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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

domingo, 12 de febrero de 2017

DALIA SOTO DEL VALLE: LA PRIMERA DAMA CUBANA QUE NUNCA LO FUE

Hoy en  El Siglo de Torreón se publica mi entrevista con la periodista y escritora cubana Lissette Bustamante

El 25 de noviembre de 2016, murió, oficialmente, Fidel Castro. 90 años de “aquél hombre devorado por el poder”,  la muerte le llegó en episodios y ésta no fue su partida definitiva. Casi medio siglo gobernando Cuba el espíritu del líder de la revolución cubana no llegó a la hoguera de “en polvo te convertirás”: él sigue hablando en la voz de otros.
         La frase ¡Fidel Castro ha muerto! fue un grito de libertad y sumisión; el mundo dividido en dos: dios y el diablo. En la escisión se escuchó el llanto de los que amaban el comunismo y la revolución cubana; el buen sistema educativo, los programas de alfabetización, los eficientes servicios de salud,  la potencia isleña en el deporte y las artes. Esa noche, la mitad que lo veneraba no pudo dormir porque extrañarían la presencia del dictador, el padre punitivo al que se le amaba, porque a los padres se les ama a pesar de todo. Y en el otro mundo, estaban los que se alegraron de su muerte, recordaron a los Marieles, a la expatriación forzada, a los balseros y a los cientos de cubanos que huyeron hacia la muerte. Recordaron la frase exiliada de decenas de ellos: “no pude ir a ver morir a mis viejos”; venía a la mente la Cuba de los presos políticos, la del hambre, la prostitución y el olor a diésel quemado. Ese mundo que sufrió el destierro ahora bailaba en Miami, con un vaso lleno de “Cuba libre”. Por eso: “ser cubano es muy complicado, dentro y fuera de la isla; en cada sonrisa cubana se encierra mucho dolor”, me dice, desde Miami, la periodista cubana Lissette Bustamante autora del libro Raúl Castro, a la sombra de Fidel.
         Mientras me preguntaba cuál sería la razón del porqué hasta ahora apareciera una fotografía de la familia de Fidel Castro; el fenómeno de  sincronicidad hizo que en ese momento viera, en Telemundo, una entrevista que le hacían a Lissette Bustamante, en la que hablaba sobre la viuda de Castro: me quedé fijada en una de sus frases: “Dalia Soto del Valle nunca fue Primera Dama”. Busqué a Lissette y sostuve una larga conversación telefónica con ella, Enseguida comparto parte de esa  información.
Lissette, me llamó la atención la frase que dijiste en tu entrevista de  Telemundo sobre que Dalia Soto nunca había sido Primera Dama, ¿Podrías explicarme?
Es que Dalia Soto del Valle, fue la otra sombra de Fidel. Hubo una época en que no se sabía si él tenía esposa o no. Nunca aparecía en actos oficiales era una desconocida. Se le veía con sus hijos cuando iban los Papas a Cuba, pero nadie sabía de quién se trataba. La imagen de la esposa de Castro empezó a verse en los años 90, pero no como su acompañante sino como cualquier otra persona que iba en el grupo. Sin embargo, eso fue para el mundo pero no para los cubanos, porque en Cuba fue en el año 2003 cuando se supo formalmente quién era ella. Esto fue en un juego de pelota que Castro tuvo con Hugo Chávez. Fue la primera vez que los cubanos supieron abiertamente quién era su Primera Dama.
─ ¿Conoces la historia de cómo se conocieron?
Sí, claro. En el año de1961, Castro había ido a Trinidad (una región al sur de la isla) dónde conoció al papá de Dalia, (que por cierto, este señor era un hacendado que perdió muchas tierras con la Revolución). Fidel llegó allí para dar un discurso sobre la alfabetización y entre la multitud sobresalía una hermosa chica de 17 años, rubia de ojos azules. (las rubias siempre fueron su debilidad, Fidel era muy mujeriego) Y al Comandante, quien entonces tenía 36 años, le llamó la atención la chica. Entonces él ordena a su asistente, Pepín Naranjo, que invite a Dalia a la velada que tendrían esa noche. Los presentan, se quedan solos y al año siguiente tienen a su primer hijo Alexis. Luego Castro ordena que la trasladen a la Habana, pero no a su casa, él la visitaba a escondidas por las noches. Sin embargo, fue hasta después de la muerte de Celia Sánchez Manduley en 1979, que se casó con Dalia. Celia era Secretaria de la Presidencia del Consejo de Ministros, una mujer muy cercana a Fidel; ella era la única capaz de discutir cara a cara cuando él tomaba decisiones equivocadas. Una mujer poderosa que el pueblo cubano quería mucho. Muerta Celia, en 1980 se casa con Dalia que vivía en una casa en el barrio de Jaimani, una zona alejada del centro de la Habana. De Fidel nunca se sabía dónde dormía, tenía una obsesión por los satélites espías, por eso instituyó las llamadas “casas de visita” dónde él podía llegar cualquier noche. Además, él tenía una obsesión por el trabajo y trabajaba hasta la madrugada. Por eso recibía a sus invitados de noche.
¿Eran lujosas esas casas?
─ Bueno, comparado con el estándar cubano sí, pero el lujo de Cuba nada tiene que ver con el lujo mexicano. Digamos que eran casas austeras que tenían todo lo necesario, pero sin ostentación.
─ ¿Conociste en persona a Dalia Soto?
─ Una vez la vi en el salón de reuniones del Consejo de Estado, pero no la traté. Tenía fama de pesada. Te voy a decir algo que escribí en mi libro: “La familia Castro Soto del Valle no ha tenido color, solo la oscuridad del silencio. Dalia Soto del Valle nunca fue Primera Dama. Pero algún día la vida privada de Castro dejará de ser una conversación susurrada en el malecón”. Dalia fue una mujer sin influencia, un reflejo del machismo cubano.
¿Qué conoces de la vida privada de Fidel Castro?
─ Oficialmente, tiene seis hijos, uno con su primera esposa Mirta Díaz─Balart: Fidelito (un físico─matemático formado en Moscú) y cinco con Dalia, que, por cierto, todos sus nombres comienzan con A: Alexis, Alejandro, Alex, Antonio y Ángel Castro Soto. El hombre estaba obsesionado con Alejandro Magno. Pero extraoficialmente tuvo otros cinco hijos. Aunque hay dudas sobre cuántos fueron. Sé también que le gustaba jugar ajedrez, que iba de cacería o de pesca y disfrutaba mucho de la sopa de cherne.
¿Cómo es esa sopa?
─ Es una sopa hecha de cabeza de pescado. Le gustaba la pesca submarina y tenía una isla particular para él: Isla Cayo Piedra. Sólo él y sus allegados podían ir allí. Gabriel García Márquez sabía todo sobre Fidel pero nunca escribió un libro. Se llevó todos esos secretos a la tumba.
─Estás haciendo un documental sobre Fidel Castro y allí abordaras la vida de Dalia Soto, que me puedes decir sobre eso?
─Sí, trabajo en ello y allí hablaré de ella. Es muy difícil, vivo en Miami pero aquí mi situación también es complicada; me acusan de comunista, sólo porque a mí no me gusta gritar tanto. Pienso que Raúl Castro es diferente a Fidel y que es cuestión de que se le dé oportunidad. Se desatan los demonios con los cambios que él hace; está rodeado de fidelistas que no lo dejan avanzar. Pero mira, ya fue Obama a la isla. Aunque no sabemos qué pasará con la llegada de Trump, porque muchos republicanos están a favor del embargo económico.
─¿Por qué era tan importante el embargo económico si solamente Estados Unidos era el único país que lo mantenía, el resto del mundo era libre de hacer negocios con Cuba?
─Bueno, eso era en apariencia porque si, por ejemplo, una empresa española compraba o vendía un producto a Cuba y luego quería hacer lo mismo con Estados Unidos, éste lo vetaba e igual sucedía con los demás, de modo que se cerraban las puertas. A Cuba no le da crédito Estados Unidos.
─¿Cuál el objetivo de tu documental?
Quisiera mover la sensibilidad más allá de izquierdas y derechas. Qué los cubanos dejen de preguntar si eres de Miami o de Fidel. Si logro mover una sola  neurona de un ser humano para que comprenda los últimos cincuenta años cubanos; si logro que los cubanos podamos discutir sin descalificarnos ni injuriarnos ni medir quién ha sufrimiento más; si por un segundo nos quitáramos las etiquetas, estaré satisfecha. Habrá valido la pena.
         He llorado mucho, te confieso que al ver la imagen de Fidel se me venía encima la primera vez que me tocó el hombro, la primera vez que hablé con él. Así como se fue dando mi trabajo, haciendo reportajes, documentales de salud y sobre él mismo. Pero a medida que tuve más acceso al poder me fui desencantando.
─¿Cuándo vino lo peor para Cuba?
─ Con la Perestroika, con la caída del muro de Berlín; se terminaron los apoyos económicos a la isla. Entonces comenzamos a vivir de imaginación. Llegamos a comer gato que se vendía como pollo. Se hizo un manual de plantas comestibles para casos de guerra y hambruna. 
─¿Por qué dejaste Cuba?
─ Porque estuve en desacuerdo con el asesinato del general Arnaldo Ochoa Sánchez, que junto con otros tres fueron fusilados, acusados de traición a la Patria por narcotráfico. Eso fue un 13 julio de 1989. Me dieron permiso de irme a Argentina y un año después de la muerte del general, el 13 de julio de 1990, regresé a cuba y fui al cementerio a visitar su tumba, pero las sepulturas no estaban identificadas. Me vieron los de seguridad y me acusaron. Me hicieron una especie de juicio, me mandaron a casa en “plan pijama” es decir sin trabajo pero me seguían pagando. Me llamaron traidora, gusana. En 1992, busqué la forma de irme a Madrid por invitación de una familia que por medio de una carta se comprometió que a los tres meses yo regresaría a Cuba e hice quedar mal a esta familia pues no volví. Ahora quiero ir a ver a mi mamá enferma, pero no puedo.

La periodista y escritora Lissette Bustamante, a quien Fidel Castro llegó a nombrarla “La Fallaci cubana”,  vive una situación difícil en Miami. De nada sirvió su trabajo en la televisión cubana cubriendo actos oficiales y entrevistas del gobierno, pues no puede viajar a ver a su madre. Ella sostuvo largas conversaciones con Raúl Castro, material que le dio para escribir su libro Raúl Castro a la sombra de Fidel. Por cierto, Raúl Castro es viudo desde el 2007, un año antes de ser el presidente cubano.

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