Mi foto
Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

domingo, 31 de julio de 2016

OCHO DIVAGACIONES Y UN SUSPIRO


1.- A mí me han dicho que en México las personas no leen, pero yo veo que todo el día están agachados con sus ojos y manos sobre las letras, no sé qué es lo que leen en esas pantallitas, pero leen. Tanto que he pensado que somos un pueblo muy culto, además porque el 90 por ciento de la población adulta se sabe de memoria un poema de un autor judío, aquél que fue asesinado cruelmente. En latín este poema se titula “Pater Noster”. Hasta yo me lo aprendí: “Padre Nuestro que estás en los cielos/ Santificado sea tu Nombre/ venga a nosotros tu reino..”, pero mejor no lo escribo, para qué, si todo aquél que lea este texto ya lo sabe.
2.- Me enseñaron que los apóstoles de Cristo eran doce, pero luego haciendo cuentas me di cuenta que eso era mentira y que en realidad fueron trece y otros más de los que La Biblia no menciona su nombre. Sí, estoy de acuerdo en que no estuvieron juntos, pero, principalmente, fueron trece los que recibieron el nombramiento de apóstol. Recordemos a Judas Iscariote, él que uso la señal del beso para entregar a Cristo, y así poder cobrar un pago de treinta monedas de plata. Luego, Iscariote arrepentido de traicionar al Maestro, se suicidó. Y fue sustituido por el apóstol Matías, aunque él no obtuvo el nombramiento de parte de Cristo sino que fue por consenso de los once que quedaban, nombrarlo.
3.- Me dijeron que tres cuartas partes de la tierra eran pura agua, pero tengo mis dudas sobre esa sentencia que aprendí en la escuela primaria. ¿Será ese el porcentaje? porque no hay que olvidar que debajo de los océanos, mares, lagos y ríos, hay tierra, mucha tierra. No me aclararon si se trataba sólo de la superficie.
4.- Está dicho y redicho, ya lo sé, pero no está demás repetirlo. En El Quijote no está escrita la frase: “Deja que los perros ladren Sancho, es señal de que avanzamos.” Así como tampoco Sir Arthur Conan Doyle en los relatos de Las aventuras de Sherlock Holmes, nunca hizo que su personaje principal dijera: “Elemental, mi querido Watson”. Ahora es muy fácil comprobarlo, cuando se tiene acceso a los libros en forma digital, simplemente se busca la frase que se desea y aparece, o no, lo buscado.
5.- Con frecuencia, en los medios de comunicación, muestran encuestas que dicen que México es uno de los países más felices. No creo en tal falacia. Lo que yo considero que pasa es que tenemos el primer lugar como mentirosos y que los mexicanos que contestan las encuestas, mienten sin ningún pudor sobre su estado anímico. El interrogado se dice feliz sólo porque le gusta llevarse la contraria a sí mismo. Hay que ver las caras de la gente manejando sus coches o los que van en el trasporte público; casi todas son caras como de “sauce llorón”.
6.- El símbolo π (la letra griega pi) sirve para ejemplificar la relación de la longitud de la circunferencia y su diámetro. En la preparatoria me enseñaron que ese valor servía para determinar el área del círculo; pi por el radio al cuadrado. En ese entonces me aseguraron que su valor era 3.1416. Pero ahora sé que su valor es infinito 3.1415926535897932… me imagino que fue por eso que, durante la prepa, no me iba tan bien en matemáticas.
7.- No entiendo bien por qué, siendo México un país de pobres, estamos tan regordetes. Allí sí, los dos tópicos son verdad: gordos pobres. No entiendo
8.-. Cada vez me parece más absurdo cuando alguien declara que las disciplinas artísticas no sirven para nada, como si un poema, una pintura, un baile, una canción, una película… pudieran dejar de existir y que el mundo seguiría avanzando como si nada. Pero, acaso no son todas las expresiones de arte, producto de la creatividad y el trabajo de personas y que a su vez provocan en el espectador emociones y motivos que le hacen más llevadera la vida. La creatividad artística da origen a otra creatividad más cotidiana y aplicable. ¿No se trata la vida de emociones? Pues eso es el arte, emociones.  

1.- Un suspiro.

domingo, 17 de julio de 2016

HOJAS DE PARRA


 

Sí, yo también cuando leí este título pensé en el platillo árabe hecho con hojas de parra rellenas de arroz y carne, o rellenas de casi cualquier cosa, según sea la región de origen y que, invariablemente, cada familia que las prepara considerara que su receta es la mejor de todas. Pero no, este artículo no se trata de comida sino del poemario Hojas de Parra del poeta chileno Nicanor Parra.  
         Nicanor Parra, nació en la Región del Biobio en Chile, en el año de 1914 (el próximo septiembre cumplirá 102 años). Parra es matemático y físico, pero sobre todo es poeta; ha recibido el Premio Nacional de literatura (1969) y el Premio Cervantes (2011), entre muchos otros. Don Nica, como lo llaman sus allegados, es conocido por instituir lo que se conoce como la antiprosa y especialmente por ser el creador de la llamada antipoesía. La antipoesía tiene como característica el uso de lugares comunes y un lenguaje coloquial. En los poemas de Parra se encuentran historias plasmadas de una forma redonda, son como cuentos que bien podrían estar en prosa. No busca el rebuscamiento ni las figuras retóricas usuales de la poesía convencional.
         Del libro Hojas de Parra sobresale un poema,  el más conocido, se trata de “El hombre imaginario”, en donde cada uno de los versos incluye la palabra imaginario, excepto en la línea en donde se menciona el dolor, dejándonos así en el asombro de su reflexión: todo puede ser imaginario menos es dolor. Aquí: “El hombre imaginario/ vive en una mansión imaginaria/ rodeada de árboles imaginarios/ a la orilla de un río imaginario/ De los muros que son imaginarios/   penden antiguos cuadros imaginarios/ irreparables grietas imaginarias/ que representan hechos imaginarios/ ocurridos en mundos imaginarios/ en lugares y tiempos imaginarios/ Todas las tardes, tardes imaginarias/ sube las escaleras imaginarias/ y se asoma al balcón imaginario/ a mirar el paisaje imaginario/ que consiste en un valle imaginario/ circundado de cerros imaginarios/ Sombras imaginarias/ vienen por el camino imaginario/ entonando canciones imaginarias/ a la muerte del sol imaginario/ Y en las noches de luna imaginaria/ sueña con la mujer imaginaria/ que le brindó su amor imaginario/ vuelve a sentir ese mismo dolor/ ese mismo placer imaginario/ y vuelve a palpitar/ el corazón del hombre imaginario.”
          Pero si Nicanor Parra escribe versos como los de “El hombre imaginario”, también lo hace desde la burla de sí mismo y la escatología en un poema nauseabundo: “Moscas en la mierda” nadie tiene ninguna valor moral para nada si no ha vivido como él:Al señor -al turista -al revolucionario/ me gustaría hacerles una sola pregunta:/ ¿alguna vez vieron una nube de moscas/ revolotear en torno a una plasta de mierda/ aterrizar y trabajar en la mierda?/ ¿han visto moscas alguna vez en la mierda?” porque yo nací y me crié con las moscas/ en una casa rodeada de mierda”. Dice el poeta. Este escritor exhibe al hombre como lo que es, una contradicción en todo lo que hace y siente. En su poema “Yo no creo en la vía pacífica” se vuelca en la incredulidad: “no creo en la vía violenta/ me gustaría creer en algo, pero no creo/ creer es creer en Dios/ lo único que yo hago/ es encogerme de hombros/ perdónenme la franqueza/ no creo ni en la Vía Láctea. Así uno podría continuar el poema, hablando de todas las vías en las que uno no cree y ponerse cursi y decir que siempre queda la esperanza de que la vía oral funcione.
         La mayoría de los traductores de poesía coinciden en que los versos son difíciles de traducir, en este caso y quizá por tratarse de la antipoesía, no creo que los traductores tengan algún problema, pues aunque cada uno de los textos podría tener intenciones escondidas, se trata de un lenguaje directo y sencillo. En el primer poema de Hojas de Parra: “Canción para correr el sombrero”, cuenta la historia de un indigente, en silla de ruedas,  y de cómo éste se inventa historias y exige a dinero para su dosis de heroína.  Hay crítica social en la poesía de Nicanor Parra, pero hay más crítica al individuo que se escuda en su entorno para cometer faltas. El chileno se burla de la inocencia fingida del quejoso que considera justificable su inmoralidad en pos de hacerse justicia por sí mismo.

         No pude encontrara Hojas de Parra en librerías pero se puede encontrar completo en PDF en la Internet.

sábado, 2 de julio de 2016

ERAN TAN BUENOS

Cuadrado negro de Malévich, ¿Qué fue lo que le dijo Dios? 


Antes de saber lo que ahora saben, ellos eran buenos. Creían que el pronunciar ciertas palabras podría herirles la boca o la consciencia; jugaban en la tierra y con los árboles. La vida los enamoraba con el canto omnipresente de la paloma torcaza y del gallo vespertino. Los hermanos eran amigos y se querían con un amor dulce y perfecto. Se cuidaban entre sí, aún en el desacuerdo. Se protegían unos a otros. Qué alegría estar juntos, compartir la mesa, reír y amar a los padres en coro. En el verano infantil  llovía mucho y en el choque de la lluvia, la abuela les decía que en los charcos había soldaditos saltando y ellos los veían. Y sólo para que los amenazaran con que iban a enfermarse, se empapaban con el agua del cielo. Desbordados, aquellos chiquillos gritaban entre brincos de cama y  recreos de rondas infantiles. En aquel caserón de techos altos y zaguán, eran buenos. Se amaban.
El padre tenía que trabajar duro para ofrecerles lo mejor que podía. La madre hacía lo propio en la cocina o lavando la ropa o planchándola. Ella, les cosía, en su máquina Singer, vestidos hermosos a sus niñas, a esas niñas que hacía llorar cada vez que las peinaba. Los niños corrían por el campo verde adornado con  flores amarillas. Andaban en bicicleta, jugaban a las muñecas, al trompo o a la canica. No había distinción: el privilegio del niño era el de la niña. Aunque las cosas fueron cambiando lentamente cuando se vislumbraba la adolescencia: “la mujer debe de cuidarse más”. A veces hubo tristeza en ese hogar, pero ésta no se expresaba con enojo; la tristeza estaba llena de bondad.
         Se paseaban por la plaza del pueblo antes de ir a por el pan recién hecho. Cuando la compra había sido surtida, se peleaban porque todos querían comer conchas en lugar de cochinitos o polvorones. Los niños se subían a la higuera para platicar y comer higos hasta sentirse sofocados; bajaban con la piel irritada porque: “las ramas de la higuera producen comezón”. Era algo cotidiano, subirse al árbol de moras (que en ese tiempo no era “la moral”) y bajarse con manchas en la ropa que no se quitaban con nada, igual que las del jugo de granada. Y luego, con frijoles en la mano acudir a gritar lotería o por las noches de vacaciones jugar turista, ese juego de mesa que los volvía comerciantes y viajeros. Así, se contaban chistes sin gracia y reían hasta la madrugada.
         Cuántos hermanos eran, no se sabe. Se fueron perdiendo entre los engaños de la vanidad. Unos en el pasado perfecto y otros en el engrandecimiento de los defectos. Todos, mujeres y hombres, llegaron a viejos y no sabían con claridad quiénes eran, pues era cierto que llevaban un primer apellido equivocado y eso los había confundido para siempre.
         Había varias teorías del porqué los hermanos habían perdido su nobleza; pero la verdadera razón había sido porque alguna vez escucharon la historia de dos hijos de Adán y Eva, que decía:
“Un día, Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo, y cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. Entonces el Señor le preguntó a Caín:
—¿Dónde está tu hermano Abel?
Y Caín contestó:
—No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él?
El Señor le dijo:
— ¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra, me pide a gritos que yo haga justicia. Por eso, quedarás maldito y expulsado de la tierra que se ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste…”

         Aquella historia horrorizó a los chiquillos, pero al mismo tiempo les hizo contemplar las posibilidades que pueden existir en las relaciones entre hermanos. No siempre serían de generosidad. Y Dios, que entonces era un lugar seguro, se convirtió en incertidumbre o en franca inexistencia… (Fragmento de mi cuento: “¿Qué fue lo que te dijo Dios?”)