Pariente
indirecto del músico francés Héctor Berlioz, hijo de padre francés y madre judía;
el mexicano Sergio Berlioz es musicólogo, compositor y director de orquesta. Es
autor de cincuenta y nueve obras musicales y vino a Torreón, el 11 de
septiembre al TIM, a ofrecer la conferencia "La palabra contenida
de la canción a la ópera". Sergio Berlioz
nos hace sentir el pulso de la historia a través de la música:
─¿Se puede considerar una ironía
histórica el hecho de que los tres más grandes músicos estadounidenses (Leonard
Bernstein, Aaron Copland y George Gershwin) sean judíos de origen ruso?
─Si los tres hubieran nacido donde nacieron sus padres
estaríamos hablando de compositores rusos. Esa es una demostración de que no
solamente el elemento genético lleva al entendimiento de un pueblo, sino que el
lugar de nacimiento y el entorno son importantes. Para ser creador, en
cualquiera de las manifestaciones, hay que ser fiel a la esencia, fiel a donde
uno viene. No aparentar lo que no se es. Hay que estar en paz con los orígenes.
En el caso de estos tres compositores, son judíos, nacidos en Estados Unidos,
de padres rusos. Y que su música suene como suena, es precisamente por eso. Para
bien y para mal. Si estos músicos hubieran llegado a una cultura formada, donde
ya hubiera una reflexión y un arte perfectamente bien articulado, por ejemplo,
Alemania, allí nunca hubieran dejado de ser extranjeros. Pero los tres llegan a
un lugar en formación, que está creando su tradición, entonces ellos ayudan a
definir lo que es ese lugar. Rhapsody in Blue de
Gershwin, West Side Story de Bernstein y Salón México de
Copland, no dejan de ser obras de compositores judíos/rusos que están enseñando
cuál es el camino de la música, no es la música la que les enseña a ellos. No se trata de una ironía, es el reflejo de lo que es
América.
─¿Necesariamente la biografía de
un músico es su obra?
─Eso se ha cuestionado mucho. Las obras de arte son,
hasta cierto punto, autómatas y autónomas. Son independientes de quién la creó.
Pero uno no debe de estar preocupado por la vida del creador para entender la
obra. No significa que si conozco bien la vida de Beethoven, necesariamente, me
va hacer comprender mejor su obra. A veces la biografía del compositor es una
sucesión de anécdotas que no explica su arte. Obviamente, es un reflejo
autobiográfico en donde están las preferencias estéticas, gustos, ambiciones,
obsesiones… Cada compositor está en su música.
─En el caso de su poema
sinfónico: Toledo, la ciudad de las generaciones, éste no es autobiográfico
pero tiene que ver con la historia de sus ancestros.
─ Sí, es mi pueblo, mi familia. Pero en ese caso yo
escogí eso y Toledo… sonará independientemente de mí. Es un poema
sinfónico que habla sobre la expulsión de los judíos de España. Yo, como
compositor que también es judío, tengo un referente histórico. Yo mismo me
quedo asombrado. Esa es una obra que me rebasa. Las obras se van armando por
sus propias necesidades expresivas. Existen por sí mismas.
─¿Lo mismo se aplica para su
obra La luz de mayo?
─Mi Quinta sinfonía fue un
encargo del Gobierno del Estado de Puebla; fue un reto para mí, porque no suelo
aceptar obras con temática previa, pero eso me obligó a meterme más en uno de
los momentos más emblemáticos de la historia nacional y pude, primero,
comprender su importancia capital y después encontrar el camino para hacer
viable una obra musical con recursos musicales. En este caso el palpitar del
corazón de Juárez recibiendo la noticia del arribo de los franceses a
territorio nacional fue el motivante del primer movimiento, el segundo es la
célebre carta de Víctor Hugo a los mexicanos, cantado por un tenor, después
vino el tercer movimiento donde se arma el pueblo para la batalla y finalmente
el cuarto movimiento con el final del poema al Cinco de mayo de Guillermo
Prieto "Álzate,oh patria" con el coro a plena voz y que concluye con
la frase de Zaragoza: "¡Los libres no conocen rivales!"
─¿Tomando en cuenta la vida de
Richard Wagner, ¿existe, por parte de los judíos, un rechazo a su obra?
─En Israel hay un enorme conflicto para hacer Wagner,
pero no solamente allí, yo cada vez que dirijo Wagner, entro en ese conflicto.
Es como si despertará a un dragón dormido. Actualmente estoy leyendo un libro
de él, traducido al español, que se llama La música y los judíos. Yo no
había podido leerlo porque mi alemán no es tan sofisticado como para leer algo
tan denso como Wagner. Amo la música de Wagner, pero sé que era un hombre
antisemita. Hay varias caricaturas de personajes judíos en su obra, eso lo hace
antipático y si uno ve su biografía se da cuenta de que él era un ser detestable.
Su libro es atroz, contiene un delirante y profundo antisemitismo. Él dice que
los judíos siempre serán extranjeros, les niega el derecho a la ciudadanía y
asegura que nunca podrán comprender la música de su entorno. Sin embargo, allí
están los ejemplos de su pregunta, Gershwin, Copland y Bernstein, si ellos hubieran llegado como hijos de rusos a
Alemania, los cuestionarían. En cambio llegaron a Estados Unidos y se
adaptaron. Wagner apuesta a que un judío jamás se adaptaría. Eso está mal,
porque es mentira.
─¿Qué tan importante es la
aportación de los judíos a la música de concierto?
─Existe una producción de música vernácula en el
pasado, pero la participación, en la gran música de concierto, fue a partir del
siglo XIX. Un ejemplo es Felix Mendelssohn. Él y su familia se
convirtieron al cristianismo, se hicieron protestantes luteranos. Lo hicieron
para poder adaptarse. Incluso cambiaron su apellido a Mendelssohn-Bartholdy,
para diferenciarse de los judíos que se mantenían en su fe. Mendelssohn es
nieto de unos de los grandes pensadores judíos: Moses Mendelssohn que es quien establece la ilustración
judía o haskalá. Él logra que los judíos tengan carreras liberales. Cuatro de
los seis hijos de Moses se volvieron cristianos.
Después de Mendelssohn, el más notable compositor
judío fue sin duda Gustav Mahler. Mahler hace el papel de Noé y su arca bíblica
con la música: aglutina todos los recursos musicales posibles de su época y
hace de ella, como lo diría al gran compositor finlandés Jean Sibelius,
"Mi música busca crear mundos habitados con todos los recursos técnicos
posibles". Después de éste compositor austriaco, la lista de notables
compositores de origen judío es extensa y muy representativa del siglo XX y de
los que va del XXI, desde Schönberg hasta Plillip Glass, pasando por los
autores norteamericanos ya expuestos, el suizo Ernst Bloch y su emblemática rapsodia
hebráica "Shlomó" (Salomón) y en nuestro medio nacional Daniel Katán
y Samuel Zimann.
─Respecto a la interpretación, en
los compositores actuales es posible saber cómo desean que su obra sea
interpretada, ya que pueden dirigirla, pero compositores del pasado, ¿se sabe
cómo querían que se oyera su música?
─Eso es una lotería. Hay varias formas de interpretar
la música del pasado. Yo creo que hoy hacemos mejor música, tenemos más
información y mejores intérpretes. El nivel técnico que han alcanzado las orquestas
haría que Mozart se quedará pasmado ante el rigor y cuidado que lo hacen. O
quizá, se habría desencantado y hubiera dicho: “Las orquestas del año 1700 eran
más imperfectas pero eran más cálidas”. No sabemos, hay muchas posibilidades.
─En el libro Cómo escuchar
música de Aaron Copland dice que “para una brillante ejecución por parte de los músicos,
también se requiere de una brillante audición”, ¿está usted de acuerdo con él?
─Absolutamente. Lo complemento con algo que dice Alejo
Carpentier en su ensayo sobre la novela latinoamericana: “para que haya novela
tiene que haber novelística”. Para que Carlos Fuentes escribiera, como lo hizo,
tuvo que haber, desde tiempos de Sor Juana, una novelística que permitiera que
alguien dedicara horas y horas para leer La región más trasparente, Tierra
Nostra, Cristóbal no nato… Si una sociedad llega a permitir que
alguien escriba 800 páginas que se publiquen, que se lean y reconozcan, se debe
a que existe una novelística.
Cuándo Ramón
Shade y la música van a tener todo lo que se merecen; cuando el público
necesite la música. Por eso hay que generar una necesidad musical; la Camerata
es la máxima joya de la corona de Torreón y es el máximo proyecto de un hombre
valiente. Lo digo bien claro: Ramón Shade es un hombre que ha apostado a esta
ciudad y creado una orquesta con un sonido particular, con una serie de
cualidades sonoras que lo hacen distintivo. Conozco a Shade desde hace 30 años
pero hace varios años que no lo veía, lo que me parece muy favorable para lo
que estoy diciendo. No es para alagar a un amigo, lo digo con el estímulo de la
distancia, que me ayuda a comprender que lo que él está haciendo es importante.
Eso tiene que ser recompensado con un público preparado, que esté dispuesto a
escuchar y descubrir todas las propuestas que el director y sus invitados traen
a esta ciudad.
─En su conferencia, usted dijo que: "El canto
es la prolongación de la palabra", de acuerdo a este concepto, ¿los
pájaros cantan?
─No. El único ser que canta con la intención, el
cuidado y el placer de hacerlo es el ser humano, porque tienen las condiciones
neuronales para ello. Los pájaros no cantan, se comunican, miden distancia. Si
me pregunta, ¿el arte existe en la naturaleza? La respuesta es categórica: No.
El arte es un acto de voluntad, de inteligencia. A mayor arte mayor
inteligencia. Son muy inteligentes Tchaikovsky, Wagner, Bach… muestran su inteligencia al crear algo
que no existía. Los pájaros son para el músico lo que el paisaje es para el
pintor. Son materia prima. El sonido de un pájaro puede ser muy bonito: lo toma
un compositor, lo elabora y se lo da a una flauta. El pájaro no hace música. Ahora,
si los pericos nos imitan y quieren tener una conversación con nosotros, pues
eso se lo dejamos al ornitólogo, no al músico.