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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 31 de marzo de 2012

PLAGIOS BENDITOS


Y creo Dios al hombre. A imagen y semejanza los creo; Varón y hembra los creo. Génesis 1:27.

“A imagen y semejanza…” dice la Biblia. Está dicho en el libro sagrado de judíos y cristianos: los humanos somos copia. Fuimos bendecidos por el plagio. Pero si el Altísimo no es parte de sus reflexiones, baje la cabeza al micromundo genético: somos la calca de 23 cromosomas de cada uno de los padres, copias híbridas, hechas de mezclas de DNA ancestral. De manera que pareciera que lo único original en esta creación es el “pecado original”. La piratería es necesaria para existir, aunque de cualquier manera: “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Al nacer se manifiestan algunos instintos (otros se desbordan en la adolescencia). No hay necesidad de que el bebé aprenda a succionar, él automáticamente lo hará al acercarlo el seno materno o a la mamila. Tampoco se le enseña a llorar cuando se siente incómodo. Así que, el corte del cordón umbilical inaugura el cerebro vacío de lenguaje hablado y luego comienza a llenarse. Entonces, la boca tiende a emitir los primero balbuceos guturales, luego vienen los monosílabos y los bisílabos repetitivos como papá y mamá... Así, todo el aprendizaje oral de la primera infancia surge a través de la imitación; somos plagiarios necesariamente. Al principio el cerebro atrapa todo lo que puede, de esa manera se atiborra de ideas ajenas y sensaciones propias. Luego, se dedica a discriminar opiniones y a quedarse con otras a las que da un “toque personal”. Después, aparecen las ideas de derechos reservados.
Lo anterior lo recordé por el escandalo que se dio, hace màs dos meses, con el encargado de cultura de la UNAM, Sealtiel Alatriste. El catedrático tuvo que renunciar al cargo y al premio “Xavier Villaurrutia” al descubrirsele que presentó, como de él, párrafos de otros autores. Bajo ese detonante surgieron listas de escritores que habían recurrido al mismo artilugio para hacer brillar su obra.
Todos tomamos ideas de otros, consciente o inconscientemente, porque “no hay nada nuevo bajo el sol”. La originalidad literaria brota en los que saben retorcer mejor el colmillo para refrescar el pensamiento. Sin embargo, copiar textualmente sin usar comillas o no aclarar quien es el autor, además de plagio, es como un suicidio intelectual. El copión ingenuamente da por hecho que nadie se dará cuenta del robo y no se esforzará por acomodar con novedad las palabras.
Actualmente todo (desde un reloj hasta un titulo profesional) es plagiable, no sólo por los chinos o los tepiteños, sino por cualquiera de nosotros, ¿ha hecho algún CD pirata de música o bajado un libro de Internet? También, el habla cotidiana esta saturada de frases a las que no sé le da crédito al autor (sería absurda y difícil la comunicación) estos son los plagios autorizados, son los llamados lugares comunes. E igualmente el uso de los dichos o refranes son anónimos. Lugares comunes y refranes se imponen porque en el momento de su nacimiento que se oyeron describieron con fuerza y claridad irrefutable un hecho, por ello se vuelven parte del lenguaje popular. Ejemplos son interminables, las frases de los políticos son “botón de muestra” para ellos es indispensable la repetición, quien no este de acuerdo puede decir: “Lo niego categóricamente” o “Lo condeno enérgicamente”.
Otros tipos de plagio no sólo no se censuran sino que se alaban. No hace mucho se publicitó la presencia de una Gioconda madrileña que lejos ser un hecho criticable es un orgullo para el Museo del Prado. Cualquier famosa escultura o pintura replicada de manera perfecta es motivo de satisfacción. Otros ejemplos, existen títulos grandes obras que se repiten: La Caverna de Platón o La Caverna de Saramago; El arte de amar de Ovidio o El Arte de amar de Erick Fromm; Metamorfosis de Ovidio o Metamorfosis de Kafka, hay infinidad de iguales, sin que se consideren plagios.
Por eso, como diría el arriero: “No hay que plagiar primero. Pero hay que saber plagiar”.