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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 24 de octubre de 2015

ACÚSOME DE ENFERMARME


                                                                

Sanadores, y algunos científicos, insisten en que cada persona, consciente o inconscientemente, busca sus propias enfermedades. De acuerdo a eso, de una u otra forma todos terminaremos siendo suicidas. Por eso, tal vez es verdad y es mea culpa el hecho de que me haya enfermado. No es nada grave pero me siento al borde del precipicio, del delirio, de la desesperación. Una invasión de fuego sobre mi piel, sobre mi cerebro… Articulaciones de hojalata y músculos desobedientes. La confusión de escalofrío y calor trae el reclamo de una cobija que al rato estorba. Sigo el ciclo que quema, igual arde el frío que el calor. Me transfiguro: mirada en rojo, nariz de agua, garganta de lija y voz sin voz. Aliento que derrite cada palabra intentada; termómetro de 39 grados y delirio de frente mojada con pañuelos húmedos. No tengo cualquier gripa, tengo toda la gripa dentro de mí. Estoy en el D.F. me siento en otro tiempo; la ciudad es una catarata y estoy segura de que en Torreón no me hubiera pasado esto. Entonces, me hundo en este instante que ya es recuerdo.
         No es nuevo este pensamiento de cada uno es culpable de todo lo que padece, desde el siglo V a.C. Hipócrates, el padre de la medicina, ya había establecido la teoría de los cuatro humores, en donde se exponían cuatro tipos de personalidades y las enfermedades que se padecían de acuerdo a cada una. Así, al que le correspondía el humor de sangre, el sanguíneo, era valiente, amoroso y esperanzado; su fuerza y sus debilidades (enfermedades) radicaban en el corazón. El segundo era el de la bilis amarilla o colérico, se consideraba  de fácil enojo y sus órganos blanco eran el hígado y la vesícula biliar. El tercero, de la bilis negra o melancólico, tenía en el bazo el órgano que le daba salud o enfermedad. Por último, el humor de la flema, el de la personalidad  flemática, el calmado e indiferente, al que dirigían su vida cerebro y el pulmón. Como podemos ver la clasificación de personalidades y enfermedades de la antigua Grecia era muy limitada y simplista en relación a lo que se conoce ahora. Aunque las anteriores categorías es posible que hayan sido tomadas, a su vez, de la medicina hindú llamada ayurveda que se estableció, doscientos años antes que la griega, en el siglo VII a. C. El termino ayurveda proviene del sanscrito āyuh: duración de la vida y veda: verdad, conocimiento. Y tiene los mismos principios que la teoría de los humores griegos. En ambos la alimentación es la principal fuente de una vida sana.
         Como vemos no hay nada nuevo en decir que los hábitos de las personas son la causa más importante de las enfermedades. Pero actualmente hay varios libros entre los que destaca Usted puede sanar su vida de Louise Hay (del que ya he hablado en otra ocasión) que culpan por completo a las emociones de las personas por los padecimientos que sufren sin tomar en cuenta que todos los factores ambientales, geográficos y sociales influyen en la salud. Creo que resulta hasta cruel decirle a alguien que la razón por la que tiene cáncer es que guarda mucho rencor. De acuerdo a esos planteamientos no quiero pensar en los motivos por las que un niño de tres años pueda tener leucemia.
         Pero volviendo a mi afiebrado estado. Según la escritora Louise Hay,  tengo gripa porque lidio con conflictos que no puedo resolver y me quiero alejar de las personas. Tengo cólera y fastidio. Los escalofríos se explican por los deseos de que me dejen en paz. La fiebre es porque estoy enojada. Yo no dudo que tenga todo eso que dice el librillo pero entonces todo mundo debería de tener gripa siempre, pues no conozco a ser humano alguno que no haya sentido: enojo, ganas de alejarse de algunas personas y de que lo dejen en paz. De cualquier modo es cierto que no podemos separar nunca la mente del cuerpo y está comprobado que la tristeza hace que la inmunidad se altere y aparezcan las enfermedades más fácilmente. No descarto del todo las teorías de Louise Hay, pues sus conclusiones son intuitivas aunque no científicas, por lo tanto sus argumentos son endebles.

         Creo que poco a poco estoy regresando al tiempo real.

sábado, 10 de octubre de 2015

LA DEMOCRATIZACIÓN DE LA ESTUPIDEZ




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La gastada frase de la universidad de Salamanca: “Lo que naturaleza no da, Salamanca no lo presta; quien tiene dura la testa, tonto vive y morirá”, tiene una versión, digamos, vulgar que con frecuencia escuchamos: “El doctorado no quita lo pendejo”. Aunque pareciera una frase surgida de un ego frustrado, de cualquier manera que no hay título que redima al tonto. Aunque hay personas que parecen ser zafias, lelas, lerdas, sin sal en la mollera, idiotas, imbéciles, mensas, taradas, gansas, burras, lefias, estultas, babosas o sin luces, pero que no lo son en realidad. También existe la estupidez parcial, donde se puede ser tonto para unas cosas e inteligente para otras. Sin embargo, el estúpido auténtico, el que siempre toma decisiones equivocadas y habla con ignorancia, es fácil de identificar porque insiste en exhibir sus fallos.
Lo anterior, a propósito de que el escritor italiano Umberto Eco, en junio de este año, declaró que: "Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas (…) ahora cualquiera tiene el mismo derecho de hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles". Es divertido observar cómo esa frase ofendió a muchos que se sintieron aludidos y se defendieron. Los reclamos en Twitter iban desde: “¿Qué te crees Eco, que sólo tú puedes opinar?” hasta los que se erigieron como “Los amos de la legión de idiotas”. Paradójicamente quienes con afán de contradecirlo, en la protesta formaron parte de esa “legión de idiotas” aludida por Eco. El autor de El nombre de la rosa tiene razón cuando asevera que "Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de Internet es que ha promovido a este tonto como el portador de la verdad".
         Pero, ¿es realmente un problema que las personas sin criterio o con poca inteligencia expresen sus opiniones? Por desgracia sí, pero en contraparte existe la ventaja que las opiniones de los tontos no duran mucho tiempo. Las ideas de gran trascendencia o que han cambiado a la humanidad no han nacido en Twitter o Facebook, ni surgirán allí. Si bien es cierto que la Internet, a través de las redes sociales ha democratizado la estupidez y ésta se puede expresar en todo momento, también es cierto que la Internet ha democratizado el conocimiento. Por este medio podemos tener acceso a lo mejor del pensamiento; a cursos de cualquier tema y se pueden tomar clases de las universidades de más prestigio del mundo. No existe conocimiento, científico, filosófico, literario que no se exprese en Internet. Por eso, qué importa que el tonto del pueblo hable y se sienta bien, si las personas aprenden a tener criterio y desechar esa opinión. El problema resulta que se pueden unir muchos lefios y la ignorancia puede linchar a un inocente por medio de calumnias.
Carlo Cipolla, escritor italiano, asegura que a través de la observación pudo darse cuenta que las única diferencia entre los hombres es que unos son estúpidos y otros no, y estableció “Las cinco leyes fundamentales sobre la estupidez” en las que afirma que el número de estúpidos es más de lo que se cree y que éstos causan más daño que los malvados. Enseguida cito dichas leyes:
1ª.-: "Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo".
2ª.-"La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona".
3ª. "Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o un grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio".
4ª. "Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error".
5ª.- "La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado".

         Todos somos iguales, pero los hay iguales en la tontería. Así que todos tenemos derecho a la estupidez, y sin duda todos hemos hecho uso de ese derecho en multiples ocasiones.