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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 21 de mayo de 2016

SAÚL ROSALES VISTO POR ÉL MISMO


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Hace trece años leí la autobiografía del maestro Saúl Rosales, texto que pocos  conocemos porque nunca ha sido publicado. Con esta lectura tuve una idea de cómo se veía él a sí mismo y de cuáles fueron los hechos de su vida que consideraba relevantes. Allí, recuerda a su madre Epigmenia Carrillo, mujer de “talante festivo” a quien no le gustaba su nombre, por eso fue cuidadosa al escoger él de sus hijos. Así, llamó Saúl a su quinto hijo; un nombre bíblico para aquel niño que al hacerse hombre reclamaría su fe en el ateísmo. Rosales escribe de su madre con ternura, con admiración. Epigmenia es una mujer estoica, diligente en casas extrañas; mantiene a una familia de seis, porque el padre enfermo aporta poco o nada al sustento familiar. Su madre murió en 1983, a los 76 años, de un obstinado cáncer: “Me quedé para siempre con el autorreproche de no haber podido decirle nunca te quiero”, dice el autor.
         Los retratos junto a su padre son de colores tristes. En uno, el niño de cuatro años, de blanquísima piel y pelo negro (abundante y ensortijado) está encaramado en la barra de una cantina, mientras David Rosales, su padre, toma cerveza y presume de su hijo varón, (otros dos no habían sobrevivido). En otra imagen, el pequeño camina por algún burdel de la zona de tolerancia, acompañando a su progenitor. El último retrato es donde el escritor aparece preocupado por saldar las cuentas del Hospital Universitario, lugar donde falleció don David a la edad de 92 años.
         Saúl Rosales nació en Torreón en 1940 en la colonia Metalúrgica y creció en la colonia Ana, en el barrio de la Paloma Azul. Fue un niño tímido, inhábil jugador de beisbol, trompo, balero y canicas. Era malo para los juegos más no para el trabajo. A los doce años se desempeñó como aprendiz en una imprenta, pero al año lo nombraron linotipista, provocando el asombro de sus compañeros. Estudió en la escuela primaria federal Felipe Carrillo Puerto, dónde fue una víctima más, de quienes consideraban obligatorio a recitar “El brindis del bohemio” de Guillermo Aguirre:y a pesar del glamur precarista de una cosa así me sentí ridículo por el gigantesco moño negro de listón y el saco de supuesto bardo con que me caracterizaron”, asegura el escritor.
En sus días escolares, Rosales, se deslumbró con el libro América es mi patria de Wilberto Cantón; conoció la poesía con Hojas de hierba de Walt Whitman y la novela La buena tierra, de Pearl S. Buck, de esta obra expresa: “No recuerdo nada de la novela de Buck. Nunca he podido releerla […] no recuerdo nada, excepto que me hizo muy feliz leerla y que ella contribuyó a despertarme la idea de ser escritor algún día”.
El joven Rosales terminó la primaria y luego siguió trabajando en la imprenta para ayudar económicamente a sus padres. A los diecinueve años viajó a la ciudad de México dónde se enlistó como soldado y posteriormente ingresó a la Escuela Militar de Mecánicos de Aviación de la Fuerza Aérea Mexicana (que después sería trasladada a Zapopán, Jalisco). “Llegué a sargento segundo de alumnos y a comandante de la escolta de la escuela que para entonces ya integraba, con la de pilotos y la de meteorólogos, el Colegio del Aire de la Fuerza Aérea Mexicana”. Aun haciendo la carrera militar nunca dejó la literatura, recuerda sus lecturas y entre muchas, la de Las Novelas ejemplares de Cervantes. En 1956, recibía “un abultado sueldo” como mecánico de aviación en el hangar presidencial durante el sexenio de Adolfo López Mateos. “Había que dar mantenimiento a dos F-27 y a un DC-3”, fue en ese tiempo cuando comenzó a escribir. En 1965 dejó la fuerza aérea y se desempeñó como empaquetador de libros en las bodegas de una librería, después fue ascendido a vendedor y allí conoció a Juan Rulfo, quién lo recomendó para trabajar como reportero para el periódico El día.

En estas páginas está el amor de Saúl Rosales hacía sus hijos Igor y Nadia, sus andanzas de profesor, su militancia de izquierda, sus amargos recuerdos de su relación con una directora teatral y las historias con sus Dulcineas, relatadas unas con respeto y otras con cariño. Espero que el maestro Saúl Rosales publique pronto su autobiografía.