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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 21 de diciembre de 2013

LOS DÍAS DE MAMÁ

Una versión más corta de este texto se publicó hoy en la revista Siglo Nuevo. La presentación de Los días de mamá,  fue el día 9 de diciembre de 2013 a la 19:30 hrs., en el museo Arocena


 Felipe Garrido, Angélica López, Ruth Castro, Rosario Ramos y Marcela Pàmanes. 
Lograda la unión de las dos semillas, la de hombre y la de la mujer. Nos instalamos. Vivimos nueve meses en un lugar cálido sin esquinas ni rincones; llegamos a la habitación primigenia de temperatura precisa y alimento constante. El vientre materno. Sí, a la madre la conocemos desde el interior de su cuerpo. Ella no sólo nos alimenta de su sangre sino de sus alegrías y tristezas. En esa temporada crecemos con suavidad, entre los murmullos cardiacos y una voz femenina amortiguada por los fluidos amnióticos. Dormir y comer sin que nadie moleste. Allí dentro somos nuevos, jugamos con el cordón umbilical, pateamos, intentamos estirarnos y como entrenamiento succionamos el dedo pulgar. Todo nos es dado hasta que somos expulsados del paraíso uterino. Llega el día en que, sin importar horarios de oficina (esto si se salva de la cesárea) una señal dolorosa anunciará que llegó el momento de salir de allí. Somos desalojados por medio de dolores cíclicos que serán preludio de lo que será la vida. Así, hemos sido hijas y hemos sido madres.
Hablemos de la relación madre-hija. Hablemos de Los días de mamá, de Rosario Ramos Salas; un libro concebido, originalmente, como una carta para Carmen Salas Falcón. Un texto autobiográfico que tiene como guía la vida de Carmen, madre de la autora, quien le presta su voz para narrar en primera persona la historia de su familia. Ambas mujeres, protagonistas principales.
        El impulso de escribir este relato llegó junto al sufrimiento de Rosario ante el diagnóstico de una enfermedad terminal de su mamá, que finalmente, después de una vida de noventa y un años, la llevó a la siesta sin ruptura. Al intuir la cercanía de la muerte, Rosario comenzó a redactar lo que terminaría siendo Los días de mamá: un retrato familiar, donde la escritora acomoda a su madre en el centro, como pilar y guía de sus hermanos y de su padre. Un retrato en el que se pueden ver varios planos de tiempo y espacio ensamblados, todos, por la  nostalgia. De manera que es posible asomarse a la infancia traviesa de los niños Ramos Salas, a sus veranos en el club social San Isidro y a aquél viaje a Mazatlán cuando  Bartola conoció el mar. Bartola, la sirvienta vomitona de todo el camino, la que dormía desnuda para beneplácito de los chiquillos (hijos de Carmen y Heriberto) quienes de puntitas alcanzaban la ventana para convertirse en mirones. Miradas  que provocaron el despido de aquella “Maja desnuda”.
Rosario nos presenta a una simpática mascota “Chirrios” (como el cereal de moda). “Chirrios”: feo pero galán. El perro sin pedigrí que vivió como todo un don Juan: enamorado, vago y pendenciero, motivo este último causante de innumerables vistas al veterinario. “Chirrios” él que se negó a hacer sus gracias (aprendidas con estricto entrenamiento) en un concurso canino, simplemente, porque no le dio la gana.
        También acudimos a las citas de Rosario con el baile: para exorcizar el dolor y hacer fluir la alegría. En el fondo de la imagen observamos a la joven Carmen (en 1930) viajando en tren con su familia al reencuentro con su padre. De San Buenaventura a Torreón. Y después, a los 20 años de edad, casándose con Heriberto Ramos. Carmen: cantando, leyendo, aprendiendo y criando a nueve hijos. O estudiando Humanidades, a los 60 años, en el Claustro de sor Juana, en la ciudad de México. Notamos  sonrisas, ojos de confusión y el absoluto amor de la autora por su madre y su familia.
En la narración se plasman algunos momentos difíciles entre Rosario y Carmen, pero sobre todo el aliento de amor y sabiduría que Carmen lego a sus hijos. La escritora camina por los últimos días de su madre: la vejez, el lugar del olvido y el dolor. El retorno a la infancia. Vemos a la hija junto a la madre cuidándola como se cuida al recién nacido. Con abrazos y paciencia. En algún momento escuchamos a la niña-madre decir: “¿Tú y yo chocamos, verdad?”. “Mamá, ya no chocamos”, le contesta una Rosario cariñosa. Y es que las mujeres estamos incompletas si no nos reconciliamos con nuestras madres, porque llega un tiempo en que nos confundimos la una con la otra.
        Este libro es un reconocimiento que hace la autora a su mamá. Y digo reconocimiento no sólo como muestra de cariño sino también en el sentido de reconocer que en toda relación hay debilidades, y que en el conjunto desemboca la fortaleza. Finalmente queda la certeza de que los padres hacen todo lo que pueden por sus hijos. Entonces se entiende que aceptar a los padres es aceptar, por fin, al mundo. Es el reencuentro con la esencia.
Los días de mamá es una obra que se lee con suavidad y admiración: Hay que tener templanza para hablar de la madre de una, sin caer en la victimización o en la cursilería. Decir con serenidad que, a veces, se puede estar enojado con quien nos dio la vida, pero poseer la certeza del entrañable amor que se le tiene. Recordar que todos los sentimientos se complementan. Luego, quedarse en paz para decir: “No te preocupes mamá. (…) Cerraremos bien las puertas, no dejaremos abierta la puerta principal”.
Ramos Salas, Rosario. Los días de mamá. Torreón. Amanuense Editorial, 2013.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Presentaciòn del libro Màs allà de una mirada

Un video sobre la presentación del libro de Olga de Juambelz y Horcasitas.

http://www.elsiglodetorreon.com.mx/siglotv/v8098

sábado, 7 de diciembre de 2013

CRÓNICA CHIAPANECA


Desde que estalló la guerrilla en Chiapas, el 1 de enero de 1994, deseé conocer aquella herida de la selva Lacandona. Al evocar esa tierra encontraba una mezcla de poesía de Jaime Sabines, textos de Rosario Castellanos, un pasamontañas con su Subcomandante Marcos, una sotana con su obispo Samuel, las orejas, omnipresentes, de Carlos Salinas y grupos indígenas con rifles de palo. Mucha agua y un lienzo verde lleno de colores. Tierra generosa, de jade, ámbar, café, chocolate y magia. Pero, paradójicamente, albergue de mucha pobreza.
           Llegué a Chiapas. Me abandoné. Desperté al máximo los sentidos. Quería guardar muy bien esas vivencias. Una tarde, el avión aterrizó en el aeropuerto de Chiapa de Corzo a 40 minutos de la capital Tuxtla Gutiérrez. La primera novedad fue que el taxi no podía llegar hasta hotel porque la carretera estaba bloqueada por los maestros de la CNTE. “Tendrán que caminar uno o dos kilómetros y tomar otro taxi”. Decidí que nada me iba a quitar la actitud zen con la que viajaba. Dispuesta a arrastrar la maleta bajo el sol, sucedió que no sucedió: El bloqueo anunciado se había disuelto. “Es la hora de comer de los maestros”. Al llegar al hotel me convertí en una “Mi vida” y en una “Mi amor”, el personal de allí nos ponía esos nombres indistintamente. aquello era bueno.
         Quisimos comer y buscamos el restaurante más representativo de la ciudad: “Las Pichanchas”, dijeron. La entrada principal del lugar estaba ocupada por carpas con maestros dormidos debajo de ellas. Antes, el chofer del taxi había dicho “Los maestros han hecho que se cierren muchos comercios. Vean…” Señalaba. Los meseros nos recibieron con una alegría inusual, continuamos siendo unos “Mi vida” y unos “Mi amor”. Otra vez vi que eso era bueno, y mejor aún, cuando la marimba acompañó a los tamales, al cochito y la sopa de chipilín… Al regresar al hotel se oía otra vez la marimba y unos bailarines se movían de manera grácil con máscaras de hombres rubios y barbados. Era la danza de Los Parachicos.  
         El zoológico “Miguel Álvarez del Toro” o ZOOMAT fue la hora de sentir la selva, con chachalacas y ardillas a cada paso. La guía advirtió sobre el recorrido cuesta arriba (y luego cuesta abajo) de 2.5 kms.: “Deben tener cuidado los hipertensos. Me avisan si sienten que les falta el aire o se marean”. Explicó que oiríamos el rugir del jaguar y el llamado a la hembra del mono saraguato. Estar allí fue volverse parte del verde. Éramos un grupo de mujeres. La guía explicaba que el tejón era un ser solitario porque únicamente acudía a la hembra para aparearse; algunas dijeron que su marido desde ahora se llamaría Tejón. Qué la zorra tenía hábitos nocturnos y que era trepadora: “Yo conozco varias de ésas”, alegaban. Luego reírse porque el jaguar era un gatote, el cocodrilo una lagartijota, la serpiente una lombrizota y así… Eso era la evolución y de acuerdo a ello concluir que el chango era simplemente un hombrecillo peludo. Así entre grandes y viejos árboles, de trecho en trecho aparecían leyendas que nos recordaban destrucción de la naturaleza hecha por el humano.
         Hubo una mañana de paseo por el Cañón del Sumidero en el río Grijalva. Antes de llegar al lugar donde rentan las lanchas vi un hotel de paso que se llamaba “Sumidero” (sic). Al embarcar nos entregaron un chaleco salvavidas de color rojo que olía intensamente a sudor. El consuelo sería que el siguiente que se lo pusiera le  habríamos agregado lo propio. Las cascadas (en especial la llamada árbol de navidad), la cueva rosa, los pelicanos, las garzas, los cocodrilos… Todo aquello era bueno hasta que nos topamos con la basura: grandes montones de botellas de plástico contaminado el río Grijalva.
         Luego, San Juan Chamula. Bajamos del camión y dos niñas tzotziles nos recibieron repitiendo: “Después” “Al ratito”. Sólo hablaban su lengua pero imitaban lo que el turista les decía cada vez que ofrecían sus artesanías. La iglesia católica del pueblo resultó extraña. Cobraban 20 pesos por entrar y prohibían tomar videos, fotografías y hablar por teléfono. Había también turistas franceses, italianos y alemanes. El templo olía a copal al igual que todo el pueblo. Adentro, diez grupos de oradores hincados. Todos tenían enfrente veladoras prendidas y gallinas que sacrifican cada determinado tiempo. Fue raro ver a un indígena dentro (seguramente autoridad) hablando por teléfono celular portando un llamativo reloj y joyas. El ritual incluía Coca-Cola, a la que le hacían una "limpia" con la gallina a la que le torcerían el pescuezo. Los extranjeros mostraban un discreto horror ante eso. Al salir compré  postales del interior y desprecié la del Subcomandante Marcos.
Me falta decir tanto sobre lo que vi y lo que no: los museos, iglesias y la visión de indígenas con los párpados a medio camino y su mirada de vidrio por el efecto del posh: aguardiente de poca agua y mucho ardiente.

jueves, 28 de noviembre de 2013

ENRIQUETA OCHOA SIN ATADURAS

Aquí, con Marianne Toussaint (hija de Enriqueta Ochoa) en la presentación del libro Coral para Enriqueta Ochoa el 9 de noviembre de 2013 en el TIM
Enriqueta Ochoa, sigue siendo la mejor poeta lagunera, pero también es una de las máximas exponentes de la poesía de nuestro país. Por eso me da mucho gusto que el maestro Jaime Muñoz Vargas, haya realizado la reedición del libro Coral para Enriqueta Ochoa (poesía y prosa de escritores laguneros). Hace cinco años que desde el Icocult, Jaime, convocó a La Laguna para que se uniera a los homenajes que se realizaron con motivo del fallecimiento de la autora de “Retorno de Electra” el 2 de diciembre de 2008. Con admiración le devolvimos a nuestra escritora sus propias palabras: “Con tu muerte se quebrantaron todos los cimientos./ No me atreví a buscar/ porque no habría/ un roble con tu sombra y tu medida/ que me cubriera de la llaga de sol en mi verano./ Uní la sangre que me diste a otra sangre./ Malherida. (…)No podemos hacer nada con un muerto, padre./ Se suda sangre,/ se retuerce el aullido tirado sobre las tumbas/ en un charco de culpa…”
Con frecuencia surge la pregunta, ¿de qué viven los poetas? Y algunos dicen que de puro milagro. Sin embargo, una vez que el poeta ha muerto hay una forma segura de mantenerlo vivo y esto es, leyéndolo, por eso para que Enriqueta Ochoa siga viviendo aquí en la laguna debemos seguir leyendo su poesía. Además, aunque sus versos tienen su propio poder desde que nacieron, sabemos que la muerte siempre le da fuerza a la buena poesía. Porque una vez que han dejado las ataduras de esta vida (y ya que generalmente sus detractores desaparecen) entonces los poetas retoman la vida sin estorbos. Y así, libres entran en cerebros que antes no habían visitado.
Enriqueta Ochoa llegó a mí como un murmullo que la nombraba uno de los mejores poetas de México. Un murmullo que decía que era lagunera y maestra. Me llegó prestada en un libro titulado Retorno de Electra. Allí mismo aparecían: “Las vírgenes terrestres” y las “Urgencias de Dios” los tres títulos poéticos que forman parte de su nombre. También la encontré en una antología de poesía erótica femenina titulada Mujeres que besan y tiemblan donde comprobé la fuerza de sus versos en “La fiesta del sentido”: “Abrumada de tedio/ a duras penas entiendo mi destino de perro castigado:/ sumisa, fiel y con el gruñido roto”. La conocí también en algunas fotografías donde percibí unos ojos interrogantes y la afirmación de que “era una mujer cálida y sencilla” como hablan de ella quienes tuvieron el privilegio de tratarla.  Internet, me la trajo con una voz  suave y pausada; ella  leyendo sus poemas, y yo escuchándola una y otra vez. Allí, en “Asalto a la memoria” se encuentra con su bisabuela de 110 años, con su tía Vence de pelo de relámpagos de miel y caoba y por primera vez con  la muerte.
El tema de la poesía de Enriqueta Ochoa es la duda y el dolor, así lo palpamos en los versos de “Hambre de ser” que dicen: “Busco un hombre y no sé si sea para amarlo,/ o para quebrarlo con mi angustia./ Tengo hambre de ser/ y me siento frente a la ventana/ a masticar estrellas/ para que  este dolor de estómago sea cierto./ La verdad es que duele en los nervios/ todo el cuerpo, esta noche, hasta los tuétanos”.
 Es un orgullo que uno de los mejores poetas de México sea mujer y que además sea lagunera. Aunque sentir orgullo por la luz ajena podría parecer absurdo, sin embargo, no por absurdo dejamos de sentirlo”.

sábado, 9 de noviembre de 2013

LA MATAMOYOTES

En La Laguna usamos la palabra Náhuatl: moyote, para nombrar a los mosquitos o zancudos. Por eso aquí en esta tierra soy una matamoyotes (o matamoyotas, pues son las hembras las que pican). Sí, confieso que tengo una larga historia de exterminadora de insectos. Aunque no soy una profesional, he mandado al otro mundo a moscas, cucarachas, hormigas, arañas, y claro, mosquitos. Sólo he matado seres de seis u ocho patas. Bueno, una vez maté a un cuadrúpedo que era un ratón muy gracioso: panzón y de pelo brillante. Curiosamente no me pareció repugnante como suelen parecerme los ratones, por eso me dio pena sorrajarle tanto escobazo.
Soy parte de la mayoría; todo lo que como, otros lo matan por mi (pollo, pescado y carnes rojas) por eso en mi alimentación cada vez hay menos animales. Me he vuelto pacífica.  Aunque si somos estrictos, habrá que aclarar que los vegetales también son seres vivos, entonces, tampoco los mato, los matan los que se los arrancan a la madre tierra. Eso sí, los moyotes que me tocan los aniquilo sin ayuda. No me los como, me comen.
Para mis propósitos insecticidas (una vez raticidas) he usado armas químicas, armas contusas y mi propio cuerpo. Aunque de mi cuerpo únicamente sirven, para ese fin, manos y pies. Pisoteando o dando manotazos he demostrado mi superioridad. Es un decir eso de “superioridad” porque los moyotes siempre me han ganado y no paran de extraerme sangre. En nuestras batallas salgo llena de ronchas y comezones y nunca he logrado liberarme de ellos por completo.
           Reconozco que ya no soy la misma de antes. Ya no los agarro al vuelo. Aunque algunas veces sí lo logro, sin embargo, abro el puño y se escapan. Me caen mal esos insectos porque desde niña me molestaban todo el verano y parte del otoño. Afortunadamente nunca me han trasmitido ni dengue ni paludismo. Sólo me han usado para nutrirse.
           Tuve una experiencia rara con un bicho de estos: me disponía a calentar un café en el horno de microondas. La taza con agua, que habitualmente uso, necesita calentarse un minuto con diez segundos para tomar el café a mi gusto. Ya estaba dando vueltas la taza dentro del horno, cuando me percaté que había un moyote dentro y que intentaba salir pegándose a la puerta. Me quedé viéndolo mientras me sentía un poco malvada. Una cosa era aplastarlos, matarlos de una vez por todas y otra era someterlos a una larga agonía con ondas micro. Quise justificarme. Dije, soy como algunos grupos indígenas ancestrales que mataban, no por crueldad, sino como un acto de amor a la muerte y a sus dioses. Ofreceré este sacrificio, pensé, mientras me asomaba al infierno "moyotesco". A la mitad del tiempo ya no vi al chupasangre. Esperaba encontrarlo difunto al sacar el agua caliente. Pero, lo vi al fondo. Estaba inmóvil. Deduje que había quedado embalsamado por el efecto deshidratante de las microondas. Y, sorpresa. El hematófago quiso salir. Logré sacar la taza con agilidad. Cerré la puerta y lo volví encarcelar. Enseguida quise otro alimento con un minuto de calor. Otra vez vi al mosquito intentando escapar. Daba y daba vueltas. Pero en esos momentos yo ya tenía un cuestionamiento, ¿cuántos minutos se necesita exponer a un moyote a las microondas para que muera? Porque si son capaces de durar muchos minutos probablemente son más resistentes que los humanos y en una catástrofe quizá sean los únicos sobrevivientes (junto con las cucarachas, desde luego) pero ya que los mosquitos tienen dentro el DNA que extraen cada vez que nos pican, quizá allí esté la vuelta  a la vida de cualquiera. Sí, la misma historia de Parque Jurásico. Después del minuto en que calenté mi comida, abrí la puerta esperando ver el cadáver, y otra vez me sorprendió. Se escapó.
            Llegué a varias conclusiones: A) Dos minutos con diez segundos dentro del horno de microondas encendido de mi cocina, no son suficientes para matar a un moyote lagunero. B) No sé qué tan higiénico sea calentar comida junto con un insecto. C) Los moyotes seguirán molestándome todos los veranos y parte de los otoños. D) Tengo una gran capacidad contemplativa (no me refiero a cuestiones filosóficas sino a la perdedera de tiempo) y, E) Este artículo es una cortina de humo y si usted leyó hasta aquí, logré mi objetivo.

sábado, 26 de octubre de 2013

YO TAMBIÉN LEO (la mente)

Yo leo la mente. Sé lo que pensaron al toparse con esta declaración. Lo sé. Pero no, no lo crean del todo. Sí estoy loca pero no tanto. Aunque mi clarividencia no va a llegar a niveles de poner un consultorio que anuncie: “Aquí se lee la mente” donde se sugiera al usuario olvidar la lectura del café, tarot, caracoles, mano, iris, pies, etcétera, y que invite a desnudar el cerebro de la esposa, esposo, suegra, hijo, o bien, que ofrezca a cada cual el descubrimiento de lo que su mente esconde. Claro, eso nunca va a suceder. Reconozco que soy ignorante de muchos tipos de lecturas, pero, aunque comercialmente nunca voy a explotar ese don, lo mío, lo mío, es decir, mi especialidad, es leer la mente.
         Por ejemplo, adivino que algunos de los que leyeron el título de este artículo pensaron que iba a hablar sobre la campaña de lectura de El Siglo de Torreón, y bueno, ya que no siempre me gusta decepcionar a las personas (ni a los animales), sí voy a hablar de eso. Es que, sin querer, me vi involucrada en esa campaña. Digo, no fue decisión mía pero lo hice con  mucho gusto. Llegaron a casa dos jovencitas (Miryam y Erika) preguntándome por qué o para qué leía. Parte del objetivo de la respuesta era la espontaneidad. Entonces me quedé pensando unos segundos y respondí: “Leo para tratar de entender la vida”, allí en mi respuesta iba implícito el porqué, porque en efecto, no entiendo la vida, al menos no muy bien. Y aunque di mi contestación en ese momento, la pregunta me acosó el resto del día, la noche y hasta la mañana siguiente (¡obsesiva!, sentenció el lector que todo lo juzga). En realidad, no me especificaron a qué tipo de lectura se referían, pero claro, no era necesario porque cuando se asegura que alguien es un “lector voraz” es lo mismo que decir que le atañe la literatura, que se involucra con la novela, poesía o cuento. Desde luego, atendiendo a mi respuesta, sí creo que leer ayuda a entender la vida, porque en las letras conocemos más sobre la conducta humana. Sin embargo, a veces pienso que lo único seguro es que la literatura sirve como método anticonceptivo. Está comprobado; siempre coincide que los países que más leen son los que menos nacimientos tienen. La explosión demográfica de un país aumenta cuando su población basa su criterio únicamente en lo que le dicta la televisión. Muy contrario al sentido del chiste estúpido de: “¿Qué, tus papás no tenían tele?”. (Acertaron. Me pasó más de una vez, aludiendo a que provengo de una familia exagerada en múltiples sentidos).
         México es un país lector, pero no de lo que  debería. Sí, todo mundo está gastándose los ojos en las redes sociales o en el teléfono celular. No sé si esté cuantificado el tiempo que perdemos involucrándonos en textos banales, en videos tontos o husmeando perfiles. Aunque también es cierto que se ojean periódicos, revistas, instructivos, música (los que pueden), recetas de cocina y libros didácticos. Lástima que la mayoría no toma en cuenta que acudir a la escritura de arte es igual que leer la mente. No hay mejor oportunidad de conocer las grandes testas que leyendo lo que escribieron.
         Estarán preguntándose, y, ¿dónde quedó la arrogancia de la sentencia inicial de “yo leo la mente”? Les digo, sí sé lo piensan los otros. La telepatía existe. Aunque no es exclusiva de mi persona. En realidad todos tenemos ese don, pero no nos fiamos de él, especialmente los jóvenes no creen en lo que comúnmente se llama intuición o sexto sentido que corresponden a lo que es leer la mente. Al pasar de los años es muy importante confiar en lo que creemos que los otros piensan porque cuando acertamos crece la autoestima. ¿De qué se trata eso de leer la mente? Se trata de saber interpretar los signos de una mueca,  palabra o acción. A todos nos ha pasado que al llegar a un lugar y sentimos cómo allí se llena de un pesado silencio y eso nos hace deducir que estaban hablando de nosotros. No, no es paranoia, eso sucede. O, a veces, vemos gestos de fastidio en la cara de enfrente y todavía se nos ocurre preguntar, ¿estás aburrido? ¿Por qué existen las “miradas que matan”?, porque a través de la mirada se lee el pensamiento. Entonces yo, tú, él, vosotros leéis la mente y todo lo que se le atraviese.

sábado, 12 de octubre de 2013

DESEOS SEXUALES

Con frecuencia me sorprende la avalancha de anuncios sexuales a los que estamos expuestos. Pareciera que, para muchos, las relaciones sexuales fueran algo que está de moda. Olvidan que, aunque existen seres vivos que se reproducen asexualmente, y a pesar de la clonación y la probeta, casi todos somos producto de un acto sexual entre un hombre y una mujer. Desde luego, la finalidad de tanta alharaca erótica nada tiene que ver con la reproducción animal sino con los usos recreacionales del apareamiento.
Viajamos al DF, todos. Dos hijos y dos papás. Los cuatro subimos a un pequeño taxi y nos compactamos como pudimos. Antes, el chofer había abierto la cajuela para guardar lo comprado. Nos mostró un fastidio reflejado en la boca y la nariz. Quizá ese era el momento de buscar otro vehículo. Pero estábamos muy cansados. No dijimos nada. Enfilamos a la dirección predicha. El chofer prendió el radio y oímos un programa donde alguien llamaba a una especie de “línea caliente”. A nuestros oídos entraba la voz de una mujer que fingía tener sexo. Ya saben, la poca creatividad de estos casos: “Te cumpliré todas tus fantasías. Papito… y demás frases y gemidos asociados al placer libidinoso. Lo mismo de siempre. Así estuvo durante un rato hasta que ella pareció alcanzar la cumbre del Everest. El caso es que iba con mi familia y allí se respiraban aires un tanto incomodos. A pesar de que todos, en ese apretujadero, éramos adultos, y, supongo, de mente abierta. Aun así, pensé en decirle al taxista “porno”, que apagará a esa señora pujona, falsamente ronca y melosa. Estuve imaginando la exigencia que le haría al chofer: enojada, indignada, amable, muy amable, indiferente… En fin, de todas las formas posibles. Pero yo estaba agotada y sentía que aquel descarado me iba a responder violentamente. Dijéraselo como se lo dijera. ¿Qué tal que nos baja del coche y se queda con nuestras cosas, y si nos asalta? “No hay que juzgar a las personas por su apariencia”, recordé eso. La verdad, el hombre tenía una pinta de maleante que en momentos me asustaba. Tal vez no era dañino, pero lo parecía.  Opté por hacer mutis. Igual que los demás. Mientras, mi hija volteaba a verme alzando unas cejas que me decían: “¿Qué pasa, mamá?”, respondí con el mismo gesto. En mi imaginación seguí reclamadora hasta que llegamos a donde teníamos que llegar. Nada sucedió.
La situación anterior me hizo recordar aquella frase de Aldos Huxley de su novela Un mundo feliz, que dice “A medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar.” Es verdad, ahora hay más libertad sexual y más acceso a la pornografía. En la ternura de mi despertar hormonal, sabía que mis contemporáneos mandaban a la revisteria, al más avejentado de sus amigos adolescentes para que comprara “literatura de una sola mano”. Sí, se cooperaban entre varios y hojeaban el Pimienta o el Penthouse o no sé cuáles otras. Antes se compraba esa fantasía y los jóvenes experimentaban cierta culpa y la sensación de estar haciendo algo inmoral o ilegal, ahora ese recato se perdió; la pornografía se encuentra sin costo en Internet y en cualquier lado. Ojalá, Huxley, tuviera razón cuando escribe: “En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino.” Ojalá que todos nos reconciliáramos, pero, como veo el panorama… soy pesimista.
Considero que tanta publicidad sexual da origen a otras manifestaciones perversas que han dañado mucho a nuestra sociedad, y esto se ha reflejado principalmente en la trata de personas. Son excesivos los estímulos para las hormonas sexuales, porque además, los viejos que carecen de estas hormonas, las compran en la farmacia para satisfacer sus deseos sexuales.
La pornografía no me asusta, no obstante, para mí, es una resonancia interminable de egos frustrados. Claro, respeto toda expresión erótica, siempre y cuando se trate de adultos libres y conscientes a los que no se les imponga nada.

lunes, 30 de septiembre de 2013

TRABAJADORAS DEL HOGAR


La limpieza del hogar es uno de los trabajos más pesados y monótonos. Quitar polvo, lavar ropa (y aceptar que es irremediable la pérdida constante de calcetines), sacar montones de pelusa de los rincones y de debajo de las camas, preguntándose, ¿cómo demonios fabricamos tanta pelusa?, lavar platos, limpiar ventanas, pisos y sentir alivio cuando el camión de la basura retira las bolsas que se dejan en la banqueta de casa. Alguien tiene que hacer ese trabajo para que el mundo funcione.
A las mujeres que ayudan a otras mujeres en el trabajo casero se le ha les ha llamado de muchas formas: Sirvientas, asistentas, fámulas, criadas, mozas, muchachas, “chachas”, “maids” y otro nombre felino. Ellas, las trabajadoras domésticas, logran que los hogares de la clase media y alta funcionen bien. De éstas señoras se cuentan historias de acoso sexual y maltrato. Son de “quedada” o de “salida” si ellas “no se hallan” se van y con ellas se llevan la historia íntima de la familia y la pasean por todos los lugares a donde llegan. Indiferentes, interesadas o con cariño de madre, sobre sus historias se hacen chistes y telenovelas en las que son representadas por una chica hermosa que se enamora del joven de la casa, el cual es un papanatas que no la valora hasta que esta se transforma en una rica empresaria. Así de irracional y cursi es nuestra televisión mexicana.
La mayoría de las asistentes del hogar cargan una vida de abandono por parte del padre de sus hijos, otras trabajan: “sólo quiero ayudarle a mi viejo con el gasto”. En México, su escolaridad es baja, sólo el 68% ha terminado la educación primaria y 4.3 % son analfabetas. Entran a trabajar sin contrato, sin prestaciones, ganan un promedio de 150 pesos diarios. Por desgracia a veces no consiguen trabajo si ya son mayores o tienen sobrepeso.
Ellas son siempre plática de otras mujeres, generalmente hablan como si fueran un objeto de propiedad, “mi muchacha”, dicen. Comentan de lo buena que le salió una y de lo mal hecha de la otra, de la que se fue sin decir adiós o de la que pide aumento con la amenaza de que se va y la otra, una más, que se llevó la ropa interior o el juego completo de cubiertos de fiesta.
De las mujeres mexicanas casi dos millones se dedica a esta actividad, que constituye el 11% de la fuerza laboral económica de la mujer. Hay empleadora que con frecuencia subestima su inteligencia, creen que por no haber estudiado no pueden ser deductivas o perceptivas o que tienen un concepto pobre de la vida, pero hay muchas historias de mujeres, como la de la indígena guatemalteca Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz en 1992, que siendo sirvienta casi toda su vida, luchó por los derechos de los indios. Cuentan que su antigua patrona se desmayó cuando la vio en televisión recibiendo el premio Nobel.
Las trabajadoras domésticas son uno de los grupos al que menos se respetan sus derechos laborales que vienen estipulados en la Ley Federal del Trabajo, abarcan desde el artículo 331 hasta 343, tienen derecho a una jornada de 8 horas diarias, salario mínimo que puede ser reducido si recibe techo y comida, un día libre, los patrones deberán pagar gastos médicos en caso de enfermedad y pagar hasta un mes de salario si la trabajadora está incapacitada y en caso de muerte los empleadores deberán hacerse cargo de los gastos del funeral, esto si no se cubrió con la cuota del Seguro Social. La ley no contempla la jubilación ni ahorro para el retiro.
Ahora que han aumentado las empresas maquiladoras y más mujeres prefieren ser obreras, actualmente es más difícil encontrar quien ayude en las tareas del hogar, esto ha servido para que el trato hacia ellas sea más cordial y a veces afectivo.

sábado, 14 de septiembre de 2013

LIDIA ACEVEDO, ME CONTESTA



Lidia Acevedo, escritora lagunera, aceptó contestarme las siguientes preguntas:

--¿Cuál es tu apreciación sobre el nivel de la literatura regional?

La literatura es un parámetro del nivel cultural de un grupo social; Paulo Freiré investigó sobre cuánto y en qué contexto las personas son más susceptibles de ser condicionadas a actuar de cierta manera, a través de los medios de comunicación. No obstante, dijo que: “en una sociedad teledirigida los que despiertan primero son los intelectuales, entonces dejan de hablar de sus amores frustrados y miran a su alrededor”. En tanto la obra siga respondiendo a la reiteración de elementos que no aportan una salida a la desculturización, se convierte en viciada y anecdótica, evidenciando el nivel en que se encuentra. En cuanto a la literatura de la Región, basta leer lo que se produce para notar que aún giramos alrededor de la autocomplacencia.

--¿Qué paradigmas o prejuicios crees que hay necesidad de romper en cuanto a la escritura se refiere?

El ejercicio literario precisa de una vocación clara y alejada del protagonismo. El escritor serio establece –antes que nada-, una relación de respeto con la palabra, que es su materia prima, sin la elaboración de currículos vacíos tendientes a la consecución de puestos en las instituciones culturales, o al regodeo banal de cerebros cuya obra insustancial busca ser amparada por la sombra efímera de las modas, creando un andamiaje que sucumbe a lo protervo del material con que es armado. “ … cualquier artista que busca la admiración particular es, en tanto que la busca, menos artista. El deseo de salir al foro, del aplauso, nada tiene que ver con el Arte serio. Al artista serio, le puede gustar salir al foro y puede ser, fuera de su arte, cualquier clase de imbécil, pero no hay conexión entre ambas cosas…” Ezra Pöund El Arte de la Poesía p.73.

--¿Por qué crees que, en general, se señala la diferencia entre la literatura hecha por hombres y la que hacen las mujeres?

Hay diferencias claras en la biología, como en otros renglones; se escribe desde el color de piel, la etnia, el estatus social, el nivel académico… etc. La experiencia vital redunda en estos rubros, pero ninguno de ellos determina la calidad de la obra. La literatura es producto del pensamiento y éste –a pesar de las circunstancias en que se cree- carece de sexo.

--¿De qué manera han contribuido las mujeres a la creación de estereotipos?

Los estereotipos son creados por una clase dominante que se beneficia de ellos y tanto hombres como mujeres suelen dejarse engañar por la utilidad que su desempeño les representa. Actuar en el rango que supone uno u otro, corrompe la literatura. En relación a lo escrito por los estereotipados “machos”, Pound opina que. … “es una necedad creer que la vulgaridad y la falta de calidad tienen el mérito de ser novedades; siempre existieron, y no tienen ningún interés por sí mismas…”

En La rebelión de las masas, Ortega y Gaset dice que comunicarse es una operación más ilusoria de lo que se piensa; eso nos remite al Arte malo, el estereotipado, el que sirve para propósitos particulares.

“…Si un artista falsifica su informe acerca de la naturaleza del hombre, de su propia naturaleza, de la naturaleza de su ideal de lo perfecto, de la naturaleza de su ideal de esto o lo otro, de Dios, -si Dios existe-, de la fuerza vital, de la naturaleza del bien y del mal -si el bien y el mal existen- de la intensidad con la que cree o no en esto, eso o lo otro, del grado en que sufre o se alegra. Si el artista falsifica su informe acerca de estos asuntos, o sobre cualquier otro asunto con el fin de ajustarse al gusto de su época, a los requisitos de un soberano, a las conveniencias de un código ético preestablecido, ese artista miente.

Si miente por voluntad deliberada de mentir, si miente por cobardía, descuido o por cualquier negligencia, miente de todos modos y se le debe castigar o despreciar de acuerdo a la magnitud de su delito”. Pound. El Arte… P. 68.

--¿Cómo crees que se puede estimular la lectura desde la administración pública?

Añadiendo espacios de lectura a la currícula escolar; otros países las tienen y no son optativas.

lunes, 9 de septiembre de 2013

HACERSE VIEJO


Vivir con la suavidad en la que duerme un recién nacido, o con la dulzura de la leche materna, o vivir violentamente desgarrándose las entrañas. Hacerlo lento y caer al vacío mientras se suspira la imposibilidad. Vivir enamorados y obligar a otro a nos ame; volverlo loco. Después buscar a alguien para hacerlo vomitar de dolor y disfrutar de su odio. Sorprender. Vivir primero con el corazón y luego rehacerlo todo con el cerebro. Con un buen cerebro, si acaso se tiene uno de ésos. Entonces, ser maestros de la manipulación, luego, claro está, morir.
Hace unos días me encontraba en una pequeña cafetería de un hospital local. Fui a desayunar en soledad. Pedí un café y dos gorditas, una de deshebrada y otra de picadillo, como se dice aquí, “en maíz”. Mis ojos se habían pegado a la ventana y observaba los diagonales rayos del sol y un verde jardín. Mientras me servían los alimentos, apoyé la cabeza inclinada sobre mi mano derecha en la barbilla. Pensaba en lo difícil que se me habían hecho las últimas semanas debido a la separación de mis dos hijos que se habían ido a estudiar fuera de la ciudad. Sentía que me afectaba incluso para escribir. Una testa negada a abrirse. Un cerebro seco con envejecimiento prematuro. Aunque ni tan prematuro ni tan envejecido. En eso estaba.
A la mesa que se encontraba a mis espaldas, llegaron dos jóvenes mujeres. Nunca las vi, solamente las escuché. Una de ellas hablaba sobre un tema por demás común: una madre metiche y manipuladora. En este caso se trataba de una suegra entrometida. La muchacha comenzó a quejarse de que la mencionada les llamaba por teléfono, no una vez sino varias veces al día, pero que los telefonazos que más le enfurecían a la recién casada, eran los que pretendían saber sobre qué habían comido. Decía la joven que, en el colmo de la imprudencia, frecuentemente la “madre abnegada” llegaba sin avisar a su casa y les traía comida preparada por ella: “Es que mijo está acostumbrado a alimentarse bien, no come cualquier cosa. Le hice las enchiladas qué tanto le gustan. Pobrecito, no quiero que siga malpasándose”. Al parecer eso de que el pimpollo se malpasara era una de las ideas que más le retorcían el hígado a la nuera, “¿qué no ve la vieja todo lo que ha engordado en tres meses de casados?”, ­--Seguía espetando la de la catarsis. “Yo que tú aprovecharía para decirle que, ya que sales cansada del trabajo y no te da tiempo para cocinar, sería mejor que todos los días coman con ella. Ya veras que a la primera semana querrá que se vayan. No seas mensa” –Aconsejaba la amiga. Así siguieron con los “vieja metiche” “qué se compre una vida” “pero qué relación tan enferma la de esa mujer” “lo voy a mandar con un psicólogo para que le diga que se corte el cordón umbilical” “si las cosas siguen así, voy a correrlo y que se vaya con su mamita y su maldita comida”. Después de mucho desahogo oí un silencio y luego, la moqueada. Se fueron. Me dieron ganas de levantarme y decirle: “no es tan grave, hablando se solucionan las cosas”, pero me sentí patética, yo sería todavía más metiche que la suegra. Juro que no tenía intenciones de oír esa historia llego a mis oídos sin querer, desgraciadamente me hizo llegar a una conclusión que les diré unas líneas abajo.
La vida continua y uno intenta conocerse; ser mejor. Pero, como bien dijo no sé quién, “sólo perdiendo lo que tienes, vas a saber quién eres”. Así, el primer día en que mi hijo se instaló en otra ciudad, lo llamé y lo primero que le pregunté fue: “¿qué comiste, mijo?”. Al terminar la frase me invadieron juntos, miedo y escalofrío. Llegué a la terrible conclusión de que la verdadera vejez comienza, no con los olvidos, no con el rechinar de rodillas, no con la caída de todas las protuberancias del cuerpo sino cuando te come la obsesión por saber qué alimentos se zamparon los hijos fuera de casa. No quiero envejecer tan rápido, por eso, jamás he vuelto al interrogatorio culinario. He renunciado a esa manipulación materna tan absurda y dañina.

viernes, 23 de agosto de 2013

100 % SEDA

Cada uno de los diferentes tipos de insectos tiene una razón de ser, aunque la mayoría de las veces la desconocemos. Nuestra relación con los insectos se mueve entre aborrecer a las cucarachas o maravillarnos con las mariposas. Pensando en esos invertebrados; se compra un matamoscas, un repelente y un insecticida casa y jardín. De plano se fumiga, o bien se da el chanclazo o periodicazo. En otra vía, se mira con serenidad una mariposa posada en una rosa y nos parece imposible imaginar cómo cada año la Monarca vuele desde Canadá a Michoacán. También, habrá que cuidarse del mosquito Anófeles, por aquello del paludismo, o del mosquito del dengue o de la mosca Tse-tse por ¾si las moscas¾ aquello de la enfermedad del sueño. Recordemos los tiempos de La Conquista Española: el piojo era al tifus, lo que la pulga era a la peste. Vectores de enfermedades contagiosas. Así, entre roncha, comezón y sueño... fiebre horror asco y maravilla. No les hemos dado a los insectos el crédito que se merecen. Ya que han ayudado a ganar guerras y a promover la riqueza de diferentes sociedades. Ahí tenemos a la misteriosa abeja dándonos la miel. Y qué decir del gusano de seda (transformado luego en bella mariposa) que durante años nutrió la economía de China, Japón y  algunos países europeos.
El gusano de seda, en peligro de extinción, (la seda actualmente casi toda es sintética) le sirvió de pretexto al escritor italiano Alessandro Baricco (Turín, 1959) para escribir la novela Seda (1996) que cuenta dos historias ¾o tal vez más¾: la del comercio del gusano de seda y la historia de un intenso amor. Donde la frase “intenso amor” no significa amor físico; pasión no significa sexo. Relato que explica cómo el gusano de seda, sostuvo, en gran parte, la economía francesa en la segunda mitad del siglo XIX. El gusanillo que deja un valiosísimo capullo al sufrir la metamorfosis en mariposa. Capullo que las manos vuelven hilo. Hilo que es transformado en preciosas prendas de vestir, símbolo de riqueza y elegancia. La prosa, el amor y la seda con las mismas características: delicadeza, suavidad, brillo y sensualidad. Amor y seda se entregan desde la mirada. Ambos resbalan con facilidad. Un amor etéreo que influencia a quienes saben de él.
Hervé Jouncour, el protagonista, es francés y no tiene hijos. Tiene a Hélene; su mujer, a la que ama. Tiene un amigo llamado Baldabiou, él que decide su destino ¾el de Hervé¾ de comprador y vendedor de gusanos seda. A Hervé siempre le fue bien. Pero el día que él dispuso su camino por sí mismo le fue mal. Y amó a otra mujer. Intensamente. Con la mirada. He aquí la mirada como acto erótico. La pasión que lo llevó a África. África ¾dice¾ es un continente cansado. El deseo que lo llevó al fin del mundo que era China, país del que asegura era invisible. Allí: “La vida que bulle en voz baja, que se mueve con lentitud astuta”. Eran los tiempos en que Gustave Flaubert escribía Salombó (1861) y Louis Pasteur investigaba la pebrina. Pebrina, la enfermedad que afecta a los gusanos de seda y que trajo una epidemia que casi hunde la industria francesa de la seda.   
“Esta no es una novela. Y tampoco un cuento. Esta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y termina con un lago, que está allí, en un día de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago no se sabe”. Nos dice Baricco sobre su obra.  Una narración situada en el siglo XIX pero divisada desde el siglo XX. 
Generalmente cuando leo un libro intento desentrañar las influencias que el autor ha recibido de otros escritores y con Baricco no pude precisarlos. Este pequeño libro de ciento veinticinco páginas expresa los sentimientos de un amor mudo; un sentimiento hablado visualmente: “mil veces buscó los ojos de ella, y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de danza triste, secreta e impotente”. La prosa de Baricco es poética y en ocasiones humorística, tiene un ritmo rápido y melodioso.
Alessandro Baricco es licenciado en filosofía y músico de jazz, ha escrito las novelas:  Tierras de cristal, Océano mar, Sin sangre, Homero Iliada. Una obra de teatro Novecento.  Los ensayos: Rossini el genio en fuga, Next, El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin. En los últimos años Baricco se ha revelado como un fenómeno en ventas de su novela Seda y ha sido traducida del italiano a diecisiete idiomas.

sábado, 3 de agosto de 2013

VICENTE ALFONSO, CUENTA

Contar las nochesVicente Alfonso (Torreón, Coah.1977) es un escritor consciente de todas las herramientas que puede usar en el armado de sus historias. De él sea ha dicho, a propósito del Premio Nacional de Narrativa Joven María Luisa Puga que ganó en 2009 con su libro Contar las noches: “Vicente Alfonso conoce muy bien las reglas del juego y las maneja de la mejor forma, inquietando permanentemente a los lectores, no permitiéndoles que se les vaya de las manos: el famoso ‘descontón’ del que habló Julio Cortázar. Luego, las historias que cuenta, truculentas como son en su mayoría, despliegan los mecanismos que impiden que los asuntos sean conocidos desde el principio, y eso les da tensión que llega hasta el final, como debe ser […] Vicente Alfonso pisa muy fuerte”.

Cada vez que leo un libro de este lagunero, mi bola de cristal me dice que es un autor que se quedará entre los vivos. Y es que su novela, con dos reediciones, Partitura para mujer muerta, (Literatura Mondadori, 2008) Premio Nacional de Novela Policiaca, su libro de cuentos Síndrome de Esquilo (Ficticia, 2007), La Laguna de Tinta (UA de C. colección escritores Coahuilenses, 2006) y Contar las noches, su más reciente publicación, todas son obras muy bien logradas y el manejo del lenguaje y lo sorpresivo de los finales las hacen muy atractivas.
Contar las noches, un título que, inevitablemente, recuerda el libro más emblemático del arte de contar: Las mil y una noches, la obra donde Scherezada cada noche tiene que inventar historias porque de lo contrario amanecerá muerta. Crear historias para sobrevivir. Así, con la pasión y el conocimiento del autor se advierte la construcción de las narraciones de este volumen.
 Contar las noches es un libro que alberga quince cuentos en los que desde el primero, Vicente Alfonso, cautiva por el buen manejo de la intriga. Llamó mi atención, especialmente, la diversidad de los recursos narrativos. El autor de Partitura para mujer muerta, acude a todas las formas de narradores: al omnisciente, a la primera persona (espectador y personaje) y a la segunda persona. Pero no lo hace de manera simple. Por ejemplo, en el primer relato, “Perder en lotería” habla de una mujer rica, jugadora y engañada por el marido y por su amiga, allí, utiliza la primera persona pero inicialmente esconde que el personaje que está contando es también protagonista, y que es, además, parte decisiva de la trama. La torcedura que le da a la narración sorprende al lector, porque el escritor muestra todos elementos pero el lector es engañado. Aunque uno bien puede sentirse complacido porque fue engañado con gran destreza.
En “Latitud 32” escrito en segunda persona, percibí cierta influencia de Carlos Fuentes y de su novela Aura, no sólo por el estilo sino también porque en momentos la ambientación de “Latitud 32” trae él de aquélla novela. En ambos (cuento y novela) se describe una posible realidad paralela. Desde luego, las historias son diferentes.
En el cuento que da título al libro “Contar las noches” un narrador omnisciente escribe sobre un borracho deseoso de confundir a una teibolera con la mujer que lo dejó. Dan unidad al libro: asesinos que se dejaron llevar por las conjeturas, dos historias donde el café es la bebida conductora; dos de gemelos y los juegos a los que la vida recurre para usar las ventajas y desventajas que pueden vivir los que nacen de a dos (el autor tiene un gemelo, Antonio Rodríguez, quien también es escritor).
La literatura de este autor se disfruta mucho; él ha dejado de pertenecer a La Laguna y ha desplegado sus hojas más allá  de nuestra región.  Vicente Alfonso, cuenta.
Vicente Alfonso. Contar las noches, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2011; 92 pp.  2012. Premio Nacional de Narrativa Joven María Luisa Puga 2009.

sábado, 20 de julio de 2013

VIENTOS SEPARTISTAS EN LA LAGUNA

Después de recorrer el país Vasco, el escritor francés, Víctor Hugo, dijo: “Un vasco no es francés ni español, es vasco”. Luego de leer ese pensamiento consideré que era válido aplicarlo también para decir: “Un lagunero no es duranguense ni coahuilense, es lagunero”; por supuesto, estamos muy lejos de vivir circunstancias parecidas para que la frase calce de manera exacta.

Conocemos algunas historias separatistas, principalmente las que nos llegan de España, en donde los catalanes salen a las calles exigiendo constituir otro país. Y la más conocida, la del país Vasco; un territorio que es en parte francés y en parte español. En la región vasca se tiene un idioma propio (euskera), se consideran una raza con una idiosincrasia diferente. Especialmente los vascos han llegado a situaciones extremistas que se han manifestado en la asociación terrorista conocida como ETA (Euskadi Ta Askatasuna que significa en español, País Vasco y Libertad). Muchos han muerto a causa de los actos terroristas perpetrados por ETA. Quizá los vascos y catalanes tengan razón en desear ser otro país, pues tienen rasgos, ideología y un idioma diferentes, además una estructura comercial que genera impuestos de lo que en gran parte van a parar al gobierno español o francés, según sea el caso.
         Aquí, en La Laguna, la situación es diferente. Excepto por algunos modismos regionales y ciertas costumbres, no somos demasiado diferentes al resto de los dos estados de los que formamos parte. Quizá la sangre vasca que aún late en la Comarca Lagunera nos infunda ciertos despertares ideológicos. Desde luego, no somos tan ambiciosos como para querer formar el país de La Laguna, queremos ser El Estado de La Laguna (ELLA) un hecho que contempla su posibilidad en el artículo 73 de nuestra Constitución. Las últimas veces que en México ocurrió esto fue el 2 de septiembre de 1974 cuando el presidente Luis  Echeverría envío al Congreso de la Unión una iniciativa de ley para que Quintana Roo y Baja California Sur, fueran elevados a la categoría de Estados.
         De manera que, en teoría, es posible que la Comarca Lagunera se vuelva Estado, pues es un territorio definido. Pero no sé qué tan factible sea que pueda ser realidad. Mucho se ha hablado de que el presidente Enrique Peña Nieto, tiene demasiados compromisos con el pasado y  actual gobernador de Coahuila, lo mismo sucede en el caso del de Durango. Ambos gobernadores priistas fueron muy significativos en ayudar al triunfo presidencial. Desafortunadamente no veo al presidente Peña Nieto, presentando esta iniciativa en el Congreso.
         Quisiéramos que la firma de 500 mil laguneros moviera la conciencia de otros, para que así se diera la oportunidad de una nueva administración de recursos, aflojando los yugos de las actuales capitales de Durango y Coahuila. Porque ya no queremos pagar deudas que no se invirtieron en La Laguna y deseamos que los recursos federales que nos corresponden lleguen íntegros a nuestras ciudades. Aunque también tenemos que reconocer que los gobiernos municipales han hecho lo propio para que nuestras ciudades se vean abandonadas, con saqueos de monumentos, llenas de baches, con pésimo alumbrado público y obras mal construidas o inconclusas. Eso, sin hablar de la inseguridad.
         Me gusta la idea de ELLA. Me entusiasma decirles a mis amigos y familiares: “llenen las hojas, fírmenle, pónganle la calve de su identificación”. Me alegra que haya una apasionada organización para este proyecto. Aunque mi participación sea de soslayo. Sin embargo, tengo que reconocer que no soy muy optimista en cuanto a lograr el objetivo. De cualquier manera me parece trascendente que se esté trabajando pacíficamente, exponiendo argumentos bien cimentados. Es esperanzador saber que muchas personas coincidimos en los deseos de cambio de nuestra región. Claro que hay otros que menosprecian el esfuerzo o no están de acuerdo con formar el estado de La Laguna. Pero creo que siempre será importante manifestar el desacuerdo ante lo que no consideramos justo, ¿de qué otra manera se crea conciencia, si no es expresando las ideas?

sábado, 6 de julio de 2013

EL EROTISMO DE LAWRENCE

Recientemente he terminado de leer La novela, El amante de Lady Chatterley (1928) último libro del escritor inglés, David Herbert Richards Lawrence, mejor conocido como D. H. Lawrence (1885-1930). Me he quedado pasmada por la forma que tiene el autor de crear personajes femeninos. Se trata de una novela escrita por un narrador omnisciente, ese dios que sabe lo de dentro y lo de fuera de sus personajes y que igualmente conoce su pasado, presente y futuro.
 Aunque en su tiempo Lawrence fue etiquetado como un escritor pornográfico, en El amante de lady Chatterley hace reflexiones de diversos temas como la revolución industrial, la guerra, las conductas entre las diferentes clases sociales; predice la evolución de la sociedad y  los roles futuros del hombre y la mujer. En el futuro de Lawrence, que es él que ahora vivimos, vemos a mujeres liberadas, observamos un tiempo donde la sexualidad y la amistad entre ambos sexos dejan de ser tabú. Lawrence sentencia a una humanidad que tendrá que convertirse en otra especie, porque “si seguimos así, todo mundo, intelectuales, artistas, gobierno, industrias y obreros, terminaran frenéticamente con el último sentimiento humano (…) la serpiente se devorará a sí misma”.
Sin embargo, lo más apasionante de la narración es precisamente la pasión que se da entre Connie (Lady Chatterley) y su amante Oliver Mellors, el guardabosque de la finca que comparte Lady Chatterley con su esposo, Clifford. Connie se había casado enamorada de sir Clifford. Él tiene que ir a luchar en la primera guerra mundial y regresa paralítico. Luego él se convierte en un escritor mediocre que logra cierto reconocimiento a través de su estatus social. Ella vive un amable sometimiento hasta que decide no servirle más. Su mismo esposo, al estar imposibilitado para la sexualidad, le sugiere que tenga un amante pasajero, sólo para que le dé el heredero que los Chatterley necesitan. Connie, se enamora del padre de su hijo.
        Este libro fue publicado primero en Francia e Italia y 30 años después en Inglaterra, ya que fue prohibido porque la sociedad inglesa lo consideró vulgar y escandaloso por el tema de los amantes y porque les lastimaban las descripciones detalladas de las relaciones sexuales y más aún, de los orgasmos. Vista con ojos actuales, se trata de la expresión sublime de un hombre y una mujer que se aman y que logran una verdadera comunión, a pesar de todo lo que los divide.
        Los cuadros de los momentos eróticos de la pareja, en ocasiones se vuelven juegos, en donde “sir John Thomas” y “lady Jane”, no son anatomías pudendas de los personajes sino dos individuos que viven pegados al ecuador de los cuerpos de los amantes. Los protagonistas satélites son voluntariosos, hablan entre sí, se ponen flores, se alegran y se entristecen.
        Esta historia me pareció entrañable. No obstante, me decepcionó la manera en que termina, ya que el autor deja abierto el final, aunque sugiere los acontecimientos futuros.  
         Realmente me intriga cuando un escritor explora la condición de ser mujer y la plasma de manera fidedigna. Me ha pasado, especialmente, con el noruego Henrik Ibsen con su obra de teatro Casa de muñecas (1879) donde, inicialmente, presenta al prototipo de mujer a la que le dan todo lo material, pero nada afectivo. A Nora sólo le falta tenerse a sí misma. Poca cosa. El autor recrea a la esposa perfecta, a la “alondra canora”, a “la ardillita manirrotita” que se entrega y con la entrega se aniquila. Aunque al final lo abandona todo e inicia una nueva vida lejos de su esposo e hijos.
Otros autores que han creado mujeres en sus páginas, como si ellos mismos tuvieran almas femeninas, son el francés Gustav Flaubert con Madame Bovary (1857) y el ruso León Tolstói con Ana Karenina (1877). Estas dos últimas novelas tuvieron su propio escandalo al tratarse también del tema de la infidelidad femenina, al igual que en El amante de Lady Chatterley. Pero, Emma Bovary y Ana Karenina deciden suicidarse, mientras que Connie Chatterley aprende a enfrentar la sociedad y sigue adelante.

sábado, 25 de mayo de 2013

CON POCA SAL EN LA MOLLERA

Es muy frecuente que autoridades, de todos los niveles, propongan soluciones que no resuelven nada. Los gobernantes dicen no al razonamiento y dan cabida a las ocurrencias. Así, muchas estrategias vienen de los que son “de muy poca sal en la mollera” como diría don Quijote. Este es el caso de los legisladores del Distrito Federal que han decido retirar los saleros de las mesas de los restaurantes. Desean prevenir la hipertensión arterial y no encontraron otra forma, sino ésta, absurda y sin probabilidades de éxito. Definitivamente, estamos salados, y cuando no, alguien nos echa la sal.

En el imperio romano, quinientos años antes de Cristo, se podía pagar con sal, misma que tenía un valor similar al oro, de allí surgió la palabra salario. Después, los químicos descubrieron que la sal no era otra cosa que un compuesto de dos elementos: cloruro y sodio (NaCl), que ahora es conocido usualmente como sal de mesa; un producto necesario para todas las funciones celulares del organismo animal. El cloruro de sodio también es utilizado como conservador de alimentos y es el causante de la salinidad del mar, de donde se extrae la mayor parte de este compuesto para consumo humano. Además, en la actualidad, es la mayor fuente de yodo, ya que hace aproximadamente 50 años se agregó este elemento a la sal comercial porque se descubrieron muchas comunidades en las que sus habitantes desarrollaban bocio, es decir, crecimiento de la glándula tiroides, en este caso por deficiencia de yodo, que se resolvió al yodar la sal. Así pues, es necesario ingerir este mineral, igual que las grasas, proteínas y carbohidratos. Desde luego, el problema de enfermedad resulta de la cantidad excesiva en el consumo de alimentos.
Siguiendo la estrategia de atacar el resultado de una mala práctica y no el origen, tratan a los habitantes de una ciudad como si fueran todos niños a los que hay que castigar, en lugar de educar a los que verdaderamente están en etapa infantil. Pues de acuerdo a la ley que prohibirá los saleros también se deberían quitar de todos los restaurantes, el sabroso tocino y todos los alimentos altos en grasa animal, ya que, sabemos, el colesterol es importante participante en la hipertensión arterial. ¿Y qué podríamos decir de las porciones grandes? Igualmente tendrían que castigar a todos los restaurantes de comida rápida que te sugieren engordar con eso de “por cinco pesos le doy papas y refresco grandes? Recordemos que la obesidad aumenta la presión arterial, favorece la aparición de diabetes y cáncer, eso sin contar los problemas articulares, entre muchos otros. De la misma forma, habría que impedir el consumo de alcohol en todas sus formas, porque no sólo es causante de muchas muertes por accidentes automovilísticos sino que es la principal fuente de cirrosis hepática. Además, el alcohol a grandes dosis produce hipertensión (aunque a dosis pequeñas baja la presión arterial). Ante todo, esto de quitar el salero de la mesa resulta ser una medida por demás incongruente.
Sería mejor quitar de los medios de comunicación, especialmente de las televisoras, los anuncios de tantos productos de mala calidad que promueven que seamos un país dependiente de fármacos autorrecetados. Allí tenemos a Lola Ayala, y otros más, sugiriendo que se debe tomar tal o cuál medicina. La ingesta de fármacos de manera desordenada, ocasiona no sólo que las personas fabriquen una orina costosa sino que provocan que su hígado y riñón trabajen horas extras para eliminar lo que el organismo no necesita. El uso indiscriminado de medicamentos igualmente favorece la disfunción del organismo.
La única solución viable, siempre, será la educación. Pero si nuestros maestros andan en marchas bloqueando la vialidad pública, la educación no será efectiva. Está claro que las autoridades mexicanas tratan a sus gobernados como “tontos a medio cocer”.