuda /para tostar su carne al
sol/y busca en Harlem y en La Habana/ jazz y son,/lucirse negro mientras
aplaude el bulevar,/ y frente a la envidia de los blancos/hablar en negro de
verdad. Songoro
cosongo es poesía y es una postura política ante la forma
en que viven y sienten los de “color cubano”.