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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

lunes, 14 de abril de 2014

El ORGULLO NACIONAL



Me sorprendió ver cómo los comentaristas mexicanos de espectáculos mostraron un orgullo desbordado cuando se anunciaron los premios Oscar de Lupita Nyong'o y Alfonso Cuarón. Los comunicadores se exaltaron hasta el ridículo. Desde luego, uno puede sentir cierta alegría por un mexicano que recibe reconocimiento internacional, pero, de eso, a llenarse de lágrimas y mocos, hay un gran camino de histeria. Además, considerar a Lupita Nyong’o mexicana es un absurdo, pues su nacimiento en nuestro país fue un mero accidente; sólo vivió aquí un año (algunas páginas de Internet dicen que fueron tres años). Técnicamente es mexicana, pero, sus orígenes y cultura son diferentes a los nuestros. Independientemente de que sea keniana y mexicana, por qué tanto escándalo. Tampoco es que deba disgustar, pero, ¿por qué necesitamos que otros nos presten sus triunfos? Eso es una postura miserable.
Arthur Schopenhauer, en su libro Aforismos sobre el arte de vivir, habla sobre el orgullo: “La forma más barata de orgullo es, no obstante, el orgullo nacional. Pues denota en su portador la carencia de cualidades individuales de las que éste se pudiera sentir orgulloso, ya que, de otro modo, no estaría recurriendo a algo que comparte con millones de personas”. De acuerdo a ello, muchos de los que se emocionan por lo triunfos ajenos seguramente también sienten vergüenza por la mala entraña de los delincuentes de nuestro país. Pero si yo no hice nada para que Cuaròn ganara un Oscar, tampoco moví un dedo para que el Chapo Guzmán fuera el delincuente más buscado en el mundo, por lo tanto, ni me enorgullezco del primero ni me avergüenzo por el segundo. No obstante, me gusta lo que logro Cuaròn. La alegría desbordada mostrada por la colectividad mexicana ante los triunfos ajenos habla mucho del fracaso individual.
Por supuesto, es inevitable el orgullo y la vergüenza por lo que son los otros con lo que compartimos un origen territorial y cultural, pero que la conducta y el estado de ánimo sea dictado por la derrota o el fracaso de los demás, es patético. El ejemplo más común es el de los fanáticos del futbol; algunos seguidores han llegado al extremo de morir si su equipo pierde. Recordemos lo que sucedió en el año de 1950 en la tragedia del estadio Maracaná en Río de Janeiro, Brasil. Se jugaba la final de la Copa Mundial entre Uruguay y Brasil, ganando Uruguay 2-1. Por ello hubo múltiples suicidios por parte de los brasileiros.
Sabemos que la Patria no da mucho para que podamos sentirnos orgullosos y sí da para vergüenzas. Gracias a los criminales que han modificado nuestra forma de vivir y de morir, podríamos decir que es una vergüenza ser mexicano. Sin embargo, habríamos de negarnos a sentir vergüenza por lo que hacen los demás. Antaño un 15 de septiembre podíamos asistir a la plaza principal de nuestra ciudad y gritar exaltados ¡Viva México! Sentir el arrebato de los colores y la música, creernos libres, sólo por eso. Jugábamos a que éramos independientes. Ahora no podemos jugar sin sentir temor.
Aunque la vanagloria mexicana nunca se ha proclamado para todos, pues también es frecuente que muchas personas se avergüenzan de su origen; el lugar, los rasgos físicos y el medio sociocultural al que pertenecemos son motivo de apocamiento a pesar de que no dependen de nuestra decisión. Así pues, por qué he de sentirme avergonzada de que el país donde nací este lleno de corrupción y criminalidad. La mayoría de los mexicanos nada tenemos que ver con eso, más que como víctimas de éstos. Sin embargo, ante el extranjero es difícil ser juzgado como individuo. Se nos juzga como mexicanos: si viajamos al extranjero seremos más revisados que un europeo. Porque en los aeropuertos, al latinoamericano, en general, se le asocia a droga en los intestinos o en los dobles fondos de maletas, como al árabe se le asocia al terrorismo por culpa de Bin Laden. Bin Laden nos afectó a todos los viajeros y gracias a él se nos ve desnudos en la revisión de los aeropuertos internacionales.Supongo pues, que la conducta de cada uno de nosotros ante lo vergonzoso o grandioso que han hecho los otros mexicanos tendrá que ver con la mesura; ya sea en la admiración o la reprobación de los actos. No con arrebatos neuróticos.