Mi foto
Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 26 de marzo de 2016

MUJERES GUERRERAS VISTAS POR SOTOMAYOR GARZA


La mujer en los movimientos armados en México (Editorial Porrúa, 2016), escrito por el magistrado Dr. Jesús G. Sotomayor Garza, es un libro que, destacando la participación de la mujer, hace un recuento de las guerras mexicanas. Retrata a mujeres que se liberaron del rol impuesto; insatisfechas por las injusticias que les tocó vivir, tomaron las armas y salieron de su casa. “Tomaron las armas”, esa frase hay que entenderla en todos los sentidos posibles, porque si bien unas aportaron su fortaleza física, sus ideas, su dinero, otras (además) recurrieron a su capacidad seductora. Allí, la descripción de la batalla que los mexicas libraron contra Moquíhuix, en dónde se envió a mujeres “descubiertas de sus partes vergonzosas (…) mostraban las tetas y exprimían la leche de ellas…”
Este libro es relevante no sólo por los retratos de mujeres bravas, sino también porque es un paseo por la historia de México. Comienza con la descripción de la época prehispánica y colonial, avanzando por la Independencia, las intervenciones extranjeras, la Reforma, la Revolución, la guerra Cristera, finalizando con los derechos de igualdad y la participación militar femenina actual. En este ensayo es posible visualizar la vida de los pueblos prehispánicos, vemos cómo estos rendían culto a diosas guerreras y podemos concluir que la fuerza femenil siempre se ha manifestado, que no hay novedad en ello y que la novedad radica en el reconocimiento a la mujer, que hasta hace poco se había negado.  
En La mujer en los movimientos armados en México, encontramos que el perfil de estas mujeres combativas no puede ceñirse a un estereotipo; allí aparecen mujeres pobres, ricas, indígenas puras y mestizas; hermosas y arrogantes como (de la Independencia): La Güera Rodríguez, y hombrunas como Guadalupe Rangel, de la que se escribió: “Era una mujer varonil y de ánimo atrevido”. Vemos mujeres que murieron fusiladas como Gertrudis Bocanegra y otras de muerte feliz como la misma Güera Rodríguez. Encontramos a otra Gertrudis de apellido Vargas de Magaña, que, como dato curioso. la llamaban igual que a Torreón: “Perla de la Laguna” ella era oriunda de Guanajuato. En las mujeres de la Independencia nos topamos con tres María Josefas, una de ellas, hace aproximadamente 40 años, aparecía en las monedas de cobre de cinco centavos: María Josefa Ortiz de Domínguez (La Corregidora) y las otras dos, de escaso recuerdo María Josefa Huerta y María Josefa Martínez.
Con prólogo de Juana Leticia Herrera Ale, que destaca la relevancia de este ensayo por la escasísima literatura que reconoce la influencia de la mujer en la vida socio-política de México. En este libro observamos el retrato de la legendaria Juana Gallo, de la que se pone en duda su participación en la Revolución, la que se describe como: “menuda, morena, hombruna, y con abundante velo facial”. De manera que (de nombre de pila Ángela), Juana Gallo, en efecto, parecía más gallo que gallina. En este libro se puede encontrar el origen de la canción “La Rielera” esa de “yo soy rielera y tengo mi Juan” inspirada en una joven soldadera anónima que por las calles de Chihuahua, se plantó con un letrero que decía “Defenderé a mi Juan”, ahí se habla de “La Valentina”: la durangueña María Valentina Ramírez Avitia; de “La Adelita”: la chihuahuense, Adela Velarde Pérez, o de “La Coronela” también de Chihuahua, Carmen Parra de Alanís. Todas, de recuerdos melódicos.
En la Revolución, las mujeres mexicanas incursionaron por primera vez en la publicación de textos de rebelión. Leemos pues, un país de asombro y llanto; de desgracia y maravilla. Igualmente, en esta obra, queda constancia de una veintena de mujeres coahuilenses que participaron en la Revolución. Aquellas mujeres que, vestidas como hombres, se incorporaron a las fuerza armadas. Algunas como Encarnación Mares que fue nombrada Sargento Segundo por las fuerzas carrancistas. Allí también la sampetrina, Petra Herrera, rebautizada como Pedro Herrera, al igual que otra Petra, Petra Ruiz, conocida como “Pedro echa balas”.

El lagunero José G. Sotomayor Garza, vecino de estas páginas, ha tenido una carrera brillante en la abogacía y es autor de más de una docena de libros académicos entre los que destacan Nuevo derecho agrario en México, Nuevo Divorcio en México y El secreto profesional, entre otros.

sábado, 12 de marzo de 2016

DON QUIJOTE PARA CRIMINALES

Las supuestas lecturas de El Chapo

Entre las preguntas que a nadie se le ocurriría hacerle a “El Chapo” Guzmán, uno de los criminales más brutales y astutos de México, sería sobre cuáles han sido los tres libros que han marcado su vida. Se prejuzga que él no lee. Por eso causó sorpresa que en su cama se encontrara el libro Zero Zero Zero, del escritor italiano Roberto Saviano. También se informó que, ahora que está de nuevo en prisión, le han regalado el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha;para que se cure de la depresión. Dicen
En la segunda estancia en la cárcel de El Altiplano, se aseguró que este narco comenzaría a escribir sus memorias. El Chapo, apenas terminó la primaria , pero podría convertirse en un célebre escritor. En su tercera captura, este nuevo estudioso de El Quijote, creerá que esta novela no lo retrata, como si lo hace el libro de Saviano. Sin embargo, Guzmán Loera, estará equivocado porque existen muchos pasajes en los que puede sentirse identificado. Enseguida cito algunos ejemplos.
En un pasaje, don Quijote observa que un maleante va más esposado que los demás: traía candados y grilletes en el cuello, en la cintura, en las manos y en los pies y una cadena tan grande “que se la liaba por todo el cuerpo”, de tal forma que “ni con las manos podía llegar a la boca ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos”. Pregunta por qué “iba aquel hombre con tantas prisiones”. A lo que el guardia responde que “tenía aquél solo más delitos que todos los otros juntos y que era tan atrevido y tan gran bellaco, que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros de él, sino que temían que se les había de huir”; un arcaico pero fiel retrato del capo en cuestión. Allí mismo se apunta: “y que harta ventura tiene un delincuente que está en su lengua su vida o su muerte,  y no en la de los testigos y probanzas“. En efecto, su comunicación (su lengua) lo privó de la bonita libertad, como diría el devoto al subterráneo.
Cualquier narcotraficante mexicano encontraría frases que le recordarán su oficio como: “que tanta mano ha querido dar a este desuellacaras en su casa. […] que le mates, como yo pienso que quieres hacer, ¿y qué hemos de hacer de él después de muerto?” Lo de desuellacaras trae a la memoria lo que hicieron los Z en los primeros días de enero del 2010, en Culiacán, Sinaloa: le desollando la cara a Hugo Hernández de treinta y seis  años y la cosieron a un balón de futbol. El sadismo del martirio de san Bartolomé, común en nuestros días. Y la pregunta ante el asesinato sobre qué se hace con el muerto. Fuego. Sierra. Ácido. Fosa común. Los narcos saben qué hacer. “Pon, ¡oh miserable y endurecido animal!”. “Ladrón desuellacaras”. “Enemigo del género humano”…
 “Se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas e hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura?”. Allí, el lector se recordará a sí mismo y traerá a la memoria, el fuego como origen de su estirpe: La quema, en Sinaloa, de cultivos de amapola ordenada por el gobierno y el incendio de pueblos enteros de Durango perpetrado por sus enemigos los Z. En ese pasaje, don Quijote vagaba por Sierra Morena (la sierra, el hogar del cártel de Sinaloa) y hablaba de uno que usaba más de tres nombres distintos.
El lector podrá divertirse con el licenciado y cura Pedro Pérez, que salvó a don Quijote de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, evitando que lo hiceran preso. El licenciado Pérez aparece travestido, lo que entonces se decía “ataviado en hábito de doncella”; se leerán versos reconfortantes: “Busco en la muerte la vida,/ salud en la enfermedad,/ en la prisión libertad,/ en lo cerrado salida/ y en el traidor lealtad…”,

“¿Y dónde has visto tú o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que haya cometido?” Muchos criminales, por más asesinos que sean, se sienten como don Quijote: protectores de los desposeídos. Y prosigue: “Probásemos otra vez la suerte de buscar más aventuras; y si no nos sucediese bien, tiempo nos queda para volvernos a la jaula”. Tal vez eso ya no será posible. Tal vez.