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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 24 de mayo de 2014

DERECHOS DE ESCRITOR

 
Los derechos del escritor se derivan de los derechos del lector que fueron determinados  por el francés Daniel Pennac. Este autor establece que el leyente tiene derecho: A no leer, a saltarse páginas, a no acabar el libro, a releer, a la satisfacción inmediata y exclusiva de las propias sensaciones, a la identificación, a leer en cualquier lugar, a hojear, a leer en voz alta, y, a callar. En base a lo anterior, se pueden deducir algunos de los derechos del escritor: 

1º.- El escritor tendrá derecho a escribir cuanta tontería o payasada se le antoje. Igualmente tendrá derecho a referirse a temas sexuales sin que esto sea objeto de censura. El lector juzgará si lo que lee puede ser llamado erotismo, pornografía o simple vulgaridad. Lo anterior se aplica también a las expresiones escatológicas o malarrazonientas. De tal forma que no hay restricción para peladez o porquería alguna.

2º.- Tendrá derecho a usar, cuantas veces desee, frases que no sean de su autoría, siempre y cuando aluda al autor. De lo contrario deberá aceptar con estoicismo el calificativo de “El tonto que todo lo plagia”.

3º.- Aunque la creencia popular establece que todo aquél que exprese sus opiniones en un medio de comunicación deberá denunciar los atropellos de los que ejercen el poder, esto no será de carácter obligatorio. Pues si alguien decide investigar y denunciar bajezas de los poderosos lo hará bajo su riesgo, sin respaldo de nada ni nadie. Dejando en claro que las leyes no lo protegerán en caso de narcopersecución o políticopersecución. En el entendido de que si llegara a suceder el homicidio del escribiente, se recordará que los responsables difícilmente recibirán castigo.  

4º.- En razón al artículo anterior, de igual forma el que escribe tendrá derecho a halagar o a ser lambiscón con quien lo desee, aun yendo en contra de sus propias convicciones, sin que esto sea causa alguna de desobediencia a la legalidad.

5º.- Tomando en cuenta los innumerables libros que se han escrito por personas con escasos conocimientos de cualquier tema, y a pesar de lo establecido a través de los siglos; el escritor tiene derecho a no leer, e incluso, a no escribir aunque su nombre aparezca en la portada como autor, como pasa con frecuencia. De igual manera, debido a que existen precedentes, un escritor puede escribir más libros de los que ha leído.

6º.- Respecto al uso del lenguaje rebuscado, para fingir erudición, el escritor tiene derecho a utilizarlo a costa de tener pocos lectores. Lo ideal sería que cambiara las palabras pretensiosas por otras más cálidas y sencillas. Sin que ello sea en detrimento del idioma ni en pobreza intelectual ni en el uso limitado de las palabras.

7º.- Aunque parezca necedad, tomando en cuenta el primer punto de los derechos aquí descritos, se asienta que el que escribe podrá hacerlo en cualquier lugar y material que le sea posible, desde servilletas, cartoncillos, libretas, pantallas de computadoras, hojas, hasta paredes de baños y calles. Estas dos últimas cuidándose de que no haya otra persona que lo detenga. Este derecho se extiende a la libertad de abandonar cualquier proyecto llámese poema, cuento, ensayo… no importando en qué fase de desarrollo se encuentre. 

8º.- Al igual que el lector, el escritor tendrá derecho a la satisfacción inmediata y exclusiva de las propias sensaciones sin que necesariamente le importen los demás.

9º.- Si el que escribe pretende infringir fuerza o ironía a sus frases, pero no lo logra por carecer de palabras y formas eficaces en su repertorio, entonces podrá utilizar, indiscriminadamente, las mayúsculas, las comillas y los signos de admiración. A pesar de que está descrito que dichos signos tienen una aplicación razonable y específica, se tendrá presente que si se exagera en el uso de éstos los contenidos simularán ser impetuosos.

         Se aclara que el poner en práctica las sugerencias arriba mencionados no es garantía absolutamente de nada.