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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Entre lo kitsch y lo naco


El libro El Kitsch. El arte de la felicidad del escritor francés Abraham A. Moles (editorial Paidos, Buenos Argentina, 1ª. Edición, 1973) es, sobre todo, un tratado de la relación del hombre con las cosas. Así, nos lleva a reflexionar sobre cómo el asceta (por ejemplo: los monjes que viven aislados en montañas) disminuye al máximo la necesidad de objetos. Así, él requiere de muy pocos utensilios (utensilio, que viene de utilidad) para vivir, ya que encuentra la felicidad explorando su espiritualidad. En cambio, el hombre de la sociedad consumista basa su felicidad en la posesión de objetos. La adquisición se justifica en pos del confort, para que, de esa manera, se pueda encontrar el placer. Aunque también hay un modo agresivo de relacionarse con las cosas. Se trata del que disfruta deshaciendo, él que encuentra que destruir es un hecho seductor. De esa manera pretenden establecer su superioridad los incendiarios, demoledores, saqueadores, asesinos...
En otros, la posesión siempre va más allá, llega a ser un valor que eleva el estatus social: “El estado social se reduce esencialmente a la apariencia; la posesión de un mueble noble equivale a un título de nobleza”, nos dice Moles. Sin embargo, la acumulación de objetos hace que se inutilicen unos a otros, o que disminuyan su función: en las casas de la alta sociedad tendrán un tipo de copa para cada líquido; una para el vino tinto, otra para la champaña, otra más para el martini, etcétera... si un solo tipo de copa se empleara para todo, su valor funcional sería mayor, pero entonces la burguesía no podría sentirse diferente. De modo que, si un llavero es útil, veinte de ellos guardados en un cajón resultan inútiles. Un coche para una persona es necesario pero diez disminuyen su funcionalidad. La colección produce goce pero, ¿qué cantidad es suficiente?. Los objetos seducen al burgués quien va inventando necesidades; el amontonamiento invade a las personas. El deseo de adquirir cosas encierra un origen inconsciente de ascender en la escala social: “El hombre es lo que aparenta y aparenta por sus posesiones”. Se anhela tener más y se encuentra placer en conseguirlo, de lo contrario viene la frustración. Y es en ese afán de encontrar la felicidad a través de las pertenencias es donde nace el kitsch. Moles nos dice: “La mentalidad kitsch surge de una situación sociocultural de aspiración a la felicidad condicionada por la prosperidad”. La palabra kitsch es alemana pero es la misma en cualquier idioma, significa frangollado, es decir, cuando algo está hecho rápido y mal; vive entre la fealdad y la belleza, es la estética del mal gusto. Pretende el buen gusto pero se queda en el camino y surge como la medianía; tiene que ver con la ausencia de autenticidad, con el amontonamiento y la falta de estilo. Se aplica al arte, a las situaciones y al pensamiento. El kitsch es ubicuo, por eso nadie está libre de él, pretende ser lo que no es, es la imitación de cualquier cosa o situación y puede ser cursi, divertido y lindo.
Una repisa totalmente llena de figurillas decorativas, se transforma en kitsch en el momento en que surge el amontonamiento y cada figura pierde su espacio vital, así la decoración no logra la estética pretendida. Todos los cuadros y jarrones de imitación y todo el arte pirata son kitsch. A medida que son más accesibles las copias nos hacemos más kitsch, y ya que no podemos tener un original de la pintura de Millet, de Manet, Monet, Dalí, Diego o Frida, pues nos conformamos con la reproducción barata. Las mezclas arquitectónicas en una sola construcción resultan kitsch al no tener un estilo definido; el kitsch en arquitectura nació con el rococó, en literatura lleva al extremo el sentimiento, es la literatura de evasión, la poesía azucarada, cursi y exaltada hasta llegar a un estado frenético que representa una escape a una realidad ñoña y ridícula. La imagen del final del cuento “y fueron felices para siempre” llevada al cine, a la televisión, y a todos lados es kitsch, porque la vida eternamente feliz no es una situación auténtica.
El libro de Moles fue escrito hace 36 años de manera que aún no se había desarrollado el comercio de la forma en que lo conocemos hoy. El autor hace una predicción: “El mercado de precio único y el supermercado serán el primero y el mayor servidor del kitsch”. Y tuvo razón, en un supermercado podemos encontrar: “Huevo decorativo Fabergé en finísimo plástico a 30 pesos o cuadro con girasoles de Van Gogh a 100 pesos”. Asimismo el regodeo del shopping cambió las relaciones entre el comprador y el vendedor, y ahora las volvió ilusorias. Hace medio siglo todavía se hallaba una tienda atendida por el dueño. Un señor o señora que era conocido (a) por todos. El propietario tenía un trato personal con el cliente, podría ser amable o gruñón pero expresaba una personalidad genuina. En cambio, actualmente, en las grandes tiendas nos atenderá una señorita de eterna sonrisa, amable y a la que muy probablemente no volveremos a ver y si la vemos no la recordaremos. La empleada habrá sido instruida en cursos de “excelencia” impartidos por un motivador profesional quien le garantizaría que manteniendo el ánimo en alto y el buen trato hacía el cliente, eso, le ayudaría a encontrarse a sí misma. No importará que pase más de ocho horas de pie, sonriéndole a un sueldo miserable en una actitud poco natural, fabricada para alentar el consumo.
En México la palabra naco (el equivalente al arte camp europeo) se ha tomado como una forma del kitsch, sin embargo considero que no es así. La burguesía (alta, mediana y pequeña) usa la palabra naco para llamar así a los pobres, pero bien sabemos que el poder adquisitivo no salva a nadie de ser naco (Carolina Herrera, Giorgio Armani y Versace juntos no redimen al naco). Mientras el kitsch es la estética del mal gusto, lo naco es el mal gusto a secas. Lo kitsch intenta la belleza lo naco no. Lo naco es similar al kitsch en que se extiende a situaciones, conductas y objetos. Es naco subir los pies al asiento de frente en el cine y contar la película, no apagar el celular y hablar todo el tiempo en los conciertos clásicos, usar plásticos protectores en la sala de la casa, usar un smoking rojo, no respetar señalamientos urbanos, atravesar gasolineras, ir a China y tocar los soldados de terracota, ir a París y orinarse en los monumentos, cambiarle el nombre al virus A-H1N1; la ignorancia es de nacos, y así todos somos nacos en algo, igual que somos kitsch.
Existen situaciones u objetos que aparentemente tienen el mismo fin, no obstante son nacos y no kitsch. Por ejemplo: un reloj imitación casi perfecta del Rolex es kitsch, en cambio un reloj que exhibe rasgos burdos de un Rolex, que su marca verdadera es “Relax”, que presume manufactura “Made in Tepito” y que además en el reverso tiene un simbolillo en forma de pato (marca patito) eso, es naco, no se encuentra entre la fealdad y la belleza sino que ensalza su fealdad. El reloj “Relax” no es kitsch porque no es pretencioso, y desde el nombre “Relax” se vuelve un objeto de burla y desprecio hacía el original. Las imitaciones idénticas son serviles y adoran el original, la copia naca vive por sí sola, es mucho más divertida. Termina siendo un acto lúdico para el individuo que la adquiere, y, desde luego, para el que la fabrica.
Mucha de la música de moda, (a la que estamos expuestos sin remedio) es naca. Afortunadamente tiene solamente algunos meses de vida. Naca es la música efímera que limita sus sonidos al “tun-ta-ta”, “tun-ta-ta” y al “punchis”, “punchis”, y que las letras son sólo estupideces repetidas a perpetuidad. Que no se confunda esta música pasajera y francamente antiestética con la música popular, aquélla que tiene mucho más tiempo de duración, que cuenta historias y que presenta imágenes de fenómenos sociales dignos de reflexión. Así pues, lo naco es más auténtico que lo kitsch. lopgan@yahoo.com

lunes, 21 de septiembre de 2009

Escritores sin dientes

Desde que tengo uso de dientes, una pesadilla me persigue. Sueño que todos mi dentadura se esfuma. Una a una, las treinta y dos piezas masticadoras se van. En el espacio onírico me invade la angustia, me sofoco. Grito: ¡Estoy soñando! No, no es verdad, mis encías sí tienen hijos. La serenidad no es posible en el sueño ya que allí ignoro que en la realidad existen los dientes postizos. Muy mala imagen me llega al pensar que alguna mañana de invierno amaneceré siendo una viejita con la boca despoblada. Sé que muchas personas padecen sueños como el mío, y que si la explicación fuera verdad, yo sería rica: “Si sueñas que se te caen los dientes, significa que vas a recibir dinero”; o no tendría familia, porque según los intérpretes de sueños, también quiere decir que alguien de la familia morirá.
Hace algunas semanas, en el Canal 22 de televisión vi dos entrevistas a escritores; en ambas coincidía que los interrogados exhibían una sonrisa agujereada. Me dio tristeza. Aunque no recuerdo los nombres de los escritores, sé que forman parte del nuevo Diccionario de Escritores Mexicanos, es decir, son intelectuales con una trayectoria sólida y sin embargo sus ingresos económicos no les alcanzan para que acudan a un dentista que les haga completar su mordida. Da tristeza pensar en lo poco que se valora el trabajo literario. ¿Por qué un futbolista gana mucho y un escritor tan poco? Porque sabemos que todo lo mueve la mercadotecnia: la oferta y la demanda. Me han dicho que el día que un escritor venda libros como un futbolista vende entradas al estadio, entonces los sueldos serán parecidos. Qué tristeza, esos, chimuelos se quedarán.
Aunque también especulé sobre la posibilidad de que estos dos literatos fueran tan ­excéntricos que desearan andar igual que Miguel de Cervantes: con sólo seis dientes, como describe en su autorretrato: “Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros…”. Cervantes también era un Caballero de triste figura igual que su personaje don Quijote. Porque es seguro que Cervantes no podía masticar gran cosa. Así se explica que fuese tan flaco como su protagonista. Seis dientes no alcanzan para mucho. Y, ¿quién sabe cómo el autor de las Novelas ejemplares perdió su dentadura? Tal vez infecciones, osteoporosis, diabetes, o una buena pelea rompedientes o la batalla de Lepanto, ya que en otra parte de su autorretrato aclara que perdió su mano izquierda (de allí el sobrenombre de Manco de Lepanto): “Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable…”.
Otro escritor desdentado es Francisco de Quevedo, como lo dice en un poema: “Pues que de nieve están las cumbres llenas / La boca de los años saqueada, / la vista enferma en noche sepultada, / Y las potencias de ejercicio ajenas”. La boca saqueada de Quevedo y la de muchos otros. Hay que recordar que en los siglos XVIII, XIX y hasta principios del XX se utilizó el mercurio para tratar la sífilis, y uno de los efectos secundarios de este medicamento es la caída de los dientes, de manera que es casi seguro que les faltaran dientes a escritores sifilíticos como Guy de Maupassant, Charles Baudelaire, Lord Byron, Alfonso Daudet y Bram Stoker (irónicamente contrario a Drácula, su colmilludo personaje). Aunque no pude encontrar datos que confirmen que estos artistas no podían dar una buena mordida, la presencia sifilítica y el tratamiento con mercurio hace suponerlo. Nacemos sin dientes y si nos descuidamos moriremos sin éstos. lopgan@yahoo.com

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Vivaldi, Moctezuma y Carpentier


Mientras escribo, a mis oídos llega la ópera de Montezuma: música de Antonio Vivaldi (1678-1741), libreto de Girolamo Guisti y dirección de Jean Claude Malgoire; investigador y reconstructor de las partituras de dicha ópera que fue representada en 1992 en Francia, a doscientos cincuenta y nueve años de su estreno mundial. Aunque hay que aclarar que la reconstrucción de la obra fue de forma caprichosa, pues no representa en sí a la original, sino que tomó partes de varias obras de Vivaldi, entre ellas una aria de la ópera Griselda, (al final del artículo pueden oirla en la voz de Cecilia Bartoli).
La mezcla de tiempos y de culturas me llevó a hacer un pequeño sobrevuelo que vislumbra la vida del músico italiano Antonio Vivaldi, la historia del emperador mexicano Moctezuma y la novela Concierto barroco del cubano Alejo Capentier (1904-1980). (La lectura de dicha novela desató la necesidad de Malgoire de montar y grabar Montezuma).
Antonio “Cuatro Estaciones” Vivaldi, así le llaman -actualmente- al músico veneciano. El titulo de "Las cuatro estaciones", incluido en su nombre, se debe a que ésta es una de las obras más populares de la música de concierto, y la más conocida del violinista y prolífico compositor italiano. Sin embargo, los sobrenombres que en su tiempo cargó Antonio Vivaldi fueron: “Il Naso” o “La Nariz”, que hace alusión precisamente a lo vasto de esa región de su cara. También era conocido como “Il Prete Rosso”, que es lo mismo que “El Sacerdote Rojo” ya que fue cura y pelirrojo. Hay varias versiones del porqué éste clérigo católico dejó de oficiar misa. Algo cierto es que era muy parrandero y mujeriego. Vivaldi escribió cerca de setecientas obras, a pesar de que toda su vida sufrió de asma; esa angustiante enfermedad que entrecorta el aliento y que hace sentir que el costo de respirar es excesivamente alto. El Sacerdote Rojo fue el primer músico que viró su mirada hacia la Conquista de México, específicamente al año 1520 y a la lucha que sostuvieron Hernán Cortés y Moctezuma (el penúltimo emperador Azteca, el antecesor de Cuauhtémoc: el de los pies tatemados). Ese pasaje motivó la ópera que originalmente se llamó Motezuma (sin la c). El estreno mundial se realizó en Venecia en el otoño de 1733. Pero resultó un fracaso. No fue apreciada por un público acostumbrado a las óperas bufas que hablaban de amores, no de tragedias. Después, y hasta el día de hoy, a esta obra se le llama Montezuma. Quién sabe porqué le pusieron n en lugar de c.
Otros compositores del siglo XVIII también hicieron óperas sobre Moctezuma, ellos fueron los Italianos: Baldassare Gallupi, Antonio Sacchini y Giovanni Paiseillo; el alemán Carl H. Graun (el libreto de este Montezuma fue escrito por Federico El Grande de Prusia) y por último el checo Josef Myslivecek. Todos autores poco conocidos. Las únicas versiones grabadas son las de Vivaldi y Graun.
Fue el Montezuma de Vivaldi el que inspiró al cubano Alejo Carpentier para escribir la inquietante y policroma novela Concierto Barroco publicada en 1974. Que nos transporta precisamente a las épocas del barroco. El paso acelerado de la escritura, el lenguaje y sus abundantes adornos transmiten la sensación de que fue creada en aquellos tiempos. Establece la posibilidad del porqué a Vivaldi se le ocurrió que la historia del Emperador Azteca pudiera ser un hecho operístico atractivo. La trama de la novela sigue los pasos de un mexicano. Hombre rico, comerciante de plata, que sale desde Coyoacán y va haciendo escalas en Veracruz, Cuba, España hasta llegar a Italia; a Venecia, donde asiste a un baile de disfraces, ataviado justamente como Moctezuma. Allí conoce al Cura Rojo, que entre copa y copa, escucha al mexicano platicar la historia que justifica su disfraz. Una mágica historia, fabuloso e increíble relato de la llegada de los españoles a la Gran Tenochtitlán; la Venecia de América, de canales, trajineras, pirámides y riquezas. La lucha entre dos mundos, encuentro entre “barbarie” y “civilización”. Aunque en la batalla no quede claro quiénes eran los bárbaros y quiénes los civilizados. Con tales aventuras se exaltó la creatividad de aquel asmático que repite: “Buen asunto, buen asunto para una ópera”.
Carpentier Juega con los hechos. Ensambla muy bien realidad y ficción. Reúne, en un concierto imaginario, a las protegidas de Vivaldi huérfanas del Ospedale della Pietá. A las mismas con las que formó una orquesta, y a las llamaba por el instrumento que tocaban. Allí estaban: Pierina del violino, Cattarina del corneto, Claudia del flautino y así... Ejecutaban tremendo Concerto grosso, acompañados de Doménico Scarlatti en el cello y Jorge Federico Haendel en el clavicémbalo. El cubano, buen intérprete de Chopin, revela su erudición sobre temas musicales. Muestra además su interés sobre la arquitectura. Describe a detalle los ambientes que su personaje va observando en su viaje.
Carpentier, un narrador nada complaciente con el lector: exhibe pasajes de El Quijote pero no aclara que lo son. Habla del Moro de Venecia y no dice que se trata del Otelo de Shakespeare. Menciona a un músico alemán que murió de apoplejía y que escribía óperas extrañas con enanos y no indica que se trata de Wagner y su serie de óperas de El Anillo del Nibelungo. Richard Wagner, el hipertenso paralizado por un derrame cerebral. Carpentier permite pues la deducción. De esa manera el lector interactúa con el narrador.
El autor de Concierto barroco es considerado el primer representante del Realismo Mágico y esto se percibe cuando en la novela observamos como transporta la tumba del músico ruso Igor Stravinsky del siglo XX al XVIII y le da la oportunidad a Vivaldi de defenderse de lo que Stravinski alguna vez dijo: “Vivaldi escribió seiscientas veces la misma obra”. En los terrenos de Carpentier, el pelirrojo contesta burlón: “Acaso, pero nunca compuse una polca de circo para los elefantes de Barnum”, refiriéndose a la obra del ruso Circus polca compuesta para ser bailada por elefantes.
El capitulo más divertido de la novela es en el que es representada la ópera Montezuma. Es allí donde Carpentier da testimonio de cómo la historia original fue cambiada y lo justifica diciendo: “la ópera no es cosa de historiadores”, “lo que cuenta aquí es la ilusión poética”. Ilusión poética que el cubano a su vez plasma en su prosa. Con elementos reales hace magia con el tiempo y el espacio. En el Moctezuma de Vivaldi, el Emperador Azteca termina en un acto servil hacía la Corona española. Se omite que murió inmolado o tal vez empalado. Pues se considera un hecho muy desagradable para una ópera. Al dios Huitzilopochtli le llaman Uchilibos, y lo razona de esta manera: “¿Usted cree que hay modo de cantar eso?” “¿a quién se le habrá ocurrido inventar ese idioma?” “es un continuo trabalenguas”.
Al final, los protagonistas del Concierto barroco se despiden: “adiós”- “¿Hasta cuando?”- “¿Hasta mañana?” - “O hasta ayer”. El ayer, lugar donde el arte nos permite convivir con cualquiera. Luego oigo el canto dulce y triste de Moctezuma. Después un coro de alegría. El disco enmudece. La siguiente aria incluida en Montezuma, como decía, es en realidad de la ópera Griselda, es muy bonita aunque nada tiene que ver con Moctezuma el original. Disfruten a Cecilia Bartoli. lopgan@yahoo.com


sábado, 12 de septiembre de 2009

LA VIDA DE AYOTITLÁN


LA VIDA DE AYOTITLÁN
La microhistoria y las raíces del individuo
 
El libro Memoria y recuerdo: microhistoria de Ayotitlán de José Edgar Salinas Uribe (Buenavista, Michoacán, 1974) lleva en la portada una espléndida fotografía de Alfredo Vega. Se trata de la vieja iglesia de San Bartolomé de Ayotitlán, Jalisco, construida entre 1545 y 1599. Una estructura fatigada y casi desmoronada a la que le creció un árbol en la parte superior. Dicho árbol tejió sus raíces sobre la pared, y así lo exhibe. Fue un acierto plasmar esta imagen en la portada, porque la microhistoria va a la raíz y la expone, igual como se  aprecia en el rostro del texto. “La microhistoria vuelve la mirada al lugar de donde uno viene; se interna en el espacio formador del sujeto, porque ansía reconstruir la imagen del terruño y hacer la crónica ilustrada de sus personajes”, anuncia la cuarta de forros.
            Para rehacer la vida de Ayotitlán, el historiador viajó a través de los vestigios de realidad que quedaron desde el siglo XVI hasta llegar a la actualidad. La investigación fue realizada bajo metodología científica. Edgar Salinas logró un texto atrayente, y bien escrito, sin pretensiones imposibles, ya que advierte -en palabras del historiador Luis González y González-, que la microhistoria resulta únicamente de interés para las personas del pueblo aludido, y que representa una empresa muy difícil, pues: “El microhistoriador sabe que la vida humilde rara vez deja huellas...”
Como decía, la investigación de este texto se ciñó al rigor académico, pero el autor –sin alejarse de la verdad- embellece la prosa, un ejemplo: “La población se descubre al pie del cerro del Calvario; un cerro pequeño y gordo, testigo mudo e indolente. [...] la carretera termina y el empedrado anuncia que ya se entró al pueblo. Aunque las piedras son viejas, el empedrado de las calles es reciente y hasta parece nuevo y descansado”.
En Memoria y recuerdo... el autor buscó la memoria documentada y corroboró algunos hechos en el recuerdo de los viejos. Una pequeña comunidad de 1265 habitantes, Lugar que en el nombre descubre el origen: San Bartolomé de Ayotitlán; San Bartolomé, el Santo patrono que transporta a la Conquista española y la introducción de la religión católica; y la palabra Ayotitlán que contribuye con los rasgos indígenas; el mestizaje inevitable.  Pueblo de intensa fe católica, tanto, que la más grande fiesta se dio el día que, por primera vez, uno de sus hijos fue ordenado sacerdote.
La microhistoria no es la recreación de la vida de los héroes o de los grandes  acontecimientos, no. Es poner al descubierto el camino que ha recorrido un pueblo, es la historia matria. La historia de Ayotitlán, es también la de muchos lugares de México, la de aquellos en donde la ausencia ganó la batalla. Cuando el hombre deja de arar las tierras propias para cultivar las de otros. El escritor recuerda como en la segunda mitad del siglo XX hubo un éxodo de ayotitlenses a los Estados Unidos. En la segunda guerra mundial, los braceros eran legales por un convenio con los gringos. Después el convenio desapareció con la guerra, pero los braceros siguieron cruzando la frontera y se volvieron ilegales. La metamorfosis de un pueblo que hasta principios de siglo XIX era sólo indígena, que usaba calzones de manta y cultivaba maíz, café, ciruela y otate. Salinas platica la Revolución mexicana de 1910 divisada desde Ayotitlán, igualmente habla de los cristeros (allá por los 20 cuando el gobierno de Plutarco Elías Calles estaba contra la iglesia católica) y de las dificultades que tenían  los maestros para ejercer la enseñanza y de la muerte del sacerdote del pueblo. Describe los avatares de la Reforma Agraria, la institución del ejido y después -con Salinas de Gortari- la desaparición de éste. Habla de nostalgia, de los juegos de calle, de las rondas: “Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido, tus juramentos si fueran falsos en algún tiempo lo pagarás”, y luego, la llegada del enajenante Nintendo. Nos presenta el transporte del otate en burro y años más tarde los paseos en camioneta de los paisanos que viven en Salinas o Los Ángeles, California. 
La calidad de Memoria y recuerdo: microhistoria de Ayotitlán garantiza la calidad de Buenaval, la nueva revista sobre investigación social editada por la Universidad Iberoamericana y que será dirigida por Edgar Salinas quien estudio la carrera de Filosofía y Ciencias Sociales en el ITESO, dos maestrías: una en la UAC y otra en Barcelona, obtuvo el Primer lugar en el certamen de ensayo Pedro Arrupe y en el de J. Agustín Espinosa y además conduce el programa de Radio Letras al aire (Radio Torreón). Qué bueno que Edgar Salinas produzca y difunda buena literatura aquí en La Laguna. lopgan@yahoo.com
Salinas Uribe José Edgar
 Memoria y recuerdo: microhistoria de Ayotitlán
 Editado por el Gobierno de Jalisco y el ITESO. 2003

domingo, 6 de septiembre de 2009

PRÓXIMO CONCIERTO DE LA CAMERATA DE COAHUILA

Viernes 3 de diciembre de 2010
Teatro Nazas 20:30hrs


La Camerata de Coahuila presenta el concierto No. IX de la temporada 2010.
20:30hrs. Teatro Nazas


http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/580339.html






15 ANIVERSARIO DE LA CAMERATA DE COAHUILA



Los quince años, dicta la conseja popular, son “la edad de las ilusiones”. Y no hace mucho tiempo los quince años eran la edad en la que habría que presentar a las señoritas en sociedad, aunque quizá en un futuro solamente nos quedará el recuerdo representado por una quinceañera de vestido ampón, bailando “La marcha triunfal de Aída”, de Guissepe Verdi, el vals “El Danubio azul” o “El Emperador”, o cualquier otra obra de los Strauss. Sin embargo, en la celebración de hoy no cabe ninguna de estas tradicionales fiestas, excepto, claro, la presencia de los valses clásicos que en varias ocasiones hemos escuchado ejecutar a la Camerata de Coahuila; la festejada de hoy.
La Camerata de Coahuila se fundó en 1994. Nació en tiempos de desconcierto; en el año en que asesinaron al candidato a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio, y al presidente nacional del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. Fueron también meses en los que las noticias eran dictadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; fue el turno de los primeros encapuchados de nuestro país. Y allí, como figura líder, el subcomandante Marcos. En aquellos días los mexicanos iniciamos un proceso de confusión y desasosiego que ahora nos impide definir claramente nuestra Patria. Pero, a pesar de ello, en nuestra Comarca Lagunera permanecía la confianza, la esperanza y, sobre todo, la imaginación. Y así estaba inscrito en el programa de mano del concierto inaugural de la Camerata de Coahuila en el que se leía: “No hay mejor estímulo para la ensoñación que el arte y la cultura. Una comunidad sin estas manifestaciones es una comunidad sin imaginación, y un pueblo sin imaginación es un pueblo pobre en posibilidades”. Y esto tenía que ser verdad, pues ¿de qué otra manera, si no es con imaginación, podríamos explicar el nacimiento de la orquesta lagunera? Un nacimiento lleno de alegría a pesar de no estar libre de los padecimientos que todo alumbramiento implica. Preocupaciones y malestares que fueron atenuados con las primeras notas del concierto inaugural frente a un teatro lleno. Así, escuchábamos los sonidos primigenios de la orquesta recién nacida que fueron: Música Acuática, de Haendel; Homenaje a Cervantes, de Moncayo, y la Misa de Coronación de Mozart. Un público expectante escuchó la Música Acuática y percibió el fluir del agua que esta vez no era la del río Támesis de Inglaterra, sino la del río Nazas de La Laguna.
Los periódicos de los días siguientes daban testimonio del acontecimiento cultural más trascendente de nuestra región. No obstante, muchos manifestaban su escepticismo preguntándose si la presentación de la orquesta no sería también su despedida. Un reportero dudaba que la sociedad lagunera estuviera preparada para preservar semejante organización, diciendo que se trataba de “una compañía para región grande”. Sin embargo, tras la mirada de quince años, pudimos comprobar que, aunque con dificultades, los laguneros sí estábamos preparados para mantener una institución musical de gran calidad. Y no solamente eso, sino que hasta nos hemos vuelto codiciosos, y esto lo comprobamos al ver que con frecuencia se le pregunta al maestro Ramón Shade, ¿cuándo la Camerata se convertirá en una orquesta sinfónica? Y una y otra vez el maestro Shade pacientemente explica que es importante crecer, pero que deberá ser lentamente para poder conservar así la calidad, que es el objetivo principal. También hemos dado cabida al orgullo, por eso no queremos que a nadie se le ocurra decir que la sede de la orquesta puede cambiar, porque surgen voces indignadas y enojadas que reclaman la pertenencia lagunera.
Durante estos quince años la música ha penetrado en nuestras vidas: en los viernes de Camerata, en los días soleados de conciertos en el bosque, en alguna iglesia, o en las noches de luna, tren y cerro. Hemos presenciado la actuación de los mejores músicos solistas de México. Fuimos testigos de la elegancia del chelista Carlos Prieto, de la sobriedad del pianista Jorge Federico Osorio, del colorido de la flautista Helena Durán, y de la heterodoxia del flautista Horacio Franco. Escuchamos a Ramón Vargas, uno de los mejores tenores del mundo. Nos ha emocionado Pilar Rioja y hemos disfrutado con Itziar Muguerza. Esto, sólo por mencionar algunos nombres de muchos otros artistas que, gracias a la Camerata de Coahuila, ha sido posible que nos recreemos en su arte.
Felicidades pues a la Camerata de Coahuila, a sus músicos, al Patronato y al maestro Ramón Shade. Gracias a todos ellos por apostar su esfuerzo y su talento para que la imaginación, entre nosotros, siga siendo posible.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Futbol en la música de Shostakovich

¡Gol de Shostakovich!
En el pasado mundial de futbol en Alemania se presentó una ópera sobre futbol escrita por un músico contemporáneo alemán. Hubiera sido divertido y justo presentar el Ballet La edad de oro de Dmitri Shostakovich ya que en el 2006 se cumplieron cien años de su natalicio. Y también porque el ballet La edad de oro cuenta una historia, precisamente, sobre futbol. Es díficil imaginar que el espacio del balón, los penaltis, los fuera de lugar, las faltas, los tiros de esquina, los tiros libres, los silbatazos, las tarjetas amarillas y rojas, los expulsados, los once contra once, los árbitros y los abanderados, cupieran en la cancha de los violines, violas, chelos, flautas, timbales, cornos, directores y batuta. ¿Es posible que actividades tan contradictorias provoquen sensaciones parecidas?. La música, la más abstracta de las artes, a la par del deporte; lo concreto, lo tangible. Al fin y al cabo los dos son hechos culturales. Entendiendo como cultura la definición primigenia que dice que cultura es todo lo que el hombre le ha agregado a la naturaleza en la búsqueda de sentirse mejor. Y si uno se mueve entre el escenario de los conciertos clásicos y el escenario de los partidos de futbol clásicos, ambos hechos provocan visiones opuestas. Así, en el intermedio de una ópera rodeados de gente elegante se pueden ver pasar las viandas con camarones y salmón noruego; el vino, tinto y francés. En cambio en los estadios de futbol mexicanos, en cualquier momento, se ve pasar el papel canela que envuelve las tortas de chorizo y se oye al vendedor anunciar las “chelas” bien frías. Algunas señoras serias y elegantes en el teatro de ópera, algunas porristas en calzones meneando el trasero lo más sensual posible. Del “bravo maestro” al “arbitro eres un culero y chinga tu madre”, del aplauso rítmico del encore, al tamborazo y “vamos, vamos Diosito santo, por favor, por favor, que metan un gol”. Los adagios y los allegros hasta la sublimación musical, de la tristeza a la alegría hasta el llanto futbolístico, donde las lágrimas no distinguen al ganador o el perdedor. Se puede agregar que del estadio de futbol la mayoría de las veces la gente sale decepcionada, y en la ópera rara vez pasa eso, porque las personas aunque no les guste el espectáculo muchas fingen que sí.
El libro Shostakovich. El arte amordazado por la autoridad del escritor alemán Bernd Feuchtner corrobora que, en efecto, Shostakóvich compuso un ballet La edad de oro; una obra en tres actos, dividida en 37 fragmentos y que cuenta la historia de un equipo de futbol soviético que va a jugar a un país capitalista. Los jugadores capitalistas están representados por los sonidos del jazz, shimmy, tango... La presentación de dicho ballet hizo enojar a las autoridades comunistas rusas, porque al parecer el partido de fútbol musical fue ganado por los extranjeros, ya que el predominio del sonido fue de el Jazz, tango, etcétera. Esto les pareció decadente y perverso a las autoridades rusas. Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo1806-Moscú 1975) vivió una relación de amor por el comunismo durante su juventud, pero lo despreció en su madurez. A esto ayudó la censura de su obra hecha por Stalin. La música más importante de Shostakovich son los dos conciertos para piano, los conciertos para cello y violín, sus sinfonías y cuartetos. El hijo de Dmitri: Maxim Shotakovich vive actualmente en los Estados Unidos, es pianista y director de orquesta.
Les dejo de La edad de oro la "Danza para dos jugadores de soccer soviéticos"





jueves, 3 de septiembre de 2009

Las espigadoras de Millet

LaCursivas espigadoras, es el nombre de esta pintura en la que se representa las figuras bíblicas de Mara y sus nueras, del pintor francés Jean-François Millet (1814 - 1875). Actualmente se exhibe en el museo Orsay de París. Dicha obra forma parte de las imágenes de mi infancia, ya que una copia litográfica de Las espigadoras adornaba el zaguàn de la casa donde viví. Esta pintura me es entrañable, no sólo por la nostalgia que trae de mis años de ojos exploradores, sino porque cuando la observaba, me parecía que aquélla podría ser un retrato de lo que yo veía cada noviembre cuando se levantaba la cosecha; el mismo cielo nublado, los cerros de paja y frijol (aunque Millet representa la recolección de trigo) y pudiera ser que también anduviesen por ahí las mismas mujeres. La atmósfera que veía Millet yo la he respirado. Y escuchando a Chopin, en el siguiente video, me trajo de nuevo a Mara y sus nueras, y a mi abuela.