Escribir lento lento lento
y convertirme en un ________ pero no baboso ni con la casa encima. O rápido rápido
y sentir que soy un ________el más veloz de todos los animales sobre la tierra,
tan de África, tan manchado, tan felino. Y puedo narrar desde la altura viendo
hacia abajo creyendo que soy un_______ de
cuenta, aunque no sé de cuál cuenta. Teclear arrastrando el cuerpo como _______un
quemador, muy peludo, como las cejas de Frida Khalo. O garabatear lo peor posible
porque me estoy volviendo _________ sin ser vaca ni inglesa
ni dar leche.
Y qué, yo estoy escribiendo
y a punto de decir que no lo haré más, únicamente porque Aldous Huxley dijo que
cuesta el mismo trabajo escribir un mal libro que un buen libro, que ambos nacen
con idéntica sinceridad del alma de su autor. Yo no sé si Huxley tenía razón,
porque en mi hay certeza de que los malos artículos periodísticos me hacen
trabajar mucho más que los buenos, si es que los logro. De verdad, no me cuesta lo mismo hacer un texto al que
califico como tonto que uno que al que consideré más o menos. A mí los contenidos
absurdos me hacen trabajar más, porque bien sé que lo que se me ocurre es eso,
una ocurrencia y siempre hay culpa por ello. El que escribe se esmera en
disfrazar las palabras y no siempre se obtiene buenos resultados. Entonces
comienza una especie de prurito frontal, acompañado de una sensación de que se
está rozando la charlatanería.
Ahora que veo que hay
demasiados escritores y pocos lectores, me intriga, porque es un mundo donde las imágenes le han
ganado a las palabras, ¿por qué hay tantas personas que queremos llamarnos
escritores, si no hay nos quién lea? Han surgido literatos por todos lados: blogueros,
tuiteros, feisbuqueros y hay que decir que en muchos de ellos hay un ingenio
sorprendente. Además, para escribir no se necesita nada. El talento es necesario
sólo si se escribe bien, de otro modo nada importa. Finalmente todo se puede ir
al bote de basura. Porque quien escribe, si es que está consciente, no está
seguro si lo que redacta es bueno o es tan sólo porquería.
Me intriga saber qué es lo
que nos mueve a plasmar las ideas en la pantalla, antes papel. Será verdad que
lo único que motiva a las personas a escribir es creerse inteligente y la
necesidad de reconocimiento. Puede ser verdad todo eso, pero lo seguro es que
surge como un impulso irracional y en contra del sentido común, pues a quién se
le ocurre dedicarse a un oficio del que pocos pueden vivir.
Ahora y para
distraer mi confusión, vienen las estas palabras de Vargas Llosa donde habla
sobre el arte: “La creación -no solamente la literaria, sino la creación en
general- exigen la participación de la totalidad humana. Cuando uno escribe,
como cuando pinta o esculpe o compone, lo hace con todo su ser, lo hace con su
conocimiento. Desde luego, lo hace también con sus sentimientos, con sus
pasiones, sus instintos, lo hace con sus demonios, con sus obsesiones (…) Se
puede decir, tal vez, que hay algunos géneros en los que la intuición, la
emoción y los sentimientos tienen una función más determinante que en otros.” Se
escribe pues, con todo lo que se tiene y con todo lo que se carece.
Por eso, yo desearía que
una de mis palabras dijera más de dos imágenes, ésa sería la ventaja de la
escritura, decir perro y que cada quien traiga él que quiera, hablar de un hombre
o mujer hermosos y que aparezcan desnudos. Cosas así quiero, palabras mágicas
de una mente frustrada porque el mundo de las imágenes le quita todo a la
palabra. Eso ha hecho la televisión. Por eso, a veces pienso: para qué
escribir.