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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

martes, 26 de febrero de 2013

Aquì, mi texto "La vida infinita de José Gorostiza" publicado en la revista Siglo Nuevo
 

sábado, 16 de febrero de 2013

TORREÓN SITIADO

Hace poco me encontré con está frase: “En este momento hay una balacera en Torreón. No importa a qué hora leas esto”. Y precisamente, mientras escribo este texto, a las diez y media de la mañana de un martes airado, al oriente de la ciudad, se oyen balazos y sirenas. Así es nuestra vida comarcana y parece que todos, mientras no sintamos el fuego en carne viva, nos estamos acostumbrando. Ya son cinco años de balaceras frecuentes y por lo tanto, de muertes violentas al ascenso.
            Aunque nadie lo ha bautizado así, a veces pareciera que estamos en estado de sitio, desde luego es un título muy delicado y ya que éste se denomina cuando una situación es considerada como un estado de guerra pero que es declarado formalmente por el Presidente y avalado por el congreso de un país: “El estado de sitio representa un concepto equivalente al estado de guerra, y por ello se dan a las fuerzas armadas facultades preponderantes para los actos de represión. Durante el 'estado de sitio' quedan en suspenso las garantías constitucionales…”. En México, y principalmente en Torreón, no se ha dicho que estemos en un estado de sitio pero tenemos razones para estarlo. Hemos perdido las garantías constitucionales, la impunidad es lo que impera. Y aunque se trata de una guerra entre bandos de narcotráfico estamos francamente afectados. Ya todo es posible.
            La palabra sitiar tiene dos conceptos de diccionario, una: “Cercar, asediar una plaza o una fortaleza para apoderarse de ella” y la otra “Cercar a uno cerrándole todas las salidas para atraparle u obligarle a ceder”. Nosotros vivimos ambas, pero a la vez los habitantes comunes también tratamos de ponernos a salvo de quienes están haciendo la guerra. Sin embargo lo que el ciudadano ordinario hace resulta ser inocente frente a una problemática tan compleja. Por ejemplo, el hecho de cerrar algunos accesos a las colonias. ¿Qué es lo que se pretende con esta medida? ¿Detener a los ladrones de casas y coches, o a los secuestradores y a los asesinos? Es muy difícil que una barda los detenga, pues hay otros caminos que pueden seguir. En las colonias cerradas esto generalmente funciona pero en las que son abiertas no. Creo que es imposible, además en consecuencia se altera aún más el problema de tráfico vehicular. Cerrar calles parece no ser la solución.
            Será que somos tan ingenuos que pensamos que los maleantes se encuentran únicamente en las colonias populares. Los jefes viven mejor que los empleados y buscan habitar zonas de mayor confort y que tengan un poco (sólo un poco) menos baches. Recordemos que más de una vez se han dado tiroteos en casas de delincuentes que viven en las colonias residenciales. Entonces, para qué las bardas en las calles, si nuestro vecino puede ser un criminal. Agreguemos a eso que los mismas accesos clausurados complican el transporte de las autoridades en casos de emergencia y lo mismo sucede con las urgencias médicas porque hay que hacer recorridos más largos. Obstruir calles está muy lejos de solucionar el problema de inseguridad, en cambio aumenta la agresividad en la convivencia. Se reconoce como un acto desesperado pero no por ser desesperado significa que sea efectivo. Imaginen que todas las colonias decidan cerrar calles, el caos que representa para los habitantes de las mismas y para lo que necesitan pasar por allí.
            No cabe duda que Torreón está viviendo uno de sus peores momentos de inseguridad. Hace días observaba cómo muchos cruceros de la ciudad cuentan con cámaras de vigilancia, pero me percate que son muy pocas las que afocan a la calle, la mayoría están dirigidas al cielo. Tal vez buscan contar las  nubes, los pajaritos, pretenden descubrir un nuevo planeta o gravar de noche cuando caiga una estrella fugaz. Otra medida inútil.
            La mayoría (priista o no) esperaba un cambio en la guerra contra el narcotráfico al entrar el nuevo gobierno peñista, pero aquí en Torreón, lejos de mejorar cada día empeora.

martes, 5 de febrero de 2013

Por què escribo

Era tan pequeña cuando oí por primera vez la frase: “una imagen vale más que mil palabras”, ¿tenían que ser más de mil?, ¿por qué no menos de ochocientas?, quién se puso a contar las palabras que caben en una imagen, porque yo puedo escribir y demostrar que una imagen puede valer una sola palabra y el lector puede poner la imagen que diga una palabra:
Escribir lento lento lento y convertirme en un ________ pero no baboso ni con la casa encima. O rápido rápido y sentir que soy un ________el más veloz de todos los animales sobre la tierra, tan de África, tan manchado, tan felino. Y puedo narrar desde la altura viendo hacia abajo creyendo que soy un_______  de cuenta, aunque no sé de cuál cuenta. Teclear arrastrando el cuerpo como _______un quemador, muy peludo, como las cejas de Frida Khalo. O garabatear lo peor posible porque me estoy volviendo _________ sin ser vaca ni inglesa ni dar leche.
Y qué, yo estoy escribiendo y a punto de decir que no lo haré más, únicamente porque Aldous Huxley dijo que cuesta el mismo trabajo escribir un mal libro que un buen libro, que ambos nacen con idéntica sinceridad del alma de su autor. Yo no sé si Huxley tenía razón, porque en mi hay certeza de que los malos artículos periodísticos me hacen trabajar mucho más que los buenos, si es que los logro. De verdad,  no me cuesta lo mismo hacer un texto al que califico como tonto que uno que al que consideré más o menos. A mí los contenidos absurdos me hacen trabajar más, porque bien sé que lo que se me ocurre es eso, una ocurrencia y siempre hay culpa por ello. El que escribe se esmera en disfrazar las palabras y no siempre se obtiene buenos resultados. Entonces comienza una especie de prurito frontal, acompañado de una sensación de que se está rozando la charlatanería.
Ahora que veo que hay demasiados escritores y pocos lectores, me intriga,  porque es un mundo donde las imágenes le han ganado a las palabras, ¿por qué hay tantas personas que queremos llamarnos escritores, si no hay nos quién lea? Han surgido literatos por todos lados: blogueros, tuiteros, feisbuqueros y hay que decir que en muchos de ellos hay un ingenio sorprendente. Además, para escribir no se necesita nada. El talento es necesario sólo si se escribe bien, de otro modo nada importa. Finalmente todo se puede ir al bote de basura. Porque quien escribe, si es que está consciente, no está seguro si lo que redacta es bueno o es tan sólo porquería.
Me intriga saber qué es lo que nos mueve a plasmar las ideas en la pantalla, antes papel. Será verdad que lo único que motiva a las personas a escribir es creerse inteligente y la necesidad de reconocimiento. Puede ser verdad todo eso, pero lo seguro es que surge como un impulso irracional y en contra del sentido común, pues a quién se le ocurre dedicarse a un oficio del que pocos pueden vivir.
Ahora y para distraer mi confusión, vienen las estas palabras de Vargas Llosa donde habla sobre el arte: “La creación -no solamente la literaria, sino la creación en general- exigen la participación de la totalidad humana. Cuando uno escribe, como cuando pinta o esculpe o compone, lo hace con todo su ser, lo hace con su conocimiento. Desde luego, lo hace también con sus sentimientos, con sus pasiones, sus instintos, lo hace con sus demonios, con sus obsesiones (…) Se puede decir, tal vez, que hay algunos géneros en los que la intuición, la emoción y los sentimientos tienen una función más determinante que en otros.” Se escribe pues, con todo lo que se tiene y con todo lo que se carece.
Por eso, yo desearía que una de mis palabras dijera más de dos imágenes, ésa sería la ventaja de la escritura, decir perro y que cada quien traiga él que quiera, hablar de un hombre o mujer hermosos y que aparezcan desnudos. Cosas así quiero, palabras mágicas de una mente frustrada porque el mundo de las imágenes le quita todo a la palabra. Eso ha hecho la televisión. Por eso, a veces pienso: para qué escribir.