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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 10 de diciembre de 2011

CARTA A UN LECTOR




Estimado Sr. Raúl Calzada Pedroza:
A veces recibo mensajes de los lectores, pero nunca uno como el suyo. La carta que me envió es especial porque las opiniones de quienes me leen siempre llegan a la computadora, en cambio la suya llegó en papel y tinta. Usted se tomó el tiempo y el trabajo de escribir a máquina una carta para llevarla a las oficinas de El Siglo de Torreón. (Tal vez uso una máquina de marca Lettera, Olivetty, Brother, o quizá una Remington). Me dio mucho gusto recibir sus palabras de esa manera. Me dice que es usted jubilado del Servicio Postal Mexicano; que trabajó de cartero durante treinta y dos años, ello me hizo pensar que usted sabe muy bien que recibir cartas es, generalmente, una cuestión de alegría. Imagino que más de una vez le tocó ver una sonrisa al entregar un sobre. Imagino que esos treinta y dos años pedaleó una bicicleta que cargaba cerca de los manubrios una gruesa valija de cuero, repleta de papeles con destinatario y remitente. Seguramente muchas veces entregó un sobre con sellos y estampillas a una señora que traía en sus manos una escoba porque recién había regado y limpiado la calle, o algunas veces vio salir corriendo a una mujer o a un niño en respuesta al sonido del silbato que, inconfundible, anunciaba noticias de familiares en la lejanía. Con seguridad, también, tuvo que alejar a patadas a uno que otro perro. He reflexionado sobre lo difícil, pero también divertido, que debió ser dedicarse a este oficio. Supongo que fue difícil por el peligro de ser atropellado y el sol de nuestra tierra, o por las veces que sintió la lluvia (de tierra o agua). Sin embargo, andar en bici trae cierta sensación de libertad y además pienso que de vez en cuando --y sin querer— podía leer en alguna tarjeta postal un “Te extraño” o “Un siempre tuyo” y observó en el sobre un beso pintado con lápiz labial rojo, muy rojo. Pero, todo aquello ya se fue. Los carteros de hoy ya no representan romance porque ahora casi sólo traen las cuentas por pagar y publicidad.
Su carta fue en respuesta a mi artículo de "El baile de los viejitos". Usted me cuenta que tiene setenta y cuatro años de edad y que baila todos los ritmos que toquen; eso es muy bueno para mantener la salud. He observado a los bailadores de la Plaza de Armas y nada más de verlos contagian su alegría. Le platico que hace unas semanas por causas ajenas (que no contrarias) a mi voluntad fui a un baile de jóvenes, digamos, entre 18 y 24 años de edad y pude darme cuenta que ellos tienen muy limitada su música, tanto, que me asombraba que la repetición incansable de dos notas provocara los más extraordinarios y variados movimientos. En el baile de los de la tercera edad es diferente, tocan todos los ritmos y bailan hombres con mujeres, aunque ocasionalmente se acompañan dos señoras. Los de la primera edad, en cambio, rara vez bailan en pareja, ellos lo hacen todos contra todos. Claro, bailar de dos en dos tiene su encanto, pero la juventud de hoy es más libre. Especialmente las mujeres ya no tienen que sufrir la humillación de depender de que alguno “las saque” a bailar, asimismo, los hombres no se exponen al rechazo, al menos en el baile. Lo malo de los de la primera edad es que bailan y toman alcohol al mismo tiempo, y además cantan canciones indescifrables para mí; es increíble su malabarismo y capacidad que tienen de poner atención a tantas cosas a la vez. Tal parece que necesitan saturar todos los sentidos. Los de la tercera edad, en cambio, toman su ritmo sobrios y relajados, unos sonrientes, otros con verdadera solemnidad.
Como le decía, me dio alegría recibir su carta y ya que no traía dirección a donde contestar, pues decidí hacerlo por este medio. Hace algunos domingos me di la vuelta a su baile y me dio mucho gusto ver que estaba muy concurrido y de que ese día (noche) no estaban cobrando. Creo que ya no lo hacen.
Bueno, señor Calzada, me despido en espera de que siga disfrutando esto de sacudirse los años con música.
Gracias por decir lo que me dice. Reciba un afectuoso saludo.
Angélica

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