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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

lunes, 23 de junio de 2014

LENGUAJE EUFEMÍSTICO

Es curioso, a medida que el mundo se vuelve más violento, los discursos se tornan más eufemísticos. Aunque el lenguaje cotidiano, especialmente el de los jóvenes, ha aumentado en el uso de las palabras que conocemos como “malas palabras”. No obstante, en general, su léxico es reducido. Ahora los jóvenes son libres en la forma de hablar. Muchos padres no sólo se han dejado contagiar sino que ven imposible obligar a un adolescente a hablar sin decir  una “malarrazón”. Antaño sucedía que cuando un niño, o adolescente, decía una palabra altisonante delante de personas adultas, era motivo de castigo, muchas veces físico.
El vocablo eufemia es de origen griego y significa la buena palabra. De allí, hemos desarrollado la necesidad de aplicar frases o nombres amables a lo que nos parece ofensivo. A eso lo conocemos como eufemismos. “Un eufemismo es una  palabra o  expresión políticamente aceptable o menos ofensiva que sustituye a otra considerada vulgar, de mal gusto o tabú, que puede ofender o sugerir algo no placentero al oyente” (Wikipedia). Los eufemismos, en algunos casos, son el maquillaje de la realidad por eso en los discursos oficiales o expuestos por los líderes todo es eufemístico.
Y es que desde que comenzamos a hablar, nuestros padres cambian los sustantivos, que ellos consideran que se oyen feo o cacofónicos, por otros más amables. Esto, aunado a que la fonación incipiente de un bebé no alcanza para palabras difíciles, crecemos sintiendo que quien menciona la palabra nalga es una persona vulgar. Se nos ha enseñado a decir pompis. De igual manera, para muchos no existe el pene sino el o la pipí, y así. Pero vamos más allá de cambiar los nombres a los genitales o de las referencias escatológicas. Recurrimos a los eufemismos en cualquier situación que nos incomoda. Éste es, también, un mecanismo de defensa.
            Como ejemplos comunes esta la incapacidad de cualquiera para aceptarse como loco, si acaso puede admitir un “padezco de los nervios”, y prefiere ir al neurólogo que al psiquiatra. Por supuesto nadie es chismoso sino “comunicativo”. Y si alguien quiere  llamarle gordo(a) a otro, sin sentir culpa, puede recurrir a: “estás muy repuesto” o “estás lleno de vida”. Igualmente, no oiremos a un médico dar la noticia de la muerte de un paciente. El doctor sólo alcanzará a decir: “se nos fue”, “ya terminó”, “ya descansa” o “está con Dios”. Las criadas son cosa del pasado ahora se ha dado paso a “las asistentes del hogar”. Los pobres no lo son más, habrá que hablar de “los que menos tienen”.  No existen las casas de prostitución, ya ni siquiera las de citas en su lugar están las “salas de masaje”. Los ancianos o viejos no se pasean y van a bailar a la plaza, las tardes de sábados y domingos, el día de hoy lo hacen los “adultos mayores” o “adultos en plenitud”. Ya casi resulta insultante hablar de la tercera edad. Nunca más en la boca de una persona sensible un retrasado mental, un cojo, un paralítico, un tuerto, un ciego; son personas con discapacidad. Aunque lo aceptable para la televisión es la frase aplicada incorrectamente de “capacidades diferentes”, ¿qué, acaso no todos tenemos capacidades diferentes?. No hay enanos, aunque tal vez sí haya enanitos y eso solamente si son toreros. En nuestro mundo son “gente pequeña”.  No más negros ni gente de color; “afroamericanos o afromexicanos”… Considero que en muchos de estos casos los eufemismos son necesarios para la convivencia de respeto y calidez entre la sociedad, pero existen otros, sobre todo en el discurso político, que el único fin es el engaño. Para muestra: los muertos en la guerra son llamados “bajas”, las zonas de guerra, son “zonas de conflicto”. A mucha gente ya no la secuestran o matan “la levantan” o “desaparecen”. Curiosamente “el levantamiento” sugiere un asesinato latente, más grave que aún que el mismo secuestro. En fin, los eufemismos en ocasiones implican sensibilidad y buen gusto, otras veces intentan satisfacer nuestra excesiva susceptibilidad emocional y otras tantas pretenden esconder al hipócrita.